Por Javier Sánchez Galicia, @sanchezgalicia1, presidente del Instituto de Comunicación Política A.C., en México

En ciencia política se utiliza la teoría de clivajes para analizar el conflicto. Por clivajes se entienden las líneas de ruptura, divisiones profundas y enraizadas en la historia de cada sociedad contemporánea; los clivajes permiten a los individuos tomar postura sobre temas que se podrían considerar conflictivos o polémicos. La teoría de clivajes permite observar los conflictos sociales a nivel macro: movimientos sociales o acciones colectivas; y a nivel micro: las motivaciones personales de los individuos que participan en dichas acciones.

La teoría de clivajes explica cómo los partidos políticos y las organizaciones de acción colectiva nacen a partir de la confrontación y la ruptura surgidas al interior de las sociedades. Aunque la investigación tiene su origen en sociedades europeas occidentales, este modelo ofrece herramientas de análisis para entender las llamadas transiciones a la democracia en América latina, particularmente en México, Uruguay, Chile, Argentina y Brasil. Una de las características de esta teoría es que una parte sustantiva del conflicto social (manifiesto y latente) gira a su alrededor por largos periodos de tiempo. Los clivajes facilitan la visibilidad de problemas sociales, considerados como conflictos políticos organizados en torno a intereses y grupos de interés.

El conflicto político abarca revoluciones, rebeliones, guerras, conflictos étnicos, movimientos sociales, campañas electorales, la mayoría de las huelgas y cierres patronales, y muchas otras formas de interacción entre grupos confrontados. Cuatro clivajes básicos fueron desarrollados por Lipset y Rokkan divididos en dos ejes que se relacionan con movimientos sociales históricamente. En el funcional ubicaron a la Iglesia-Estado y empresarios-trabajadores; en el territorial ubicaron los clivajes centro-periferia y campo-ciudad o tierra-industria.

La teoría de clivajes explica cómo los partidos políticos y las organizaciones de acción colectiva nacen a partir de la confrontación y la ruptura

Un quinto clivaje denominado postindustrial o postmaterialista fue elaborado para observar la emergencia de nuevas demandas sociales que evidencian conflictos sobre la ecología, la igualdad de género, la paz mundial, la calidad de vida de las personas, los derechos de los animales, entre otros. La inmigración creciente y el conflicto norte-sur en los últimos años, están configurando un nuevo clivaje por la confrontación entre humanistas vs patriotas y nacionalistas, entre derechos humanos vs seguridad nacional.

Estos temas han aparecido con inusitada fuerza en el cambio de siglo en países como Francia, donde el Frente Nacional logró fusionar clivajes clásicos con nuevos clivajes para obtener un crecimiento electoral; en Alemania la causa ecológica ha logrado posicionarse como una especie de clivaje que termina por hacer visibles conflictos profundos no resueltos al interior de la sociedad alemana; Inglaterra se ha posicionado como país vanguardia con respecto a temas sensibles como la equidad de género.

El COVID-19 y un sexto clivaje

En contraposición se está configurando un sexto clivaje denominado Salud vs Economía que emergió con la súbita aparición de la pandemia provocada por el COVID-19. La confrontación radica entre quienes protegen la economía de las naciones y quienes están a favor de las vidas humanas. Supera las líneas territoriales del Estado-nación y surgen en sociedades donde el proceso de industrialización ha alcanzado niveles avanzados y la supervivencia material representa una inquietud superior para los individuos.

Se está configurando un sexto clivaje denominado Salud vs Economía, que emergió con el COVID-19

En principio hay una confrontación entre científicos y políticos. Mientras los primeros recomiendan el aislamiento, la política económica de las naciones sufre la paralización de la planta productiva y el empleo. Mientras Europa se resistió en un primer momento a detener las actividades económicas con consecuencias devastadoras, otros países como El Salvador, Guatemala y Argentina, prefirieron la salud sobre la economía. El gran dilema surge en EE. UU., en un contrevertido año electoral y en medio del enfrentamiento entre republicanos y demócratas. La inconformidad de algunos sectores respecto de la postura del presidente Donald Trump, de priorizar la economía sobre la salud, surgió en redes sociales con el hashtag #notdyingforwallstreet (no voy a morir por Wall Street).

La comunicación como espacio de confrontación

En comunicación política el conflicto se manifiesta a partir del discurso. En el gobierno la relación asimétrica entre autoridad y obediencia se presenta en el consenso-disenso. En las campañas electorales el intercambio de discursos se expresa entre el poder (que quiere permanecer) y los partidos que aspiran a obtenerlo (oposición). De acuerdo con Wolton, la comunicación política es el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores que tienen legitimidad para expresarse públicamente sobre política: los políticos, los periodistas y la opinión pública. La comunicación política es el espacio de la confrontación.

En las campañas exitosas hay un solo ganador y un solo perdedor. A los ojos del electorado no hay personajes secundarios. El ciudadano apoya a un partido o gobierno que presenta el mayor nivel de atribución positiva (+) y rechaza a quien tiene el mayor nivel de atribución negativa (-). De acuerdo con este modelo, las campañas electorales y el ejercicio de gobierno presentan fenómenos de divergencia, división o polarización consenso-disenso que son organizados y planeados. La socialización y la asimilación del sentido se producen principalmente a consecuencia de la exposición y uso de la comunicación política.

La compol es el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los actores que tienen legitimidad: políticos, periodistas y la opinión pública

A continuación, describo siete modelos de polarización que se construyen a partir de temas específicos y de acuerdo con el nivel de polaridad negativa o positiva. La pandemia del COVID-19 ha reconfigurado radicalmente el discurso. La carga negativa la canaliza el coronavirus y la narrativa se construye a partir de la crisis sanitaria. Para explicar en qué consisten estos modelos retomamos el monotema que invade el discurso político en el mundo.

1. Perfil de los actores

Este modelo se basa en los atributos personales de un candidato o el desempeño gubernamental de un dirigente. La pandemia del C­OVID-19 ha puesto en el centro del discurso la capacidad de liderazgo de los gobernantes. La pregunta es si los gobiernos están actuando adecuadamente. La comunicación institucional no tiene como fin producir valoraciones positivas, sino fundamentalmente prevenir, concientizar y modificar hábitos o conductas. Es en ese sentido que las crisis pueden representar oportunidades para fortalecer el liderazgo, porque se caracterizan por su tendencia al caos, y el líder representa el orden y la seguridad. Las situaciones de crisis irremediablemente contribuyen a confirmar, mejorar o empeorar el prestigio. En un mundo mediático como el actual, el político ha de entrar al juego de lo simbólico, pero consciente de sus riesgos. Por eso, el verdadero poder de lo simbólico en política radica en la capacidad para gestionar la comunicación articulando fondo y forma, sabiendo que la acción política habla tan alto como su discurso.

2. Posición a favor o en contra (asuntos de la coyuntura)

La segunda posibilidad para construir temas para el discurso se encuentra en los asuntos de coyuntura. La crisis sanitaria demostró cómo un gobierno puede convertir el riesgo en una política pública. Los discursos presidenciales son un icono de liderazgo, y en el contexto de la pandemia, es la voz esperada para llevar tranquilidad y certidumbre. Mientras en Europa se hacía referencia a lo bélico en los discursos del presidente francés Emmanuel Macron o la canciller alemana Angela Merkel al enfrentar la amenaza, el enenemigo invisible o la guerra, en América Latina los discursos iban desde lo coloquial a lo formal, apoyados en una narrativa religiosa o sobre el rol del Estado en la postura adoptada por el presidente del Salvador Nayib Bukele. Los presidentes de Brasil, Yair Bolsonaro y de México, Andrés Manuel López Obrador, mostraron, por su parte, un inusitado desdén ante la crisis sanitaria que contagió a sus seguidores en ambos países.

3. Privilegios versus necesidades (lucha de clases)

Sin negar la importancia de la imagen del candidato en las campañas competitivas -en especial en los mensajes televisivos-, parece ser una tendencia que los electores se pregunten cada vez más acerca de su propia situación y acerca de qué partido o candidato puede atender mejor sus necesidades concretas. En el caso de la gestión gubernamental, los ciudadanos exigen una mejoría en sus condiciones económicas. La narrativa de pobres contra ricos privilegia esta lógica. La dicotomía economía vs salud que invade el discurso en tiempos del coronavirus plantea un colapso económico de tal magnitud que transformará en el median­o plazo el mundo social, político y económico. Según estimaciones de la Cepal, la pandemia amenaza con dejar entre 14 y 22 millones de personas más en pobreza extrema en Latinoamérica. Y aunque la narrativa del discurso señala que el COVID-19 no discrimina a ricos y pobres, la realidad es que el virus azota sin piedad ni tregua a quienes tienen pocos recursos para hacerle frente.

4. Paz versus violencia (seguridad y certidumbre)

En localidades sumidas en un clima de violencia provocada por movimientos armados, crimen organizado y ausencia de seguridad de las personas y sus propiedades, los reclamos de paz y tranquilidad aumentan. La lógica de buscar la paz y rechazar la violencia es adoptada de manera importante por los electores. El discurso contra el enemigo silencioso, la guerra sanitaria destacan el liderazgo de quien proporciona seguridad y certidumbre a quienes se ven amenazados por la pandemia más agresiva que se haya enfrentado en los últimos 100 años.

5. Continuidad versus cambio (voto antisistema)

En la actualidad los gobiernos enfrentan un referéndum permanente. La disyuntiva que tienen los electores en cada proceso electora­l es refrendar la confianza en su gobierno o exigir un cambio. Sintetiza la capacidad real del elector de otorgarle una oportunidad de tomar el poder a los partidos de oposición. Es más que un voto de castigo, es un voto de hartazgo, un voto antisistema. Bajo el cobijo de la insatisfacción democrática surgieron en el mundo una serie de movimientos antisistema que han aprovechado la desafección y la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones. El lugar que antes ocupaba el eje izquierda-derecha, o liberalismo-socialismo, parece afirmarse cada vez más un eje distinto a iniciativa de algunos partidos y actores que rechazan por principio ser identificados como partidos convencionales. El referéndum tendrán como eje los resultados que se obtengan del control de daños que hayan ejercido los líderes políticos en la crisis sanitaria de sus respectivos países.

6. Corruptos versus menos corruptos (escándalos políticos)

El enriquecimiento de la clase política en contraste con el aumento en los niveles de pobreza de los ciudadanos ha puesto a debate el tema de la corrupción. En campaña o gestión de gobierno es detonado en el formato de escándalo que se produce cuando un político es acusado de realizar, en el presente o en el pasado, prácticas ilegales o poco éticas. Normalmente dichas prácticas tienen lugar en secreto y se convierten en escándalos políticos cuando reciben una inesperada atención mediática. La desafección política subsiste pese a los anuncios espectaculares de los gobiernos. Está ligada a las imágenes de la política como engaño y aprovechamiento; y de los políticos como incompetentes, inútile­s y, por supuesto, corruptos. La combinación de corrupción y crisis económica aumentan de manera significativa la desconfianza hacia la clase política.

7. Temor versus esperanza (cambio justiciero)

La polarización entre dos extremos radicalmente opuestos: miedo (-) contra esperanza (+) es recurrente para realizar un cambio justiciero o desestimular el voto. Los electores enfrentan de manera natural un temor intrínseco ante el futuro (economía, pérdida del empleo, inseguridad, pérdida de lo logrado) y si se activa este sentimiento con amenazas directas o veladas, existe una gran posibilidad de que los electores se abstengan de votar o ratifiquen su apoyo al régimen que los gobierna. En cambio, el polo positivo, representado por la esperanza, podría ser un motor para lograr un cambio justiciero con el anhelo de mejorar la calidad de vida de su familia y la propia. En el caso de la pandemia del COVID-19, el miedo sirve no solo como motor persuasivo para el cambio de hábitos o conductas, sino como el polo opuesto a la esperanza de salvar la vida y salir pronto de la crisis sanitaria y económica que se cierne sobre el mundo.

La incertidumbre se apoderó de la humanidad. La construcción de una nueva normalidad invade el discurso

El mundo está sujeto a una serie de tensiones y conflictos que se agravaron con la aparición del coronavirus. La incertidumbre se apoderó de la humanidad. La construcción de una nueva normalidad invade el discurso. Nos esperan grandes cambios en la economía, la configuracion de los Estados-nación, de las fronteras, del comportamiento social y de la conducta humana que vivirá en un riesgo permanente.

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