Miguel Adolfo Mejía Torres    

 @miguelmeytor

Politólogo y estudiante del Máster en Comunicación Política y Gestión de Crisis y Emergencias de la Universidad Nebrija

¿Cómo construyó el actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, su carisma cuando no era un influencer en redes sociales, ni un personaje mediático, participante asiduo en los medios de comunicación tradicionales colombianos?

Nos propusimos responder esta cuestión en el marco del Trabajo Final del Máster en Comunicación Política y Gestión de Crisis y Emergencias de la Universidad Nebrija. La tesis estableció la construcción del carisma de Gustavo Petro a partir de tres códigos, siguiendo las coordenadas del semiólogo ruso Yuri Lotman: 1) una forma de estructurar la realidad, 2) una forma de construir su personalida­d pública, y 3) una forma de concebir el tiempo relacionada con el trauma colectivo histórico. En el presente artículo abordamos exclusivamente este tercer punto, es decir, la relación entre carisma y trauma colectivo histórico en el discurso del actual mandatario colombiano.

Por carisma político entendemos, en la línea de Max Weber, la percepción que tienen los seguidores sobre las cualidades sobrehumanas o extraordinarias -reales o imaginadas- de su líder, erigiéndolo en una especie de deidad a la que deben lealtad, devoción y obediencia.

Esta percepción no solo se explica a partir de lo que se puede representar (la forma de comunicación verbal y no verbal, la cronémica, la proxémica, la háptica…) sino de algo que va más allá, una especie de magnetismo o atracción libidinal ligada a una fuerza o pulsión esencial asociada al origen del término ‘Charisma’, como ‘don’, ‘favor’, ‘gracia’, ‘regalo de la divinidad’ o ‘regalo de la naturaleza’, que se resiste a ser completamente definida, limitada, concreta y representada.

Por carisma político entendemos la percepción que tienen los seguidores sobre las cualidades sobrehumanas o extraordinarias -reales o imaginadas- de su líder

Por otra parte, el ‘trauma colectivo histórico’ es un término extraído del psicoanálisis que se refiere a acontecimientos cataclísmicos que destrozaron el tejido básico de la sociedad y que conducen a una crisis de significado, es decir, a una pérdida de propósito, dirección, referencia, valor o, en términos semiológicos, a la imposibilidad de los signos, símbolos o códigos culturales de dar completa cuenta sobre lo sucedido.

Estos eventos cataclísmicos, por horribles que sean, no son intrínsecamente un trauma colectivo histórico, a menos que existan prácticas sociales de narración que transmitan de generación en generación tanto lo que se puede representar (por ejemplo, el establecimiento de las víctimas y los victimarios), como lo que se resiste a ser representado, que permanecería en el inconsciente colectivo de forma latente (deseo de restauración, justicia, rabia, frustración, dolor…) hasta que después de un determinado p­eriodo de tiempo emerge de forma compulsiva.

Una de las características de los traumas, incluidos los traumas colectivos históricos, es el quiebre del tiempo como un evento lineal entre pasado, presente y futuro. En el trauma, el pasado es negado como un hecho ya realizado atrás en el tiempo, de manera que queda su recuerdo depositado fuera del ámbito de lo consciente y controlable. Una vez se desencadena la neurosis, el pasado emerge del inconsciente sin control alguno, bloqueando la vivencia del presente y limitando las expectativas del futuro.

Como veremos a continuación, los traumas colectivos históricos se pueden actualizar, lo que genera a su vez nuevos eventos traumáticos y puede llevar a construir un significado del tiempo no como un evento lineal, sino como una larga espiral, donde los hechos pasados y sus protagonistas se repiten una y otra vez, pero con otros nombres y circunstancias.

Los traumas colectivos históricos se pueden actualizar, lo que genera a su vez nuevos eventos traumáticos, donde los hechos pasados y sus protagonistas se repiten con otros nombres y circunstancias

Traumas colectivos históricos de Colombia

A lo largo de la historia de Colombia han ocurrido numerosos eventos traumáticos. Entre ellos, destaca el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, hecho que desató el ‘Bogotazo’, una ola de disturbios y violencia que marcó al país. Gaitán, un líder de ideología populista-liberal, se había posicionado como un fuerte candidato a la presidencia con un discurso contra la élite política. Su muerte provocó un recrudecimiento de la violencia política, con un saldo de 48.000 víctimas solo en 1948.

Este suceso derivó en una guerra civil no declarada, conocida como ‘La Violencia’ (1948-1958) y en el cierre del sistema político a nuevas fuerzas con el pacto del Frente Nacional (1958-1974). También influyó en el surgimiento de grupos insurgentes como las FARC y el ELN en 1964 y el M-19 en 1974, e­ste último vinculado en sus inicios a Gustavo Petro. En este contexto, tanto el narcotráfico como la lucha anti insurgente, legal e ilegal, fueron factores clave en el prolongado conflicto armado del país.

Sobre este pasado, el presidente Petro afirmó en la COP16 en Cali: «Finalmente, en un día aciago, el 9 de abril de 1948, la gran insurrección bogotana ante el asesinato de Gaitán (…) terminamos quizás en un día cuyo final aún no ha llegado».

Un trauma colectivo no solo implica la evocación de un evento doloroso del pasado, sino que transforma la identidad de los grupos afectados, moldeando su percepción del presente y del futuro.

Construcción de carisma

En la relación carisma-trauma colectivo histórico, Gustavo Petro construye su liderazgo carismático, en primer lugar, evocando los traumas del pasado y relacionándolos con el presente y, en segundo, asumiendo el rol de Jorge Eliécer Gaitán de tal forma que, en la mímesis, de manera inconsciente en los grupos cuyas identidades se definen como víctimas de la oligarquía, hay una transferencia del carisma de Gaitán a Petro.

Petro construye su liderazgo carismático evocando los traumas del pasado y relacionándolos con el presente

La oligarquía y el pueblo, victimarios y víctimas del pasado, son los mismos, representados en sus actuales herederos. La violencia del pasado es la misma que la violencia actual. Los traumas históricos del pasado, generados por la oligarquía sobre el pueblo, son constantemente actualizados hasta el presente, de acuerdo a este marco narrativo. Pero hay un elemento adicional en esta mímesis: Petro no solo asume el discurso de Jorge Eliécer Gaitán, sino que, de forma sutil, se presenta como el propio Gaitán, tal como se observa en su discurso del 22 de mayo del 2022: “No queremos una sociedad de siervos”, dijo.

Gaitán habla cuando dice “no queremos una sociedad de siervos”. Pero, cuando dice “queremos una sociedad libre”, ¿sigue hablando Gaitán o hay alguien más? E inmediatamente se infiere la respuesta “y ah, que nos hemos dedicado a esa construcción (…) a costa de tantos amigos (…)”. Los que hablan son Gaitán y Petro, quienes no quieren una “sociedad de siervos”, sino “una sociedad libre” y se “han dedicado a esa construcción, de la libertad (…) a costa quizás de tantos peligros, a costa de tantos amigos”.

A través de estas palabras se observa la representación del tiempo como espiral porque es una repetición de los mismos actores y dinámicas conflictivas, pero en distintas circunstancias a través de los años. Y en esa lógica, Gustavo Petro encarna a Jorge Eliécer Gaitán, asumiendo la promesa de luchar para redimir al pueblo, adquiriendo en esta mímesis no solo sus banderas políticas, sino también su carisma en el inconsciente de los grupos que representa, cuyas identidades tienen como elemento común ser víctimas de la oligarquía.

La función del líder carismático, en este caso Gustavo Petro, es de catalizador cultural en un contexto de trauma colectivo, donde las comunidades buscan figuras capaces de unificar, brindar esperanza y movilizar con un propósito, de tal manera que se explota el malestar y el deseo de cambio hacia movimientos transformadores.

La función del líder carismático es de catalizador cultural en un contexto de trauma colectivo, donde las comunidades buscan figuras capaces de unificar, brindar esperanza y movilizar

Según la idea que defendemos en este texto, Petro construye su carisma, revistiéndose de héroe al referirse a aspectos de su biografía donde logra vencer situaciones adversas, producidas la mayoría de ellas por la “oligarquía corrupta”.

Esta narrativa, en la coyuntura histórica de Colombia en los inicios de la segunda década del siglo XXI y en comunidades marginadas que tienen elementos de identidad que gira alrededor de un trauma colectivo histórico, hicieron posible la construcción de su carisma.

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