Por Rodolfo Ignacio Gómez, @ignaciogomez81. Coordinador de campañas electorales

Los números del COVID-19 en África

El 14 de febrero pasado se reportó el primer caso de coronavirus en África y ante la llegada de este virus, expertos, medios de comunicación e incluso organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), lanzaron un pronostico desalentador para el continente africano y se referían constantemente a la “catástrofe” que venía o al “desastre inminente” como lo mencionó en su momento el director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) de África, Dr. John Nkengasong. Todas las informaciones respecto a los países africanos iban en la misma dirección, colapso del deficiente sistema sanitario, crisis humanitaria sin igual, hambruna y hasta guerras civiles.

Sin embargo, esto nunca sucedió y el 17 de junio de 20201, el continente africano reportó 249.043 contagios en su totalidad, mientras que Europa tenía 2.283.01 casos confirmados, los Estados Unidos 2.217.929 casos y Brasil 934.769 casos, números que lo convierten en el epicentro de la pandemia en América del Sur.

Los contagios en África son muchos más, pero no es posible cuantificarlos, ya que los sistemas de salud son muy deficientes. No es posible realizar suficientes pruebas

Estas cifras tienen mayor relevancia si tomamos en cuenta el número de fallecidos a causa del COVID-19, ya que hasta el 17 de junio de 2020, esta región del mundo había registrado casi 7.000 ­ferior si comparamos el tiempo transcurrido entre el primer caso reportado, el número de casos confirmados y lo comparamos con lo que sucede, y sucedió, en otras regiones del mundo como Europa donde Italia, España o Francia padecieron una crisis sanitaria, económica y social nunca antes vista; o incluso solamente en ciudades como Sao Paulo en Brasil (10.000 muertes) o Nueva York en los Estados Unidos (24.000 muertes).

Lo más impresionante de estos números es que África es el segundo continente más poblado del mundo con 1.200 millones de habitantes.

El precario sistema sanitario

De acuerdo con la OMS, el continente africano es el continente con el peor sistema sanitario del mundo y esto se puede ver fácilmente reflejado en el numero de camas de cuidados intensivos con el que cuentan 43 de 55 países africanos que es inferior a 5.000 lo cual quiere decir que, en esos 43 países, tienen cinco camas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) por cada millón de habitantes.

En Burkina Faso tienen tres hospitales y tres camas UCI y uno de los casos más dramáticos es Mozambique donde tienen dos hospitales, 33 camas UCI y únicamente 24 respiradores para más de 29 millones de personas.

Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos realizados por la gran mayoría de los 55 países africanos, el COVID-19 sigue su marcha, inexorable, en el continente

Un caso especial es la República Islámica de Mauritania que únicamente cuenta con un hospital para tratar el COVID-19 y 36 camas UCI, es cierto que tiene más camas y menos población que Mozambique, pero el acceso a este hospital y a estas camas esta decidido desde antes de nacer. Para nadie es un secreto que los árabes bereberes (el 20 % de la población) tienen preferencia para acceder a los sistemas sanitarios del país y si tomamos en cuenta que solo hay 36 camas UCI, nos podemos dar fácilmente una idea de lo que sucederá para la población de color en un país donde la esclavitud persiste con el apoyo de los países europeos, especialmente España y Francia, que tienen tratos comerciales preferentes y que actúan con una doble moral guiada por la diplomacia comercial que practican hacia Mauritania y otros países africanos.

Los países más afectados

Los países africanos más afectados son Sudáfrica con 76.334 casos, Egipto con 47.856 casos, Nigeria con 17.148 casos, Ghana con 12.590 casos y Argelia con 11.268 (cifras a 17 de junio). Estas cinco naciones representan casi el 50 % del total de los contagios en Á­frica, contagios que, de acuerdo con los expertos, son muchos más, pero que no es posible cuantificar ya que los sistemas de salud de casi la totalidad de los países africanos son muy deficientes y por lo mismo no es posible realizar suficientes pruebas para detectar mas infecciones por COVID-19.

Sin embargo, esta no sería la única explicación, ya que existen otros factores que influyen en la poca cantidad de personas contagiadas y de muertes, por ejemplo, la pirámide demográfica africana, la poca globalización del continente, la poca densidad de las ciudades africanas, la movilidad reducida de la gran mayoría de la población debido a la pobre infraestructura de los países africanos y su experiencia con epidemias como el VIH o el ébola, lo cual ha obligado a su población a reaccionar rápida y efectivamente además de crear una conciencia colectiva sobre lo que es una epidemia.

Pero todo esto son solo teorías, ya que la gran mayoría de los mandatarios del continente africano ordenaron tomar estrictas medidas para tratar de contener la pandemia, especialmente en países como la Republica Democrática del Congo (RDC) que ha sufrido con otras epidemias y en el cual la declaración del COVID-19 como pandemia, coincidió con el fin de la epidemia del ébola que estaban viviendo.

Se pronostica que podrían infectarse entre 29 y 44 millones de personas, calculando 190.000 víctimas en los siguientes doce meses

En Sudáfrica, por ejemplo, desde el inicio se ordenaron medidas muy restrictivas y se impuso uno de los confinamientos más estrictos del mundo y aun así los contagios siguen subiendo. Tenemos también el caso de Ruanda que fue uno de los primeros en implementar el confinamiento cuando tenían solo 20 casos confirmados. En cambio, tenemos países como Tanzania que no están implementando ningún tipo de medida para prevenir los contagios.

En Etiopia, por ejemplo, pasa algo que la comunidad científica no puede explicar, ya que es uno de los países africanos con medidas de confinamiento menos estrictas y con un puente aéreo con China y sin embargo la pandemia no ha pegado de la misma manera que a los otros países que también tienen conexión con China como Sudáfrica, Egipto y Argelia, por lo cual sería una excepción a la regla que dice que los países más globalizados son los países que más están sufriendo el COVID-19.

El Gobierno del Reino de Marruecos tomó una de las medidas más radicales desde el inicio con el confinamiento obligatorio para todos sus ciudadanos y ordenó el cierre de su espacio aéreo indefinidamente por el tiempo que sea necesario. Esta medida afectó al aeropuerto de Casablanca “Mohammed V” el puente aéreo más grande, no solo dentro del continente africano o con Europa, sino entre África y todo el mundo.

Una bomba de tiempo

Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos realizados por la gran mayoría de los 55 países africanos, el COVID-19 sigue su marcha, inexorable, en el continente africano desde que el primer caso fue detectado el 14 de febrero pasado como lo mencionamos previamente. Desde entonces, se han contabilizado casi 250.000 casos confirmados y mas de 7.000 muertes. Podemos ver que la pandemia se está acelerando, ya que le tomó al continente africano 98 días para llegar a 100.000 casos confirmados y solo 19 días más para llegar a los 200.000 casos confirmados.

En números generales, el 17 de junio de 2020, en casi la mitad de los países africanos los números de contagios estaban aumentando, lo cual representaba el 80 % del total de los casos (190.000 de casi 250.000), pero más del 70 % de las muertes están en cinco países: Sudáfrica (1.737 muertes), Egipto (1.938 muertes), Argelia (811 muertes), Nigeria (475 muertes) y Sudán (487 muertes).

Sudáfrica es, de lejos, el país más afectado por esta pandemia con más del 25 % del total de los casos del continente.

De acuerdo al Director Regional para África de la OMS, Dr. Matshidiso Moeti, por el momento África solo tiene una pequeña fraccion de los casos de COVID-19 a nivel mundial, pero el nivel de contagios se está acelerando vertiginosamente a pesar de las acciones implementadas por la mayoría de los países. Por esta razón, es necesario una vigilancia constante para evitar el colapso de los servicios sanitarios.

Asimismo, el Dr. Moeti alertó que este virus podría quedarse en África durante varios años e incluso llegó a dar un pronóstico mencionando que podría infectar entre 29 millones y 44 millones de personas y matar alrededor de 190.000 personas en los siguientes doce meses en caso de que las medidas de contención fallen.

Es evidente que el impacto que el COVID-19 tenga en el continente dependerá en gran medida de las acciones que los gobiernos sigan tomando y hasta el momento lo han hecho muy bien en comparación con otras regiones del mundo más desarrolladas.

El impacto social y económico

En semanas recientes, y aunque los casos de COVID-19 siguen aumentando, algunos países empezaron a tomar medidas menos restrictivas y a relajar el confinamiento debido principalmente al considerable impacto social y económico que trajo consigo el confinamiento. De acuerdo al Dr. Moeti, en esta región del mundo, más que en cualquier otra, es necesario un balance entre salvar vidas y proteger la economia.

Se pronostica que podrían infectarse entre 29 y 44 millones de personas, calculando 190.000 víctimas en los siguientes doce meses

Habiendo dicho esto, y sin menospreciar la economía de vidas, siendo la primera vez que el mundo decide salvar vidas en lugar de s­alvar a la economía, la preocupación ahora es hacia una posible crisis de inseguridad como consecuencia de las medidas llevadas a cabo por los países, medidas como el confinamiento que, gracias a esto, hoy en día todos los países de África enfrenten problemas de productividad.

En cuanto a los índices de subempleo y desempleo, hay que recordar que, de acuerdo con la Organización Mundial del Trabajo (OMT), en el continente africano el 70 % de la población trabaja en la economía informal, por lo cual es imposible que este porcentaje de personas se quede en casa durante las medidas de confinamiento. Es necesario que todos los gobiernos, especialmente aquellos de los países más afectados, inviertan una enorme cantidad de recursos para garantizar la seguridad alimentaria de la población menos favorecida, ya que esto podría traer otros problemas más graves como el aumento de la inseguridad en países donde la situación ya es inestable.

1 Fuente: Universidad Johns Hopkins (Baltimore, EE.UU.)

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