Fernando Nieto Lobato
@ctorresn
Director de Innovación Digital de la Institución Educativa ALEPH

La Inteligencia Artificial (IA) no es solo una herramienta tecnológica; será, con enorme probabilidad, el motor de una revolución (similar en su alcance, al menos, a la agrícola o la industrial) que reconfigurará completamente la sociedad, la economía y la política en las próximas décadas. En un contexto donde 2025 podría, a la luz de avances tan fascinantes como O3, marcar el inicio de la llegada de la Inteligencia General Artificial (AGI), es crucial que los líderes políticos tomen decisiones audaces y valientes para preparar a las sociedades para un futuro próximo altamente probable, aunque no seguro, donde los cambios se producirán a una velocidad de vértigo.
1. Hagan de la IA una prioridad
Probablemente debería ser ‘la prioridad’, a tenor de su potencial innovador y su velocidad exponencial de desarrollo, pero uno se conforma ya con que la consideren algo prioritario. Muy pocos políticos son conscientes de las transformaciones que vienen. Uno de los que mejor lo ha expresado fue el exprimer ministro de Reino Unido Tony Blair, que declaró ya hace unos meses que “La inteligencia artificial significa que nunca ha habido un mejor tiempo para gobernar” por cosas como estas:
“No hay absolutamente ninguna duda de que estamos en una era de transformación. Cosas que antes eran imposibles se volverán posibles; avances que habrían tomado décadas ocurrirán en pocos años o incluso meses; el valor que podemos añadir, las mejoras en eficiencia que podemos lograr, los beneficios radicales en los resultados que podemos asegurar, podrían ser verdaderamente revolucionarios.”
La IA va a impactar en los próximos años todos los campos de la ciencia, la economía y la sociedad, de formas que aún no somos capaces ni de vislumbrar. No hacerla una prioridad en 2025 sería una catástrofe y, visto lo enmarañados que están nuestros representantes en sus pugnas y problemas, no se puede ser muy optimista. Los países o regiones que entiendan bien el grado de cambios y prioridad que la IA necesita tendrán una ventaja diferencial durante mucho tiempo por el propio carácter acelerador de la disciplina, ya que en los próximos años, quizá ya comenzando en 2025, serán las propias IAs las que entrenen y mejoren las siguientes generaciones de Inteligencia Artificial, acelerando así aún más el proceso de desarrollo (este es un hecho diferencial clave frente a cualquier otra tecnología de la historia y no debe subestimarse).

La IA va a impactar en los próximos años todos los campos de la ciencia, la economía y la sociedad, de formas que aún no somos capaces ni de vislumbrar.
Para ello es importante el desarrollo de políticas integrales con coordinación internacional, así como la formación de las élites políticas y técnicas de la administración: no basta con priorizar la IA; es preciso que los políticos entiendan mínimamente los fundamentos técnicos, éticos y sociales de la misma. Programas de formación continua para políticos, funcionarios y asesores podrían ser cruciales para lograr pronto una mejor toma de decisiones y hace falta también una apuesta decidida del sector público por considerar su desarrollo una prioridad. No solo hay que conocer, regular y legislar, sino desarrollar, impulsar y aplicar IA en la política y el gobierno, y facilitar el nacimiento y desarrollo de empresas del sector en tu país y región.
Es preciso que los políticos entiendan mínimamente los fundamentos técnicos, éticos y sociales de la IA
2. Impulsen el desarrollo de la IA de forma segura, pero lo más rápido posible dentro de lo que permita esa seguridad
La seguridad en el desarrollo de IA es crucial, pero también lo es la rapidez para aprovechar sus beneficios. Como señala el profesor de Oxford Nick Bostrom en este fragmento de vídeo que les recomendamos vivamente, cada día que retrasamos la implementación responsable de estas tecnologías, prolongamos innecesariamente el sufrimiento humano.
Existe una urgencia moral para la humanidad de ayudar a la gente lo antes posible que debe llevar a una aceleración responsable. La rapidez debe provenir de la convicción de que la IA puede mitigar sufrimientos. Por ejemplo, en salud, la IA aplicada al diagnóstico temprano de enfermedades, el descubrimiento de nuevos fármacos o la optimización de sistemas sanitarios, muy probablemente, salvará millones de vidas. Aplazar estas ventajas por temor, sin una justificación sólida, puede considerarse una omisión moral con la ciudadanía.
Cada día que retrasamos la implementación responsable de estas tecnologías, prolongamos innecesariamente el sufrimiento humano
Esto debe ser compatible con desarrollar una IA segura y que contemple las necesidades del conjunto de la sociedad y de todos los individuos y no solo los intereses de los poderosos o de las grandes corporaciones que podrían tener la tentación de apoderarse de ella y de sus frutos produciendo una sociedad profundamente desigual, tal y como advierte el premio Nobel de Física de este año, Geoffrey Hinton. Por ello es clave también la democratización de la IA y del acceso a ella. Existen propuestas que tratan de asegurar que cada ciudadano tenga una capacidad de cómputo garantizada por el estado porque podría ser una necesidad tan básica y un elemento tan diferenciador como lo es hoy en día el acceso al agua corriente, a la luz o a Internet.
3. Protejan a las personas, no los empleos
No tenemos serenos, faroleros o conductores de coches de caballos como a finales del siglo XIX. Hemos pasado por múltiples reconversiones industriales, muchas de ellas en España, lamentablemente, tremendamente dolorosas y fallidas por su enfoque.

La historia nos enseña que proteger empleos obsoletos o instituciones anacrónicas es ineficiente y no funciona en el medio plazo. En lugar de intentar preservar un sistema laboral del siglo XX debemos centrarnos en proteger a las personas garantizando su dignidad y sus condiciones básicas de vida.
En la revolución industrial, muchas reconversiones fracasaron porque se priorizó el mantenimiento de empleos en lugar de preparar a las personas para nuevas realidades. Hoy, herramientas como la Renta Básica Universal (UBI) ofrecen una solución más moderna y eficaz para ayudar en la transición, que puede ser muy traumática por su velocidad, hacía un mundo post escasez, donde las máquinas dotadas con IA realicen la mayor parte del trabajo, y la innovación científica y los nuevos desarrollos tecnológicos abaraten enormemente el acceso a productos y servicios.
Herramientas como la Renta Básica Universal ofrecen una solución más moderna y eficaz para ayudar en la transición hacía un mundo post escasez
Parece muy necesario que los políticos comiencen ya en 2025 a estudiar medidas que, por su novedad y complejidad técnica y de implementación, no se pueden improvisar de un día para otro cuando, previsiblemente, en unos pocos años comience la destrucción masiva de empleos. Destacamos especialmente dos prioridades urgentes:
• Implementar, cuando los trabajos comiencen a ser realizados masivamente por IAs y robots (algo que ocurrirá en los próximos años y décadas), la renta básica universal (UBI) como una red de seguridad económica y garantía de igualdad que, cuanto menos, cubra las necesidades básicas de la población. También es una fórmula más justa que otras que podrían proteger a los trabajadores que ya están en un empleo, pero dejar desvalidos a aquellos que se encuentran en el paro o son abocados a él por la automatización de su trabajo y muy difícilmente podrían acceder a un empleo remunerado en un contexto en el que las IAs serían mejores, más eficientes y más baratas cada año. La renta básica universal se centra en preservar la dignidad de todas las personas de forma universal y muy probablemente sea (en el modelo final que se aplique porque hay múltiples opciones para llevarla a cabo y financiarla) la mejor solución transitoria durante el periodo inicial de la llegada de la AGI y el desarrollo de la superinteligencia (ASI).
• Rediseñar el sistema educativo para preparar a las personas para un futuro donde las habilidades humanas complementen a la IA y posibles nuevos trabajos se generen en áreas nuevas y diferentes. También para adecuar la mentalidad a vivir en una sociedad en la que una gran parte de nuestra identidad no venga ya determinada por el trabajo remunerado –que en la gran mayoría de ocasiones realizarán mejor las IAs y los robots–.
La historia económica demuestra que intentar mantener empleos anacrónicos es una medida ineficiente y a menudo condenada al fracaso. En lugar de sostener estructuras laborales del pasado, la política debe velar por el bienestar de las personas, no por la permanencia de puestos de trabajo ineficientes o estructuras que desaparecerán tarde o temprano.
4. Estén dispuestos a ‘romper cosas’. No van a funcionar bien muchas de las instituciones del s. XIX (o anteriores) que aún tenemos en el mundo y será imprescindible cambiarlas o eliminarlas.
Muy ligada a la anterior, tenemos esta recomendación que podría apoyarse también directamente en otras relevantes palabras del exprimer ministro laborista, Tony Blair: “Government is all about process, and AI is all about automating process” (el gobierno consiste en procesos y la IA se centra en automatizar procesos).

Habrá muchas áreas de la administración que podrán ser automatizadas en gran medida, con una gran mejora de la eficiencia y ahorro de presupuesto que puede ir destinado a proteger a la ciudadanía en general, con propuestas de renta básica universal o similares que se tornarán factibles, en parte, también gracias a esas mejoras de eficiencia y esos enormes ahorros en la estructura de las administraciones.
La burocracia y los entramados institucionales actuales, heredados de la Revolución Industrial, podrían quedar obsoletos ante el dinamismo de la AGI. Tony Blair subraya que la IA puede automatizar procesos gubernamentales, haciendo que muchas estructuras actuales sean lentas, costosas y poco efectivas. Ante esa nueva realidad, que llegará muy rápidamente en los próximos años, se plantean las siguientes necesidades:
Rediseño institucional: Es necesario repensar la gobernanza, desde parlamentos y ministerios más ágiles hasta agencias de supervisión flexibles, capaces de responder a problemas emergentes.
Automatización de procesos administrativos: La administración electrónica ha sido el primer paso; con la IA, se puede ir mucho más lejos. Automatizar tareas tediosas y repetitivas no solo ahorraría costes, sino que permitiría redirigir recursos hacia servicios sociales más personalizados. Esto implicará reevaluar roles, jerarquías y competencias en la función pública. Tenemos un caso muy claro en la Unión Europea de pervivencia de una institución obsoleta para su función: varios países europeos aún exigen trámites notariales para crear una sociedad, lo que está provocando una feroz reacción en redes por parte de asociaciones de emprendedores, que piden unos procedimientos adaptados al año en que vivimos y la tecnología disponible como existen en otros países -incluso muchos de la propia UE-, como Estonia.
5. Planifiquen ya para el futuro, no pasen la patata caliente a los siguientes gobiernos.
Es imposible abordar una transformación tan enorme como la que la IA traerá a nuestras vidas sin pensar, por una vez, en los próximos diez años y no en los diez meses que puedan quedar de una legislatura o en las diez semanas de campaña.
La transformación que traerá la IA requiere de medidas audaces que no pueden improvisarse ni ponerse en marcha en dos semanas; habrá que redefinir probablemente todo el Estado del Bienestar en Europa y en muchos países. Y los tiempos de esta tecnología y los de las empresas que la impulsan no son, ni mucho menos, los habituales de los gobiernos ni administraciones.
La transformación que traerá la IA requiere de medidas audaces que no pueden improvisarse ni ponerse en marcha en dos semanas; habrá que redefinir todo el Estado del Bienestar
Es crucial explorar fórmulas como la renta básica universal o similares, como se ha explicado anteriormente. Otras alternativas, a la más sencilla y directa renta monetaria, incluyen dotar a los ciudadanos de una participación en empresas u organizaciones públicas de IA, garantizar el acceso a recursos como tiempo de computación o robots que trabajen en su beneficio. Estas medidas, bien implementadas, podrían conducir a una sociedad post-escasez, donde la calidad de vida sea significativamente superior a la actual y se mitigue el enorme problema de aumento de la desigualdad que el avance de la IA provocará al hacer cada vez más irrelevante el trabajo humano.
Al mismo tiempo, es fundamental rediseñar el sistema fiscal para adaptarlo a esta nueva realidad. La IA generará enormes beneficios empresariales que deben ser gravados de forma proporcional, mientras que los impuestos sobre las rentas del trabajo en su forma actual –cuestión distinta es si se grava a los agentes o a los robots– pasarán a ser muy poco relevantes. Este nuevo marco fiscal no solo debe garantizar la equidad, sino también fomentar la innovación y el acceso universal a los beneficios de la IA.

El contrato social entre ciudadanía y Estado deberá actualizarse para garantizar un reparto justo de los frutos de la IA. La legitimidad de los gobiernos dependerá de su capacidad para proteger a las personas, no a estructuras laborales o administrativas obsoletas, y para gestionar los cambios con visión de futuro, priorizando siempre el bienestar colectivo sobre intereses particulares.
El contrato social entre ciudadanía y Estado deberá actualizarse para garantizar un reparto justo de los frutos de la IA
Reflexión final:
La llegada de la AGI —asumiendo que se materialice en un plazo cercano de muy pocos años como todo apunta ahora mismo- demanda una transformación radical en el modo en que los gobiernos actúan. Las cinco peticiones descritas se articulan en torno a la misma idea: la IA y la AGI no son simplemente herramientas más, sino fuerzas transformadoras que exigen un replanteamiento profundo de las prioridades, las estructuras y las lógicas políticas. Priorizar la IA, desarrollarla de forma segura pero rápida, proteger a las personas antes que a instituciones caducas, estar dispuestos a rediseñar el Estado y las administraciones y planificar a largo plazo conforman un marco de acción ambicioso, pero necesario.
La política no puede limitarse a ser un freno o un espectador pasivo del cambio tecnológico. Debe situarse en el centro del tablero, anticipando riesgos, aprovechando oportunidades y, sobre todo, colocando la dignidad humana y el bienestar global como guía última de la acción pública. Solo así, al final de esta década podremos decir que la revolución de la IA se ha encaminado hacia un futuro más justo, próspero y humano.
La IA y la AGI no son herramientas más, sino fuerzas transformadoras que exigen un replanteamiento profundo de las prioridades, estructuras y lógicas políticas
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