Por Santiago S. Regadera, @SantiSRegadera, Experto en Protocolo, profesor Universidad Camilo José Cela y J. Pedro Marfil @JPedroMarfil, Consultor, profesor en la Universidad Camilo José Cela. Miembro del Consejo de Dirección de ACOP

El protocolo es un elemento fundamental en las relaciones no solo entre individuos, sino también entre organizaciones y Estados. Un buen ejemplo de ello se vivió con la polémica suscitada tras el viaje de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Layen y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, a Turquía y el aparente desaire del presidente turco, Recep Tayyip Erdogán. En el transcurso de la recepción, una sola silla aguardaba a los invitados. En ella, tomó asiento Michel y von der Layen quedó relegada a un segundo plano.

En lo sucesivo corrieron ríos de tinta sobre los hechos, el aparente machismo del representante turco y la falta de tacto de Michel, al no ceder su asiento. Incluso, las crónicas y las tertulias se llenaron de comentarios en los que se abogaba por la imposición de sanciones al país otomano.

Otro de los responsables que se ha encontrado en este asunto ha sido el protocolo y quizá en este caso, sí se pueda hablar de un fallo en este sentido. Un fallo que nada tiene que ver con la precedencia que establece la Unión Europea para con sus autoridades ni tampoco con el protocolo comparado utilizado a nivel internacional para ordenar a a­utoridades de otros países haciéndolos coincidir con los rangos que su legislación contempla. En este caso, el fallo achacable ha venido marcado por el incumplimiento de una de las características más importantes de esta disciplina que no es otra que la búsqueda del acuerdo y del consenso.

Cuando se organiza un acto a estos niveles, es muy importante que los equipos de protocolo de todas las instituciones implicadas se reúnan, acuerden la norma a seguir y den su visto bueno a lo que allí va a ocurrir cuando se abra el telón. Cada detalle es importante porque es susceptible de ser interpretado. Estas reuniones permiten a las autoridades saber dónde deben acudir, qué es lo que deben hacer o, como el caso que nos atañe, el lugar y tipo de asiento que ocuparán. Y es aquí donde está el problema que perfectamente se podía y debía haber evitado.
El protocolo no entiende de sexos y sí de rangos, aunque también conforma una importantísima herramienta de comunicación política pues, en el fondo, supone la escenificación del Poder y, por tanto, también del mensaje. Un mensaje en este caso perfectamente escenificado por el anfitrión, Turquía, que consiguió una vez más transmitir su posición de fuerza y aprovechó para dejar en jaque a las autoridades de la Unión que no supieron responder al unísono y en el momento.

Si se quiere encontrar un culpable, únicamente se debe analizar la situación e intentar aventurar las distintas variables que han llevado a la presidenta Von der Layen a comparecer en rueda de prensa mostrando sus sentimientos. Si la reunión previa de protocolo no se hizo, ese fue el problema; si se hizo y Turquía no cumplió, el culpable es claro. Pero lo que ha trascendido es que la reunión se llevó a cabo con el equipo de Charles Michel y estos no supieron comprender y analizar estratégicamente esa puesta en escena, que nada bueno tenía para los objetivos de la Unión, más aún si se analizan las reuniones previas con las mismas autoridades donde el protocolo y la precedencia eran claros.

Un incidente protocolario que tiene, como principal consecuencia, el haber dejado en fuera de juego al actual presidente del Consejo Europeo. Aunque la búsqueda de culpables no arregla nada, sí se debe comenzar a tomar conciencia de la importancia que deben tener las técnicas y los equipos de protocolo a la hora de organizar y escenificar cualquier tipo de evento, ya sea diplomático o corporativo, porque recuerden: todo detalle es susceptible de ser interpretado.

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