Por Gisela Rubach Lueters @GiselaRubach Estratega política

En México sufrimos dos fuertes sismos durante el mes de septiembre de 2017, el primero en la noche del jueves 7 y el segundo en la tarde del martes 19, el mismo día de la trágica sacudida de 1985. Aunque existen protocolos para responder a un desastre, siempre quedan expuestas situaciones que ponen a prueba a los gobernantes, medios de comunicación y sociedad en general.

Se dice que una crisis siempre es una oportunidad. El presidente Enrique Peña Nieto tomó desde un inicio el control, participación y organización de los tres niveles de gobierno. Tuvieron aciertos y desaciertos al momento de responder a los afectados, siendo la comunicación del ejecutivo federal más acertada y oportuna, mostró a un presidente cercano y sensible ante el dolor y la pérdida de los damnificados. Para algunos gobernadores y presidentes municipales la situación fue diferente, incluso podríamos afirmar a la distancia que ellos se llevaron la peor parte: enfrentar públicamente el rechazo ciudadano documentado por teléfonos móviles.

El desacierto más sonado fue el lamentable caso de la inexistente niña Frida Sofía en los escombros del Colegio Enrique Rébsamen de la Ciudad de México difundido ampliamente en medios televisivos, que nos remite a lo sucedido con Monchito en el terremoto de hace 32 años. Sin embargo, el encanto que despertó Frida, la perrita labrador que hace labores de rescate, salvó la situación, distrajo la atención y la convirtió en la gran heroína tras el sismo.

Un factor importante en este proceso de crisis fueron los mensajes por WhatsApp y Facebook que metieron de lleno a la sociedad civil en la narrativa. Lo desafortunado fue que por medio del servicio de mensajería instantánea y la popular red social se difundió información falsa que abonó a la histeria colectiva. Se debe reconocer que Twitter recobró un papel relevante y fue aprovechada por los medios de comunicación para dar seguimiento informativo puntual a la situación.

Lo favorable del uso de estas tecnologías de comunicación es que ayudaron a coordinar rápidamente la participación de los jóvenes etiquetados como millenials en los trabajos de apoyo a las zonas afectadas, con lo cual rompieron la percepción de apáticos y demuestran la capacidad de respuesta solidaria en momentos difíciles para el país, sobre todo, que tuvieron una causa que los hizo salir a la calle y ayudando en todo lo que estuvo a su alcance.

En las semanas posteriores al sismo comenzó la prueba real para el sistema político mexicano en general. En medio una crisis de credibilidad y ambiente de indignación social, los funcionarios públicos están obligados a mantener un ritmo acelerado de respuesta, demostrar transparencia en el reparto de apoyos y evitar la tentación de que en el proceso de reconstrucción de casas, escuelas y edificios, se le dé un sesgo político. Incluso el debate entre partidos sobre la donación de los recursos públicos para la reconstrucción, rebeló el enojo social latente dejando muy mal parados a la mayoría de los líderes partidistas que condicionaron y titubearon al momento de transferir los recursos y los sitúa en una posición de desventaja para el próximo proceso electoral de 2018.

Aún queda mucho por registrar de las secuelas sísmicas en México y en lo que respecta al primer mes se puede decir que el balance en comunicación es más positivo que negativo. Quedan demasiadas lecciones para todos y bastantes áreas de oportunidad por resolver para recuperar la confianza y credibilidad. Lo real es que cada vez que México se cimbra, despierta.

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