Por Daniel Ruiz Miguel, @DanielCompol, Responsable de Comunicación en Ayuntamiento de Zaragoza

Hay una serie de requisitos para destacar a un candidato y un mensaje sobre otro.

1. ¡Estudia!

Decidir si un candidato es bueno o malo depende de los competidores y su trayectoria. No existe el candidato perfecto, sino el momento perfecto. Piensa en la campaña de Bush y Kerry en 2004: EE. UU. no necesitaba poetas ni oradores, sino un perfil firme ante el terror.

Ante la corrupción y las dificultades de la clase media americana no necesitamos a un filósofo como Bernie Sanders o a una política ‘profesional’ como Hillary Clinton, sino el golpe de efecto del outsider Donald Trump.

Podríamos aplicarlo en España. ¿Necesitaba el PP post-Rajoy a un candidato que atemperase las aguas ante la irrupción de VOX, o por el contrario a un candidato joven, explosivo, del ala más conservadora?

Todo depende del panorama. Nuestro frame es el terreno de juego político en el que tenemos que bregar y tener un diagnóstico correcto de los issues en cuestión, es fundamental.

2. Háblame de tus sentimientos

No hay Descartes que valga en términos de masas. La gente se mueve por sentimientos y pertenencia a colectivos. El colectivo simplifica la argumentación: “Él o ella es de los míos”, “Llevo leyend­o, escuchando (inserte cualquier diario, emisora) desde hace treinta años”, “Yo soy del (partido político)”. ¿Te resulta familiar? Lo habrás oído en multitud de ocasiones. Se trata de simplificaciones que utilizamos para sentirnos parte de un colectivo con el que estamos de alguna manera identificados. Atentos al juego: Descarga el programa de un partido hace veinte o treinta años y pregúntate si entonces les hubieses votado. Te sorprenderías de cómo ha cambiado en Occidente lo que entendemos por conservador o liberal, izquierda o derecha, en términos de medioambiente, reivindicaciones LGTBI o leyes de educación.

3. “Todo depende de cómo se mire” nos dijo Pau Donés

¡Gana la izquierda en Perú! El nuevo presidente Pedro Castillo levanta las simpatías de nuestra izquierda española. Las sensibilidades de un país, región o colectivo pueden variar enormemente ante una misma situación dada. Habría que escucharle sus opiniones acerca del aborto, la situación de la mujer, los derechos LGTBI, y tantas otras m­edidas que no contempla ni por asomo el flamante presidente izquierdista, que incluso la derecha más derecha española sí.

4. Llama a las cosas por su nombre. O no

El lenguaje es flexible y está vivo. Muta con el tiempo y su influencia sobre la sociedad depende del momento histórico.  La utilización de eufemismos para hablar de realidades crudas forma parte del universo político. Así, ‘ajuste’ de presupuesto sustituye progresivamente a ‘recorte’; ‘crecimiento negativo’ a ‘recesión’; ‘austeridad’ a ‘recorte de gasto público’; ‘calmar a los mercados’ por ‘subir los impuestos’. De igual manera, el campeón político tiene que lidiar con el imaginario popula­r. Esto es, incluir términos y reformular preguntas para obtener resultados distintos. De este modo, dependiendo del contexto, se puede cambiar ‘sindicalistas’ por ‘representantes de los trabajadores’ y viceversa.

5. A todos nos gusta una buena historia

Nuestra historia tiene que tener gancho. Hay una realidad que contar al mundo y eso lo puede hacer Spielberg o Almodóvar. Con el primero, la historia será un guion fácil que compartir. La política tiene mucho de didáctica: Hay que explicar constantemente las decisiones más o menos difíciles que se toman. Un relato que funciona se comparte solo. “¡La prima de riesgo está a 600 puntos…!” o “El megavatio/hora está a 172 euros…!». Una argumentación sencilla y sin fisuras provee de armas a nuestros convencidos y a nosotros de un trasfondo sólido sobre el que actuar. Con el segundo, no llegamos más que a los que nos van a aplaudir de cualquier modo.

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