Por Daniel Ruiz, @DanielCompol, Consultor en Saturno Política.
La política lo impregna todo. El hecho de querer comunicar una visión distinta ya implica ejercer tu derecho a representar a un grupo que piensa como tú. No obstante, podríamos pensar que los templos del saber están exentos de un juego tan prosaico como la campaña política, siendo eso: templos del saber.
En absoluto: ¿Realmente piensas que en el ambiente más politizado de la sociedad, como es la universidad, la política no entra de lleno en todas y cada una de las campañas a rector, de los debates internos, las propuestas en materia laboral de sus profesores, las políticas del recientemente creado Ministerio de Universidades, el futuro del país…?
Bajemos de nuevo el frame y echemos un vistazo a la Ley Orgánica de Universidades (2001): el rector será “elegido por la comunidad universitaria mediante elección directa y sufragio universal libre y secreto, por un período de cuatro años y con posibilidad de una sola reelección”.
Eso implica una muestra demoscópica en absoluto pequeña. Solo en la Universidad Complutense de Madrid casi 100.000 estudiantes conforman un grupo extraordinario sobre el que se puede hacer –y se han hecho cientos- de estudios y sobre los que algunos hasta se aventuran a dilucidar qué impacto puede tener el resultado a escala autonómica o incluso nacional.
Echemos la vista atrás: España, México y Estados Unidos
El templo del saber tradicional ha pasado en los últimos tiempos del intercambio sosegado de pareceres, al terreno de la política más encarnizada, propiciando muchos de los grandes cambios y tendencias sociales que posteriormente se dan cita en los cinco o seis issues del agenda-setting político en las elecciones generales.
Vayamos unos años atrás en el tiempo: Nos encontramos en las elecciones de 2011 en España. Un movimiento nacido en la Puerta del Sol pero capitaneado desde la facultad de Ciencias Políticas de la Complutense se ha acabado convirtiendo en un golpe en el tablero político español de indudables consecuencias sociales, hoy palpables en la conformación de un partido de Gobierno. Un movimiento de carácter heterogéneo en el que tomaron parte grupos de diversas edades, con reclamos e intereses diversos que reaccionaba en general a una situación económica y social nunca vista en España desde la dictadura, con la crisis de 2008. España pasó de ser una balsa de aceite bipartidista a un hervidero de malestar por el desempleo, los recortes sociales y, en definitiva, la pobre respuesta política a un problema de primera magnitud. ¿De dónde salió todo aquello? De la sociedad. ¿Quién surfeó aquella ola social? La universidad. De la extraordinaria capacidad que tienen los profesores con afán político para movilizar al estudiantado.
Volvemos a nuestra máquina del tiempo y echamos la vista a nuestros hermanos al otro lado del Atlántico: movimientos sociales como el #YoSoy132 fueron determinantes en el establecimiento de nuevo panorama político mexicano. Las universidades volvieron a demostrar ser un fuerte canalizador del malestar general. Estudiantes que debían afrontar deudas por décadas para poder acceder a los estudios superiores, abonaron extraordinariamente bien el panorama político para que hoy veamos afincado en el Palacio Nacional a Andrés Manuel López Obrador, depositario del voto de un malestar general que inició su andadura, cómo no, en las universidades.
Cruzamos el río Grande dirección Estados Unidos con el denominado Occupy Wall Street. En la misma línea ideológica tras el deterioro progresivo de las condiciones laborales y perspectivas económicas de la generación de universitarios, que llevó incluso a la demanda colectiva de graduados en Derecho de más de veinte universidades al Estado de California por haberles creado falsas expectativas a la hora de escoger sus estudios y encontrarse un mercado laboral saturado.
Hoy en día, esa masa social descontenta ha divergido en dos corrientes: la conservadora, que siente amenazada su posición en el statu quo con el chivo expiatorio de la inmigración y que vota al outsider Donald Trump, y por otro lado la corriente más liberal que muestra su descontento con la clase política tradicional norteamericana buscando soluciones de corte socialdemócrata, encarnada por Bernie Sanders. En definitiva, los movimientos nacidos en las universidades han supuesto otro movimiento populista que tiene su reflejo en el medio plazo.
Estos movimientos confirman la utilización de la emotividad de la política como herramienta fundamental en campaña para hacer a alguien presidenciable, reduciendo los aspectos esenciales de un programa, a una sucesión de episodios pasionales que despierten instintos primarios en el votante: amor, odio, miedo. Todos extraordinariamente exacerbados en los años universitarios.
¿Quieres liderar tu país la próxima década? Visita un campus universitario. Interésate por el perfil de los candidatos a rector y el sentido del voto del estudiantado, de los profesores, de las facultades y hasta del personal administrativo. Podrías llevarte una sorpresa.
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