Por Ángela González Montes, @angelaglzmontes, Administradora Civil del Estado. Experta en Comunicación

La Unión Europea no se ha hecho de golpe, como profetizó Robert Schuman, pero sí se ha hecho a base de golpes, de adversidades provocadas por grandes crisis o shocks colectivos. La construcción europea siempre ha ido a diferentes velocidades. En algunos periodos al paso, en otros al trote. La cuestión era avanzar, por poquito que fuera.

El 24 de febrero Putin decidió invadir Ucrania. Aquella madrugada las bombas y los carros de combate del ejército ruso golpearon el corazón de Europa. Cuando ya pensábamos que el corto siglo XX de Hobsbawm había quedado atrás, este volvía con toda su fuerza devastadora, haciéndonos rememorar los momentos más aciagos de nuestra historia reciente.

Aunque parezca que todo ha cambiado en un mes de guerra, el espíritu de lo que la Unión Europea pretendía hacer con la puesta en marcha del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia- el programa europeo de inversiones más ambicioso desde el nacimiento del proyecto europeo – no se ha disipado con las bombas y las sanciones económicas. Todo lo contrario. Ahora toca ir al galope.

Muchos académicos y expertos en asuntos europeos llevan décadas vaticinando el encallamiento, e incluso la muerte prematura, de la constelación posnacional europea. Sin embargo, desde el brexit, uno de los momentos que parecía marcar el principio de la ‘deconstrucción europea’, el viejo continente se ha fortalecido apostando por un nuevo relato que le ayude a redimirse de la respuesta a la gran recesión de 2008 y la reconecte con una generación que no ha conocido la guerra. En este caso, la NextGeneration.

Resulta paradójico que esa nueva generación, la del Erasmus, el Interrail y el Roaming, para la que el relato de la paz y la seguridad estaba caduco y lejano, esté, en realidad, destinada a reconectar con el proyecto y relato europeos en la respuesta a una guerra inimaginable. Los boomers y los zoomers convergen ahora en la nueva épica europea.

Tras un periodo en el que la Unión Europea intentaba dar sentido a su existencia, tras el fracaso de la Constitución de 2004, la crisis de deuda y el brexit, se han producido una serie de acontecimientos que han impulsado al proyecto como nunca antes, dando pasos de gigante hacia la integración en áreas como la política exterior y de defensa o la monetaria, llegando a utilizar la mutualización de deuda a través de bonos comunitarios para financiar la recuperación. Ya no se trataba solo de ceder soberanía sino de compartir y asumir riesgos en uno de los momentos más difíciles de la pandemia.

La COVID-19 fue el detonante, los fondos NextGeneration son la herramienta y la invasión de Ucrania el acelerador del nuevo relato europeo pospandemia – cuyo nacimiento explícito certificó Borrell en su brillante discurso el pasado 3 de marzo en el Parlamento Europeo. Esta nueva narrativa pone fin al buenismo que caracterizaba al poder blando europeo y relanza el proyecto de las 12 estrellas en uno de los contextos más complicados desde el fin de la Guerra Fría.

Ahora bien, ¿en qué consiste este nuevo relato? ¿Cuáles serían los elementos y características principales del mismo? Hay tres adjetivos que definen a la perfección esta nueva etapa: Una Europa solidaria, una Europa verde y una Europa fuerte. Y, aunque todo esto ya estaba presente en la Estrategia Exterior de Mogherini, en el Pacto Verde Europeo y en los fondos Next GEN EU, es ahora cuando las piezas del puzzle se entrelazan y acoplan de una manera mucho más consistente. La existencia de una amenaza física y real – un tirano con nombre y apellidos – a nuestro modelo de convivencia social, democrático y de derecho hace que los europeos y europeas volvamos a sentirnos orgullosos de lo que somos en conjunto.

Ya no se trata solo de defender nuestros valores democráticos, se trata de sobrevivir y, para ello, Europa debe ser resiliente, pensar geopolíticamente y ser una potencia energética. Esta vez no vale con serlo en el papel de la enésima estrategia y proclamar a los cuatro vientos las bondades del “mejor juntos que por separado”, sino que tiene que demostrar que es capaz de conseguirlo.

En este contexto, los tres elementos del relato se pueden ir desgranando y encontrando a través de una de las herramientas que han vertebrado la integración europea desde la firma de los Tratados de Roma; los fondos europeos, que han contribuido históricamente a cohesionar social y territorialmente a la propia Unión.

Comencemos por la Europa solidaria. Cuando llega la pandemia, la Comisión Von Der Leyen no podía permitirse cometer el mismo error que en 2010. No sabíamos si saldríamos mejores, pero desde luego teníamos que salir más europeos. La compra centralizada de vacunas marcó el inicio de esta nueva Europa solidaria y social que respondía unida y estratégicamente- cabe recordar que detrás de la batalla por las vacunas había mucha geopolítica- ante un enemigo invisible e inesperado. Era el momento perfecto para afianzar el nuevo relato y redimirse de los errores pasados. La respuesta no podía estar, de nuevo, en manos de “los hombres de negro”. Fue en ese contexto cuando se negoció y diseñó el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, instrumento temporal destinado a transformar las economías europeas haciéndolas más verdes, digitales y resilientes, dotado con más de 750.000 millones de euros. Es a través de los fondos NextGeneration como la UE ha decidido reinventarse y tomar las riendas de su propio destino.

No obstante, como dice el primer ministro belga, Alexander De Croo, Europa es una unión de valores, no un cajero automático. Hay que conectar los millones con los valores.

Había que proteger el empleo y se puso en marcha el Instrumento Europeo de Apoyo Temporal para Atenuar los Riesgos de Desempleo en una Emergencia (instrumento SURE, por sus siglas en inglés). Se trata de una ayuda financiera en forma de préstamos de la UE a los Estados miembros que ha servido para que 19 países pudieran hacer frente a los Expedientes de Regulación de Empleo durante 2020 y 2021. Este instrumento ha permitido un ahorro de 8.200 millones de euros en intereses y ha servido para cubrir a 34 millones de personas.

La Comisión también se aseguró de dotar al nuevo marco presupuestario pospandemia de la flexibilidad necesaria para poder r­esponder a los nuevos retos y necesidades imprevistas. Se trata de un presupuesto preparado no solo para las realidades actuales, sino también para las incertidumbres del futuro.

Esta flexibilidad y capacidad de adaptación se ha podido ver recientemente con la propuesta de la Comisión Cohesion’s Action for Refugees in Europe (CARE), que permitirá reprogramar parte de los fondos de cohesión para financiar acciones que contribuyan a la acogida e integración de los más de 3 millones de refugiados ucranianos que ACNUR contabiliza, y que serán muchos más, en los países de la UE. Es la continuación de la Europa solidaria y social del Refugees Welcome que Merkel contribuyó a fortalecer cuando, salvándose a sí misma, contribuyó a salvar Europa en un momento de falta de acuerdo sobre la política de asilo y refugio europea.

La Europa solidaria, además, se plasma en la propia concepción de los fondos NextGeneration porque se sufragan a través de deuda común europea. Pero también son verdes en su origen ya que el 30% de esa deuda tiene que financiarse con bonos verdes. Hoy no se concibe una Europa solidaria con su propio futuro que no apueste por una Europa verde, y tampoco se puede forjar una Europa verde que no sea solidaria con su propio presente; la imprescindible transición justa.

Como asegura la propia Comisión Europea en su página web, el Pacto Verde Europeo- elaborado y presentado antes de la pandemia- es también nuestra cuerda de salvamento para salir de la crisis. Esta necesidad de cambio de modelo productivo y de autosuficiencia energética se plasman en los umbrales mínimos de inversión de los fondos europeos, tanto en los NextGeneration EU como en el Marco Financiero Plurianual; un tercio de los 1,8 billones de euros presupuestados para este periodo servirá para financiar las medidas de este Pacto Verde. Concretamente, los planes nacionales de recuperación tendrán que destinar, como mínimo, un 37% de los fondos para la transición verde.

Con esta base sólida, flexible y proyectada hacia las inversiones verdes y digitales lo que parece claro es que en pleno 2022, y tras explorar su capacidad transformadora, los fondos NextGeneration ya no son solamente un mecanismo para hacer frente a la crisis de la COVID-19, sino que se han convertido en uno de los principales instrumentos para alcanzar esa independencia energética que se pretende acelerar con el Plan “REPower EU”, una propuesta de la Comisión que busca diversificar las fuentes de energía y reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles de Rusia. El objetivo más acuciante es reducir la demanda de gas ruso, con el que Putin financia su guerra, en dos tercios antes de que finalice el año. Aun así, tampoco se puede fiar todo a la respuesta europea conjunta. El mercado energético es demasiado complejo y diverso como para lograr consensos rápidos para los 27 en el seno de las instituciones europeas. El papel de Estados Unidos y de otros países exportadores de combustibles fósiles será indispensable.

En este sentido, se trata de hacer de Europa una potencia energética verde para hacer una Europa fuerte. Solo así podrá tener capacidad de coerción e independenci­a frent­e a la amenaza de Putin. El nuevo relato europeo también se vertebra a través del Fondo de Apoyo a la Paz, creado en 2021 y dotado con 10.000 millones de euros para financiar las acciones exteriores con implicaciones militares o de defensa y permitirá a la UE asistir a los países socios en operaciones militares de apoyo a la paz. En este caso, a Ucrania.

La Europa fuerte necesita una Brújula Estratégica que la guíe y oriente. Precisamente ese es el nombre elegido para la nueva Estrategia de Seguridad y Defensa de la Unión Europea para la próxima década. Catalogada de “demasiado oscura y pesimista” cuando se presentó, bastaron unas semanas para que comenzara la invasión de Ucrania y nadie dudase ya de que “Europa sí está en peligro” como asegura el documento.

Los fondos europeos- en sus diferentes vertientes- siempre han sido uno de los ejes vertebradores de la integración y relato europeos y forman parte de nuestro imaginario colectivo. ¿Quién no recuerda a lo largo de su vida toparse con el típico cartel en alguna de obra o servicio público con la bandera europea y el texto “financiado por la UE”?

Pero la financiación y ayuda europea no consiste solamente en colocar un emblema cambio de dinero. La bandera europea y el texto “financiado por NextGeneration” tienen un significado profundo detrás. Son los propios valores y objetivos que figuran en el artículo 4 del Reglamento del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia y que cobran más fuerza tras el comienzo de la guerra en Ucrania.

Simbolizan la solidaridad en forma de deuda común, la lucha contra el cambio climático, el refuerzo de la democracia ante las amenazas autoritarias, la apuesta por servicios públicos de calidad, la acogida de refugiados, la igualdad entre mujeres y hombres, la vacuna que curará la próxima pandemia y la transición justa que ayudará a que todas las personas y empresas puedan adaptarse a esta ola transformadora.

De la respuesta que den las instituciones europeas y los Estados miembro al terremoto que ha provocado Putin dependerá el futuro del proyecto europeo. Las expectativas son altas. Es por ello que se necesita una buena dosis de realismo y honestidad para los tiempos duros e inciertos que vienen.

Si viajamos en el tiempo, a 1979, encontraremos la espiral de la historia en las palabras que Simone Veil pronunció en su primer discurso como presidenta del Parlamento Europeo. En un duro contexto debido a la crisis del 73, la política francesa señaló que “los sacrificios necesarios solo serán aceptados a cambio de una verdadera reducción de las desigualdades sociales”.

En este caso, el relato de la Europa solidaria, verde y fuerte debe centrarse en un reparto equitativo de los costes de la guerra, especialmente si se prevé larga.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, en el último discurso sobre el Estado de la Unión, aseguró que “Europa necesita un alma, un ideal y voluntad política”. Ahora también tiene un relato forjado en la épica del momento.

Lo que queda por saber es si esta épica será capaz de aguantar las embestidas que estén por llegar.

Deja un comentario