Anécdotas que comparten desde su experiencia once experimentados consultores políticos de comunicación en campañas electorales e institucionales en Iberoamérica

 

A los Alejos hay que mantenerlos siempre lejos…

Por Alfredo Dávalos @Adavaloslopez Consultor Político. Expresidente de ALACOP. Director del Programa de @ConsultoriaYGob

Recuerdo que por el año 2008 asesorábamos una campaña para la alcaldía en una importante ciudad de América Latina y a pesar de que contábamos con una sólida estrategia, además de acciones de alto impacto, de alguna u otra forma no logramos blindar la campaña de todos esos personajes que rodean siempre al candidato, cuyo único objetivo es adularlo, indisponerlo, pero sobre todo hacer que tome decisiones de manera visceral y basadas en meras ocurrencias; a estos personajes y después de la campaña los termine por bautizar como los “Alejos”, ¿por qué Alejos? Porque con sus consejos vuelven a los políticos bien pendejos.
A casi quince días de finalizar la campaña llegamos a estar alrededor de 18 puntos arriba de nuestro principal adversario, pero cada día que pasaba se incrementaban las “Alejadas” y al final terminamos perdiendo por nueve puntos.

No logramos blindar la campaña de todos esos personajes que rodean siempre al candidato, cuyo único objetivo es adularlo

El gran aprendizaje de este tipo de experiencias es que en las campañas tú no puedes permitir la intromisión de los allegados o familiares del político porque al final las decisiones se terminan por tomar con el estómago o con el corazón y eso puede resultar catastrófico para cualquier campaña.

Por eso es que a los “Alejos” siempre hay que mantenerlos lejos…

El voto aspiracional

Por Imma Aguilar Nàcher @immaaguilar Asesora política

Era una de mis primeras campañas electorales en un país de América Latina y en ella aprendí que los ecosistemas sociológicos son el contexto imprescindible para poder operar con acierto en elecciones. Me encargaba de la preparación de candidato y colaboraba en la estrategia general. Le esperaba en la recepción del hotel cuando me comunicaron que estaba a punto de llegar. Salía a recibirle cuando avisté un vehículo Chevrolet blindado de cristales tintados. Le seguían dos coches más tan blindados y tintados como el que paró delante de mí. Una mujer rubia, con una carpeta de papeles, salió de uno de los laterales, mientras se abría la puerta frente a mí. Un corpulento sesentón con un moreno tostado en su piel y el cabello peinado hacia atrás con gomina, que vestía traje de Salvatore Ferragamo de raya fina con chaleco, una cadena de oro al cuello y un reloj gigantesco, se plantó ante mí tendiéndome la mano. Me saludó con un breve “tú eres la española que me acompañará a los debates, ¿no?”. Y mientras pensaba para mí “no, soy la que te va a cambiar la imagen”, le respondí “sí, claro, a los debates”.

Escribí de inmediato a mi director de campaña y, sin haberme siquiera leído los papeles de estrategia, le espeté: “A este hombre hay que quitarle el Rolex, la gomina, la rubia y el chaleco, ¡parece un cacique!” El director me respondió: “Para nada, güerita, los que le van a votar quieren ser como él”.

Los ecosistemas sociológicos son el contexto imprescindible para poder operar con acierto en elecciones

Unos días después participaba en su primera entrevista de campaña en televisión. La presentadora era una experimentada periodista curtida en mil batallas y sabíamos que la entrevista iba a ser dura. La preparamos para salvar todos los puntos flacos del candidato que tenían que ver con los escándalos de su partido del que él era uno de sus altos dirigentes. Ya en el plató, se situó siguiendo las instrucciones de postura para ocupar espacio, se sentó sobre la chaqueta, colocó su corbata y empezó la entrevista. Ella, muy mordaz, le hizo dos preguntas cuyas respuestas habíamos preparado y que, en consecuencia, fueron las adecuadas. Él estaba ya cómodo en su primer examen superado. La tercera pregunta fue: “¿Tiene usted hijos ilegítimos?”. Yo salté en el control de realización, braceando y a voces: “¿Pero qué coño de pregunta es esa?”. Todos me miraron como si hubiera aterrizado en un platillo volante mientras, en los monitores, el candidato en primerísimo primer plano se frotó el mentón como intentando recordar y, mirando sonriente a la presentadora, dijo: “Me hubiera gustado porque solo tengo hijas”. La entrevista prosiguió en la mejor de las situaciones para el candidato. Y yo aprendí el voto aspiracional, que los candidatos no siempre saben cuál es tu papel, y la importancia de lo personal y de la verdad en política.

Conejillo de Indias

Por Mauricio De Vengoechea @devengo Presidente de Devengoechea.com

Antanas Mockus, político conocido en Colombia por ser el gran impulsor de la cultura ciudadana, suele utilizar un leguaje simbólico que, a lo largo de su carrera, le ha traído resultados polémicos pero impactantes al mismo tiempo.

Se hizo conocer en los noventa, desenfundando una espada de plástico con la que amenazó al presidente César Gaviria, exigiéndole aumentar el presupuesto de la Universidad Nacional.

Como alcalde de Bogotá se vistió de superhéroe para llamar la atención de los medios. Se bañó en la icónica fuente de La Rebeca donde los gamines (niños de la calle), simbolizando un acto de contrición que aseguraba le permitiría limpiarse del error de haber renunciado a la alcaldía para buscar una candidatura presidencial. Se casó encima de un elefante para denunciar que la política colombiana era un circo, y más recientemente, se bajó los pantalones y mostro las nalgas a los senadores, en señal de protesta pacífica, el día inaugural de sesiones del actual Congreso.

El presidente Samper jamás habría aceptado prestarse a la metodología del alcalde, por lo que prefirió que, como su consultor, yo aceptara ser conejillo de indias

En 1995 las relaciones entre el entonces presidente Ernesto Samper y el alcalde Mockus no eran óptimas y aun cuando ambos sabían que debían mejorarlas, Samper no estaba dispuesto a aceptar la metodología propuesta por Mockus para conseguirlo. Es por ello que decidió enviar a su consultor, que era yo, a pasar primero la prueba.

En un primer ejercicio, Mockus y yo nos sacábamos la lengua ante un grupo de espectadores para evidenciar que éramos adversarios. En un segundo ejercicio nos paramos cada uno frente a un espejo para ponernos y quitarnos máscaras hasta que ambos entendiéramos que debíamos quitarnos la careta que nos imponía la política. Todavía en un tercer ejercicio, me vi obligado a amarrar el cordón de mi zapato derecho al izquierdo suyo, para saltar juntos una serie de obstáculos que, según él, nos imponían las diferencias ideológicas. Al final disfrutamos de una taza de chocolate santafereño para zanjar las diferencias.

El presidente Samper jamás habría aceptado prestarse a la metodología del alcalde, por lo que prefirió que, como su consultor, yo aceptara ser conejillo de indias.

Confianza en los consultores

Por Virginia García Beaudoux @virgbeaudoux Directora de COMMUNICATIO y  Orlando D’Adamo Director de COMMUNICATIO

Recordamos en especial dos errores trabajando en campañas. El primero lo protagonizamos, el segundo lo evitamos. Estábamos muy enfocados preparando a una candidata a la presidencia de su país para la gran noche del debate electoral, en el que ella se enfrentaría a cuatro candidatos hombres. El jefe de campaña nos comunica, sonriente y satisfecho, las reglas negociadas para el debate: dos horas, con un corte intermedio de diez minutos. Recién cuando llegamos al estudio de televisión, nos dimos cuenta del problema: desplazarse hasta el baño tomaba casi cuatro minutos para alguien con tacones altos… O sea, a ella le quedaban apenas dos minutos y volar al estudio nuevamente. Por temor de no llegar a tiempo, prefirió aguantarse y esperar hasta el final del debate. Todavía nos lo recuerda.

Recién cuando llegamos al estudio de televisión, nos dimos cuenta del problema: desplazarse hasta el baño

El que pudimos evitar: llegamos al país del candidato al que asesorábamos para prepararlo para el discurso de cierre de campaña. En los ensayos notamos algo extraño, hablaba diferente. Le preguntamos qué le sucedía, y nos dijo que a un “asesor” se le había ocurrido que modificara su acento para el discurso final, porque sonaba “muy regional”. Era un político de 60 años al que todos conocían con SU acento. Espantados, hicimos dos cosas. Le quitamos esa idea de la cabeza, y la otra la seguimos haciendo: aún estamos persiguiendo al asesor de tan brillante idea.

Cosas que pasan en las campañas.

Fallo de un asesor y declaraciones indirectas de un candidato

Por Ma. Alejandra Trujillo M. @MarialeTrujillo Consultora Política, experta en gerencia de empresas políticas

Una gran anécdota que tuve y siempre la cuento fue cuando un asesor de un presidente de un partido, cuando diseñamos la estrategia de posicionamiento del mismo, dijo “yo no estoy de acuerdo con la estrategia y mucho menos con los recursos de comunicación, eso no funciona, debemos enviar cartas, y mensajes de texto que con eso la gente sale a votar”; lo más triste es que fue un alto funcionario del estado y su gestión fue pésima.

A veces los candidatos no entienden la importancia de la imagen de la campaña

Otra anécdota fue con un candidato que al tomar la foto de la estrategia decide que su foto debe ser con un sombrero de vaquero, porque a su amante le encantaba que lo usara y era su manera indirecta de decirle que le importaba para que lo apoyara en su campaña. Adicionalmente me pide que, si su esposa preguntaba, le dijera que había sido parte de la estrategia para llamar la atención de los votantes. A veces los candidatos no entienden la importancia de la imagen de la campaña.

La doble muda

Por Diana Rubio @driecel Consultora en comunicación, protocolo, etiqueta y eventos

Preparándonos para una campaña, formamos al candidato en imagen y telegenia.

Se realizaron las fotografías oficiales, todos quedamos contentos con el resultado y fuimos a comer a un restaurante cercano, lugar en el que uno de los camareros tropezó y parte de uno de los platos de salmorejo cayó por encima de la camisa del candidato, dejando un maravilloso rastro rojo imposible de borrar.

Pero las cosas podían ir aun peor: el candidato olvidó traer camisa de repuesto y precisamente no vivía cerca y tampoco contábamos con tiempo de ir a comprar otra. ¿Qué hicimos? Aunque dos tallas más pequeñas, uno de los compañeros le dejó la camisa que llevaba puesta. Pensábamos que el asunto estaba solucionado, pero no.

El candidato olvidó traer camisa de repuesto y precisamente no vivía cerca y tampoco contábamos con tiempo de ir a comprar otra

Llegamos a la entrevista, y aunque el candidato tenía indicaciones de no quitarse la chaqueta, el candidato comenzó a sudar fruto de los nervios y los focos, por lo que decidió quitársela y mostrar a todos los espectadores aquella camisa dos tallas menos de un blanco semitransparente que le marcaba músculos que ni sabíamos que existían.

Desde ese momento, el pasó a ser carne de meme y nosotros, a llevar doble muda de ropa de candidatos con nosotros siempre.

«He sido un regalo no deseado»

Por Luis Arroyo @LuisArroyoM Consultor de comunicación. Dirige Asesores de Comunicación Pública

Me ha sucedido en un par de ocasiones. Un empresario latinoamericano, quizá argentino o mexicano, quiere “regalarme” a un candidato amigo suyo. Nos vemos en Madrid, me cuenta la extraordinaria relación que le une al político, las vicisitudes de la campaña, lo bien que le iría a su buen amigo contar con mis consejos. Le hago una propuesta, que al empresario le parece bien, y firmamos un contrato. Él paga… Me empaqueta y me envía al lugar.

Al empresario le parece bien, y firmamos un contrato. Él paga… Me empaqueta y me envía al lugar

Me veo con el candidato para empezar. Pero noto que el tipo pasa bastante de mí. Los expertos locales, del partido o externos, me ven, como es habitual, con toda reticencia. Como además no son ellos directamente quienes requieren mis servicios, sino que soy un regalo generoso, siento que sobro. Lo intento, incluso alguna de las cosas que digo les parecen razonables, pero no sirve de mucho. Pongo las reuniones mínimas y me dedico a visitar la ciudad, a disfrutar de su gastronomía y de mis colegas españoles. Si el candidato gana, apuntaré la victoria en mi currículo. Si pierde, explicaré que no me dejaron intervenir y no tengo por tanto nada que ver con la derrota. ¡Pero, coño, que bonito es Buenos Aires!

Investigación, fundamental

Por Maximiliano Aguiar @maxiaguiar Estratega Político

ace unos años, nos contratan para llevar la campaña de un candidato que iba por una alianza de partidos en un país de Centroamérica. Para iniciar, pedimos un trabajo de investigación de opinión pública para analizar el posicionamiento de cara a las elecciones. Su jefe de campaña se mostró renuente a encarar ese proceso, diciendo que sabían que estaban primeros, y que prefería invertir los fondos en publicidad en medios.

Luego de mucho insistir, decidieron contratar una encuesta para corroborar lo que ellos ya sabían

Luego de mucho insistir, decidieron contratar una encuesta para corroborar lo que ellos ya sabían. Nosotros volvimos a viajar para conocer el resultado de esa encuesta. Ante la plana mayor de los partidos, el jefe de campaña y el candidato, un joven encuestador expuso varias láminas hasta que llegó el plato fuerte: la intención de voto. El primero tenía un 42 % y, hacia atrás aparecían seis figuras, hasta llegar a “nuestro” candidato con… 0,3 %. Todos se quedaron helados mirando ese número, menos el jefe de campaña que se da vuelta hacia donde estábamos y nos dice “verdad que podemos ganar, ¿no?” Mordiéndome los labios para no reírme le contesté “sí, quizás en ocho años”… Ese fue nuestro último día en la campaña y que, luego de un enorme trabajo de su equipo, terminó con un impresionante 0,6 %… ¡el doble que en el arranque!

El valor del equipo

Por Eduardo G. Vega @eduardoglezvega Director de La Revista de ACOP y Gabriela Ortega Jarrín  @gabrielaortegaj Subdirectora de La Revista de ACOP

Uno de los pilares para una campaña electoral exitosa es contar con un buen equipo de trabajo, con roles repartidos, responsabilidades asignadas y tareas con plazos. Nosotros vivimos una situación totalmente opuesta a esta recomendación inicial en la que, con la “carrera” ya comenzada para ganar unas elecciones primarias de carácter nacional, la improvisación campaba por todas partes, cada miembro del equipo hacía lo que le parecía oportuno y el candidato se preocupaba todavía de qué marca iba a ser la chaqueta que llevaría el día de su presentación.

Suele ser normal que los candidatos que se suman a los procesos sin una planificación previa tengan prisa por hacer en una semana el trabajo de varios meses, y como consultores debemos adaptarnos a las circunstancias. Por eso, el primer trabajo con el tiempo pisándonos los talones era organizar al equipo, motivarlo e implementar una estrategia de valor de marca del candidato, mientras ganábamos tiempo para investigar. Así, prácticamente sin dormir, se cumplió el primer objetivo y quienes estaban involucrados en la campaña tenían asignados roles y responsabilidades a cumplir en tiempo y forma. Pero el desastre vino poco tiempo después…

La organización y el diseño inicial volaron por los aires porque ya no había una sola directriz de campaña sino varias voces a las que escuchar

Con el equipo funcionando los primeros días de trabajo, el día previo a la presentación de la candidatura, nos llama por teléfono el secretario del candidato quien tenía como función estar en contacto con todos para actualizar el cronograma de campaña y llevar un mínimo orden de la agenda, y se presenta como “el director de campaña”. Mayor fue nuestra sorpresa cuando el motivo de la llamada del “señor director” era “para saber cuáles son los 140 caracteres del primer tuit que publicará el candidato”.

¿Cuál es el origen de este desastre? La noche anterior de la llamada, en una cena informal, el candidato volvió a reorganizar el equipo a su antojo y a designar funciones según su criterio. La organización y el diseño inicial volaron por los aires porque ya no había una sola directriz de campaña sino varias voces a las que escuchar y obviamente el equipo va a hacer caso a “su jefe”. Ante esas circunstancias y algún incidente más que será motivo de otro artículo, nos vimos obligados a salir del proyecto y, como espectadores de la campaña podíamos ver que el caos era la estrategia porque no se explotó el valor de cada uno de los miembros del equipo.

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