Por Jesús Espino. @jesusespino,

Director general de Comunicación del Ayuntamiento de Málaga

Antes de que las frenéticas redes sociales se impusieran, cuando la instantaneidad estaba asociada a la radio, los domingos significaban lectura reposada de prensa. La semana se desvanecía en una última jornada, informativamente hablando, plana. Aquella atonía rara vez se interrumpía por algo distinto al fútbol. En España, los periódicos estaban obligados ese día (entre 1925 y 1982) a dar descanso a sus periodistas: el único rotativo que podía encontrarse en los quioscos al día siguiente era La Hoja del Lunes, producto editado por las asociaciones de la prensa provinciales.

El ritmo venía dado por la tecnología de la época analógica, pues transmitir no era tan rápido, sencillo ni barato como ahora; por la tradición católica, que prescribía cerrar la persiana e ir a misa en familia; y por los derechos laborales conquistados a raíz de huelgas iniciadas en 1919. La llegada de la radio (a partir de 1924) y la televisión (desde 1956) aceleró la información y diversificó el entretenimiento, pero no tuvo impacto definitivo en el arraigado descanso del séptimo día.

Antes de instalarnos en el paradigma digital, cuando se quería lanzar un mensaje para llegar a la mayor cantidad de público posible, lo más codiciado era el diario del domingo, el de mayor tirada, el más leído. Los medios de comunicación tradicionales obedecían a ciclos regulares, sin actualización permanente: el p­eriódico cerraba cada noche y tenía, salvo números extra, 24 horas de vida en papel; la radio acaparaba la mañana y la televisión reinaba por la noche. Es decir, la unidad de medida del tiempo era el día, no el instante, no el espasmo. Con esa cadencia comunicativa salimos del siglo XX y entramos en el XXI.

Las noticias se comen las unas a las otras. Aaron Sorkin lo describió con precisión en Sacar la basura, capítulo 13 de la primera temporada de El Ala Oeste de la Casa Blanca (emitido por primera vez el 26 de enero de 2000). No haré spoiler por si quedara algún lector de esta revista que no haya visto aún la mítica serie, un básico de la comunicación política.

Todo lo anterior viene al caso porque, pese a mantenerse cierta adhesión a las costumbres del pasado, comunicar los domingos ya es un recurso aceptado y normalizado con poco respeto por la ansiada conciliación. Ha dejado de ser extraordinario para convertirse en rutina. Las reglas del juego cambiaron, de qué manera, cuando Internet dejó de ser una gran biblioteca para convertirse en una gran conversación; cuando los intermediarios y los receptores se transformaron, como sostiene el profesor Díaz Nosty, en medios continuos y audiencias activas; cuando Facebook (2004) y Twitter (2006) rompieron el mercado de la atención, seguidos por WhatsApp (2009), Instagram (2010) y TikTok (2016).

El domingo 9 de octubre de 2022, a las 20.23 (hora calculada para abrir el Telediario de las 21.00), el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) comunicó en Twitter que “finalizado el plazo anunciado a los vocales del Consejo en el Pleno del pasado 29 de septiembre sin que Gobierno y oposición hayan alcanzado un acuerdo para la renovación del ó­rgano de gobierno de los jueces”, el presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes, procedía a formalizar el lunes su renuncia al cargo. La publicación de la cuenta verificada @PoderJudicialES incluía enlace a una nota de prensa y una declaración en video (casi cinco minutos) que se extractó (minuto y medio) para incrustarla en el tuiteo.

El video de Lesmes podía haberse publicado antes, aunque algunos analistas interpretaron que buscaba justificar su ausencia, el 12 de octubre, en el desfile militar de la Plaza de Lima y la posterior recepción ofrecida por el Jefe del Estado en el Palacio Real con motivo de la Fiesta Nacional. Cabía optar por una conferencia de prensa entre semana, sometiéndose a las preguntas de los periodistas. Pero en el CGPJ escogieron el domingo con mira telescópica. Lógica y legítimamente, querían todo el foco apuntando a su mensaje. Y para lograrlo no sirven los sábados: como explicó Borja Ventura  (eldiario.es, 03/03/2013), “si no quieres que se sepa, cuéntalo un sábado”.

El CGPJ no es pionero en comunicar los domingos: si buceamos en la hemeroteca, encontraremos ejemplos anteriores, muchos del ámbito político, muy elaborados. Pero la declaración enlatada de Lesmes marca un punto de inflexión. Oficializa una tendencia. En cierto modo, institucionaliza la notificación en festivo, la alerta inducida, la última hora de autor. Si el máximo representante del Poder Judicial, una de las primeras autoridades del país, trabaja el séptimo día para ganarse un titular con tanta puntería, procede despedirse del descanso dominical. Digámosle adiós sin rencor ni melancolía.

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