Compilados por Yuri Morejón, Mario Garcia e Ignacio Dusmet

No se puede pedir más a 2014. En los siete meses transcurridos se han presenciado conflictos internacionales, abdicaciones, elecciones de todo tipo y fútbol, mucho fútbol. Durante un mes Brasil será el centro del mundo. Los aficionados a este deporte se levantarán pensando en el partido que toca hoy, pero otros se levantarán pensando en el mensaje que quieren transmitir en el mitin de ese día.

Temporada de mundial y de elecciones en América Latina. Este año hay siete procesos presidenciales que abarcan desde El Salvador hasta Uruguay. Países en donde el fútbol es prácticamente la “religión oficial”. Los líderes políticos seguro que han tenido en cuenta el mundial para su programa electoral, porque, como dijo el argentino Jorge Valdano, “sabemos que Inglaterra es la madre del fútbol, pero nosotros seguimos pensando que somos el padre”.

Y es que la competición puede condicionar las fechas de algunas elecciones, y más si el campeonato de fútbol más importante del mundo se juega en su continente. Esto ha pasado ya en Uruguay. Las elecciones primarias se han adelantado un mes porque el día inicial de la campaña coincidía con el mundial y los candidatos temían que interfiriera en el proceso.

En Colombia la segunda vuelta se ha celebrado el 15 de junio, un día después del primer partido de su selección en el mundial. Jugaron contra los griegos y ganaron 3 a 0. A la mañana siguiente se previó que iba a ser una jornada con mucha participación electoral, y acertaron. En la segunda vuelta votaron un 7,89% más que en la primera. Ha podido ser por las estrategias de los candidatos, lo ajustado de las encuestas que se traducía en incertidumbre del resultado pero todo indica que también ha sido por el triunfo la selección de fútbol.

El fútbol, el mundial, puede ser una buena herramienta electoral para conseguir una mayor movilización de los votantes o respaldo a los gobiernos establecidos por un contagioso optimismo emocional. Pero esta herramienta es muy inestable: un día puede estar a tu favor y a la mañana siguiente, en contra.

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