Por Milton Cohen-Henríquez S. @miltonhenriquez Embajador de la República de Panamá en España
Los modelos políticos siempre corresponden con el modelo económico de la sociedad a la que sirven. Cuando el modelo económico cambia, el modelo político hace crisis y también tiene que cambiar o si no, habrá un perjuicio económico de tal nivel, que producirá fuerzas revolucionarias que transformarán de una forma u otra dicho modelo.
Para explicarme mejor, para una tribu cazadora recolectora el modelo político era un jefe de tribu, era el mejor cazador, el más grande y fuerte, que podía defenderlos y probablemente le tocaba decidir quién tenía la razón en alguna disputa. Para un pequeño grupo de personas que se iban moviendo, la capacidad principal era la fuerza, el capital era la capacidad de obtener comida.
Cuando pasamos a la era agrícola, ya ese rol del jefe de tribu es reemplazado por un rey o un príncipe, en donde el capital era la tierra, por ende el control político de la tierra y del uso de ésta, era lo que generaba el modelo económico-político.
Al pasar a la era industrial es el capital en maquinaria y luego en flujos económicos, lo que determina la riqueza y el poder; el régimen feudal es reemplazado por la democracia liberal. Hoy este modelo también está haciendo crisis porque surge un nuevo sistema económico cuyo epítome es internet, que ofrece una nueva forma de interconectarnos, de compartir información y de tomar decisiones.
Ya no es lo que se pueda cazar o recolectar, tampoco es la tierra, ni la maquinaria fija o el flujo de capital, sino la información y la capacidad de usar esa información, lo que genera la forma principal de riqueza. En esta nueva etapa, que podríamos llamar de la Economía Colaborativa, empiezan a colapsarse las estructuras porque ya se hace menos necesaria la intermediación.
Las diferentes estructuras de gobierno que se dieron en el pasado como necesarias, ya sea por la extensión territorial o por la lentitud de las comunicaciones, llevaba a modelos delegatarios o representativos. Ante la inmediatez de la información y de la comunicación, colapsan las estructuras porque se requiere menos intermediación. Se va transformando entonces la capacidad de producción, así como lo que se produce y lo que tiene valor, y se va también transformando la forma en la que se toman decisiones económicas, por lo tanto sociales y por ende políticas.
Esta nueva plataforma se extiende a la solución o satisfacción de necesidades sociales y surgen mecanismos paraestatales en donde no se requiere la tutela de la fe pública a través de la garantía que da un estado, porque es más eficiente, porque es más inmediato o porque simplemente el Estado no le da esa verdadera fe pública a sus actos, sea por la corrupción, por la ineficiencia o por la inoportunidad. Las personas no están rebelándose contra el Estado; le están dando la espalda al Estado porque, o no les es útil o porque les es perjudicial.
En este sentido la Economía Colaborativa va dando paso a un nuevo modelo político. La pregunta es si ese nuevo modelo político que va a reemplazar a la representación como mecanismo de participación, serán modelos que garantizan la equidad y la fe pública, o sea, que sean justos y confiables.
Al mismo tiempo que va surgiendo esto como un modelo que genera alguna esperanza frente a la crítica a los partidos políticos, a los ministerios, a las asambleas, a los tribunales, pero también a los sindicatos, a los medios de comunicación social, a los gremios empresariales y a las iglesias (en fin, a toda la organización tradicional mediante la cual nos dábamos los bienes sociales, políticos y económicos) empiezan a surgir las críticas y dudas sobre el poder que acumulan las grandes empresas que sirven de plataforma a la Economía Colaborativa. En ese contexto empieza la gente a preguntarse: ¿y quién nos va a defender de esos poderes empresariales que no tienen mayor control sobre ellas? Algunos piensan que la propia tecnología ofrecerá la solución (a través de Blockchain o internet 3.0), otros sostienen que solo se podrá mediante una entidad superior que los regule, que los controle, que evite el abuso de ese poder, económico, social y de información que van adquiriendo. Por ende, aun con Blockchain e internet 3.0, o lo que venga después, se mantiene la necesidad de un Estado.
Así que no estamos planteando aquí que vamos camino a la anarquía, ni siquiera que se van a privatizar todas las actividades que hoy en día brinda el Estado. Lo que sostengo es que hay un nuevo rol para el Estado dentro del nuevo mecanismo de participación y organización de las personas para brindarse los bienes sociales, para darse el bienestar económico, para garantizar su calidad de vida, que sin embargo requiere de entidades no privadas que velen y garanticen que eso se haga con justicia, con equidad y donde se tutele la fe pública. Ese es el reto que tenemos hoy al discutir el nuevo modelo político para la Economía en una Sociedad Colaborativa.
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