Lorena Santos

Consultora Asuntos Públicos Silverback

Nuevos nichos electorales se perfilan ante las elecciones del 28M, uno de ellos es la comunidad evangélica que a pesar de ser una confesión minoritaria en España supone 4.340 templos distribuidos en 803 municipios. Según la estimación que realiza la entidad ‘Evangelismo a Fondo’ actualmente los creyentes evangélicos en España suponen unos 500.000, unos 100.000 más que hace diez años. El crecimiento de los creyentes evangélicos supone una oportunidad electoral, tal y como se ha visto en América Latina con el caso de Bolsonaro en Brasil, Alvarado en Costa Rica o en Nicaragua con Ortega. Sin embargo, es importante comprender para la comunicación política de qué forma la vida religiosa —particularmente las prácticas y creencias de las iglesias evangélicas— influye efectivamente en la forma como los votantes toman sus decisiones electorales.

Desde la interpretación compensatoria de lo religioso-político se puede entender que la religión es un fuerte fundamento para la toma de decisiones que modifican la esfera política, pero también, la situación política interviene en la estructuración del campo religioso a través de las leyes y normas que promueve. No es posible entender la toma de decisiones políticas, y en particular, las electorales como un proceso individual, meramente interno y aislado del contexto social y cultural en el que ocurre. El proceso de toma de decisiones electorales tampoco es simplemente el resultado de un cálculo mental de eventuales perjuicios o beneficios que hay que sopesar. Siguiendo a Bourdieu en su libro La eficacia simbólica: religión y política, se trata más bien de un proceso complejo constituido por habitus sociales y culturales fundamentados en muchos casos en la religión, que operan en un campo donde los actores se ‘educan’ mutuamente, no siendo los ciudadanos individuos que toman racionalmente la decisión, sino actores que ejecutan un papel aprendido.

La religión constituye una realidad humana, cultural y social que tiene profundas implicaciones a nivel político. Es decir, las religiones no son solo una experiencia de adoración en un culto o rito, sino que son una doctrina existencial con aspectos normativos, que dan una visión de mundo a sus feligreses, además de orientarlos hacia las decisiones apropiadas que deben tomar en cualquier materia. En ese sentido, la persona tiene la capacidad osmótica, como lo señala el antropólogo Lluís Duch en su libro Religión y política, de establecer relaciones de reciprocidad, de nutrición y fortificación por medio de los distintos intercambios que se establecen entre religión y política.

Algunas de las creencias religiosas (entendidas como un hábito mental producto de la repetición) de las iglesias evangélicas influyen directamente en el modo como sus creyentes toman decisiones electorales. Una de las creencias fundamentales para los feligreses es la autoridad infalible de los líderes y pastores; la desobediencia a la ‘voz’ de los pastores implica una directa desobediencia a los ‘mandatos’ de Dios, pues ellos son sus representantes en la tierra. La autoridad infalible del pastor se fortalece con la creencia en su capacidad mística de revelación: Dios se comunica directamente al pastor a través de sueños y revelaciones para mostrar ‘el camino’ que los creyentes deben seguir en todos los ámbitos: político, económico, emocional, espiritual y familiar. Estas creencias religiosas se enlazan con creencias morales que tienen influencia directamente en la conducta y los valores que defienden los creyentes evangélicos: la defensa del matrimonio entre un hombre y una mujer, el rechazo al aborto y a la eutanasia o la desaprobación de la adopción por parejas del mismo sexo.

En este sentido, el campo religioso dispone un suelo propicio para que los creyentes evangélicos no solo configuren su razonamiento político, sino que, además, puedan crear comunitariamente un sistema de razonamiento que articula creencias y prácticas religiosas con creencias y prácticas políticas, produciendo así una simbiosis entre los dos campos. Las creencias se articulan con prácticas religiosas concretas que entran en juego en el proceso de la toma de decisión electoral por parte de los creyentes.

Por ejemplo, en medio de un culto dominical los pastores comunican a los creyentes la ‘revelación divina’ del candidato por el que deben votar. Así, el primer conocimiento de los candidatos políticos por parte de la mayoría de los creyentes ocurre en el entorno del templo. Dichos candidatos avalados por los pastores de la congregación requieren una confirmación interna por parte de los creyentes a travé­s de la oración y el ayuno: estas dos prácticas cumplen una función fundamental pues le aseguran internamente que el candidato elegido por sus pastores es el ‘correcto’.

Otra práctica regular en el entorno de las iglesias evangélicas es que los creyentes suelen acercarse voluntariamente a los pastores para pedir un consejo antes de tomar cualquier decisión. En la mayoría de los casos, los feligreses obedecen las instrucciones de sus pastores sin importar lo que ellos quieren o piensan, pues opera la creencia en la autoridad infalible del líder religioso. De este modo, se puede comprender cómo el consejo político de los pastores no es rechazado por sus miembros, más bien, los creyentes solicitan y acogen los consejos de elección política que sus pastores les dan. Los creyentes evangélicos crean un razonamiento político- religioso que niega la idea de una racionalidad meramente religiosa o secular. Al mismo tiempo, su conducta no distingue un ámbito exclusivamente religioso de otro exclusivamente político.

En este sentido, la comunicación política debe prestar atención a los actos político-religiosos que realizan los candidatos en estas elecciones y a las alusiones religiosas en su discurso. Ganarse el electorado evangélico podría asegurar un número importante de votantes.  

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