Directora de la Oficina del Parlamento Europeo en España

«Hay que reivindicar la autoría europea de las decisiones porque, si no, el ciudadano no entiende para qué sirve Europa»

Claudia Ortega Chiveli  

@claudia_chvl

María Andrés es la cara, la cabeza y, casi casi, el corazón -con permiso de sus compañeros y de las y los eurodiputados- del Parlamento Europeo en España. Ella encabeza desde enero de 2016 la Oficina de la Eurocámara en Madrid, una de las más de treinta que tiene repartidas por toda Europa para aterrizar, precisamente, Europa a lo más local, a la ciudadanía de cada país miembro.

Casi ocho años de entrega a un proyecto, el europeo, que siente como propio. Antes fueron muchos más, en otras responsabilidades y en Bruselas, donde se deciden buena parte de los temas que posteriormente legislan los países y que afectan al día a día del ciudadano de a pie. “Asuntos domésticos” y no internacionales, como ella misma defiende. Porque ahí es donde falla, en parte, la comunicación europea.

En esa burbuja que forman Bruselas y Estrasburgo, María compagina su labor institucional con otra más pedagógica, convertida en un empeño casi personal: explicar y acercar la Unión Europea a la gente corriente, con un lenguaje cercano, pausado y adaptado a las nuevas generaciones y plataformas. Esas que le enseñan a dominar sus tres hijas. Porque cuando se quita el traje europeo, María es una mujer comprometida, madre y referente feminista. De todo ello, de un concepto de liderazgo que ha de cambiar y de la importancia de comunicar -y comunicar bien- Europa, hablamos en esta charla. 

María Andrés es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Navarra y la Columbia University de Missouri (USA). Máster en Unión Europea y política internacional por la University of Bath (UK) y Université Sciences Po (FR).

Empecemos por el principio. ¿Cómo se comunica la Unión Europea (UE) desde una de sus instituciones? ¿Cuál es el objetivo?

El objetivo es romper la burbuja. Dentro de cada institución europea existen servicios de comunicación y hay una batalla constante por el relato. En Bruselas ocurre muchísima actividad que afecta al interés ciudadano y cada institución quiere imponer su agenda y destacar los temas donde haya tenido más protagonismo. Desde el Parlamento Europeo tenemos un servicio de comunicación que lleva las relaciones con los medios de comunicación, pero que también comunica a través de plataformas, redes sociales y multiplicadores de opinión. Aquí se abre todo un campo nuevo donde estamos intentando afianzarnos.

Una UE con 27 acentos y culturas distintos. ¿Cómo se adapta el mensaje que llega desde Bruselas en cada país miembro? ¿Cómo se construye un único relato?

Es la cuadratura del círculo. Necesitamos un relato que sea coherente y común a toda la ciudadanía, pero los intereses, la cultura y el contexto en los que vive cada ciudadano son totalmente distintos. Traducir lo que ocurre en Bruselas en una narrativa que apele al interés especifico de cada país y cada ciudadano es el gran reto que tenemos. Localizar cada información. El reto de la UE no es diseñar una narrativa, sino cómo superar 27 relatos diferentes sobre qué es la UE y conseguir que los elementos tan diferentes de los 27 acaben confluyendo. Ese ‘unidos en la diversidad’.

“Traducir lo que ocurre en Bruselas en una narrativa que apele al interés especifico de cada país y cada ciudadano es el gran reto que tenemos»

¿Y cómo se consigue algo tan complejo?

En el momento en el que surge la UE, el relato era muy claro porque había una necesidad básica de sobrevivir a la II Guerra Mundial, de establecer un relato de paz y un mercado común. Años después, el relato europeo palidece porque, una vez tenemos generaciones que ya han nacido en esa UE de paz, empiezas a preguntarte para qué sirve la UE y para qué estamos en ella. Ahí hubo un vacío de relato y no acabamos de encontrar cuáles eran los elementos que podrían interesar a la ciudadanía para que lo hiciera suyo. Al final, la realidad nos ha demostrado que el mejor relato es identificar a la UE, no tanto como garante de paz y estabilidad, sino como herramienta útil para protegernos frente a los efectos negativos de la globalización. Las crisis afectan a todos los países a la vez y, gracias a la unidad de la UE, podemos gobernar de mejor manera efectos como la deslocalización de las empresas, los derechos laborales, la inflación, etc. La pandemia de la COVID-19, las vacunas, los fondos Next Generation o la respuesta a la invasión de Ucrania son ejemplos de la utilidad que tiene la UE. Estar bajo ese paraguas ayuda mucho.

En cambio, el conflicto entre Palestina e Israel ha tambaleado el relato europeo…

Con Oriente Próximo estamos viviendo en vivo y en directo lo difícil que es conformar una sola narrativa de respuesta, pero estamos en ello. Los ataques de Hamas fueron tan espectaculares en lo dramático, que provocaron una ola de solidaridad y apoyo a Israel que necesitaba tamizarse con otros puntos de vista. Eso es lo que se hizo días después en Estrasburgo, precisamente, gracias al trabajo de la comunicación política desde las instituciones. Ahora tenemos una resolución del Parlamento Europeo sobre cuál es la postura de la UE en esta materia.

“Con Oriente Próximo estamos viviendo en vivo y en directo lo difícil que es conformar una sola narrativa de respuesta, pero estamos en ello”

Este es un ejemplo perfecto para conocer cómo se reacciona en tiempo real desde la UE a una crisis de comunicación. ¿Qué se construyen primero, la estrategia de respuesta o la decisión política?

En temas tan sensibles como la respuesta a Oriente Medio, son los presidentes de cada institución y cada gobierno quienes conforman la narrativa conjunta. Desde las instituciones, los gabinetes de comunicación a veces tenemos que hacer un esfuerzo extra por darle más coherencia al relato y lograr que se entienda. Por ejemplo, saber explicar que Ursula von der Leyen es alemana y tiene una sensibilidad a la hora de defender una postura en este tema. Los gabinetes de comunicación, ante una cacofonía puntual, tenemos que poner en contexto cuál ha sido la postura de la UE y los consensos, y recordar incluso a los propios líderes cuál es ese margen. Es un esfuerzo colectivo.

Aquí se evidencia que las sensibilidades de cada país condicionan un relato común. ¿Qué autonomía tienen las oficinas del Parlamento para adaptar su comunicación?

La misión de las oficinas del Parlamento Europeo en el exterior es comunicar y reflejar lo que está ocurriendo en Bruselas. Nuestro papel, desde el punto vista de la comunicación, siempre es trasladar la postura del Parlamento en una resolución y dar el contexto adecuado a los periodistas, más que reaccionar a las declaraciones de turno de cualquier líder.

¿Y cómo se conjuga esa tarea en un mundo hiperconectado, que vive a golpe de tweet y en el que la comunicación caduca cada media hora?

Eso es extremadamente contraproducente para la comunicación europea. No obstante, el mayor reto no es entrar en la agenda del día a día, donde la actualidad, como dices, cambia cada media hora o a cada tweet, sino explicar algo que puede ser súper importante para la ciudadanía, pero que va a entrar en vigor dos años después, pues ese es el plazo que suele tardar una directiva europea en trasladarse a la ley nacional. Es un esfuerzo de comunicación en el que jugamos contra los plazos.

“El mayor reto es explicar algo que puede ser súper importante para la ciudadanía, pero que va a entrar en vigor dos años después”

El segundo reto es que, para que algo sea noticioso, tiene que haber una batalla política detrás y, así como en España pecamos mucho de escenificar el frentismo entre los partidos, en la UE no es así. Aquí tenemos dos tipos de intereses: el nacional y el de partido, y muchas veces para construir Europa hace falta sacrificar uno de los dos. En Bruselas estamos más acostumbrados a ceder, negociar y llegar a acuerdos. De hecho, a veces se alcanzan en primera lectura antes de llegar al Parlamento. Es decir, los partidos y Estados miembros negocian, pero no escenifican las diferencias. Y esa falta de visibilidad de las negociaciones hace menos interesante la noticia. Si no te cuentan dónde ha estado la batalla política es muy difícil vender el interés mediático. 

Comunicar la política desde la neutralidad es complejo. ¿Cómo gestionáis la relación con los partidos políticos? ¿Os afecta la batalla partidista?

No. Nosotros formamos parte de una Dirección General de Comunicación en una institución y nuestra información siempre va a ser institucional. Si un periodista me llama para saber qué ha ocurrido en la reforma de la PAC, le voy a explicar dónde están los consensos y cómo esa reforma va a afectar al agricultor español dentro de dos años, pero nunca voy a dar información partidista. Intentamos llevar vidas en paralelo. Cada uno tiene su papel muy bien definido y es la única manera de sobrevivir en una casa tan política.

No obstante, esta es una idiosincrasia propia del Parlamento Europeo que nos hace únicos. En instituciones como el Congreso de los Diputados, en España, existe un equipo de prensa facilitador de infraestructuras y material a los periodistas, pero nosotros vamos un punto más allá, bien por la lejanía o por la dificultad de entender lo que pasa en Bruselas. 

Y, ¿qué relación tenéis con sus gabinetes de prensa? ¿Cómo es el trabajo en el día a día?

Tenemos una colaboración necesaria en cuanto a trasvase de información. Llamando al partido puedes entender, por ejemplo, por qué han votado en contra de una enmienda muy sensible. Esa información puede ser muy útil como contexto a la hora de explicar a un periodista qué ha pasado. Lo que hacemos con los periodistas también es mucha labor de traslado, complementar llamadas, derivar a los jefes de prensa de los partidos, etc.

Últimamente se habla más de Europa, ¿notáis un interés mayor por parte de los medios de lo que sucede en Bruselas?

Hay varios retos a la hora de comunicar Europa. En primer lugar, los medios de comunicación todavía no han entendido la importancia de Europa; que Europa también son asuntos domésticos y no las páginas de internacional. Los medios, en Bruselas, tienen un número muy limitado de corresponsales que no se corresponde con la cantidad de información que se mueve allí. Esto lleva a que un corresponsal, cuando tiene que priorizar y cubrir una cumbre del Consejo Europeo, desatienda la agenda que hay en paralelo en otras instituciones porque lo más llamativo siempre es ponerle cara a la noticia. Y esa cara la pone la figura nacional (ministro o primer ministro) que está participando en el Consejo. Por tanto, siempre hay una mayor atención al Consejo.

“Los medios todavía no han entendido la importancia de Europa; que Europa también son asuntos domésticos y no las páginas de internacional”

Por su parte, la Comisión Europea tiene como ventaja que es quien inicia la estrategia de comunicación y puede tener el elemento de anuncio o sorpresa. La atención mediática está ahí y nosotros como Parlamento Europeo estamos en medio, entre Consejo y Comisión, intentando aterrizar el anuncio de la Comisión en forma de enmiendas para llegar a acuerdos. A veces es difícil que nuestro momento, que es muy importante, resulte atractivo para el periodista porque lo que más le importa, si tiene que priorizar, son los otros dos momentos: el anuncio de la Comisión y la decisión final que tome el Consejo.

Al final, entre las tres instituciones europeas hay muchas voces distintas y a veces perdemos de vista el papel que juega el Parlamento. El corresponsal está muy solo y tiene que centrarse en la prioridad, que para el editor suelen ser los actores políticos nacionales.

Otro problema llega cuando una directiva europea por fin se traspone y se convierte en ley nacional: se pierde la autoría europea. Por tanto, el segundo reto es rescatarla. Llamar al periodista una vez se aprueba la ley en España y decirle: ¿sabes que esto viene de Europa y que se ha de aprobar en los 27 Estados miembros? A la hora de comunicar hay que reivindicar la autoría europea de las decisiones porque, si no, el ciudadano final no entiende para qué sirve la UE. En esto también nos tienen que ayudar los políticos, que tienden a ‘comunitarizar’ los fracasos y decir “esto lo impone Bruselas” y, cuando algo se puede contar en clave de éxito, lo venden como algo propio, nacional.

“Entre las tres instituciones europeas hay mucha cacofonía y perdemos de vista el papel que juega el Parlamento”

Y para esto ¿qué hace falta? ¿Más recursos o más pedagogía?

Esto exige un cambio generacional, una mejor educación y que los periodistas entiendan dónde se producen la información y las decisiones. Y también exige un Erasmus para políticos; que entiendan mejor la UE, que comprendan que ellos también están haciendo Europa con sus decisiones y que hablen en primera persona del plural cuando hablan de la Unión Europea.

Queda poco más de un mes para que la Presidencia Española del Consejo de la UE llegue a su fin. ¿Cuál es el papel de la oficina del Parlamento Europeo en España durante estos meses y cómo lo estáis viviendo?

Hacemos una labor de acompañamiento para comunicar mejor lo que la Presidencia Española está haciendo sobre el terreno. Organizamos seminarios, deslocalizamos entrevistas, llevamos a periodistas a Estrasburgo y Bruselas cuando comparecen ministros españoles, etc. Es una pena que, en esta Presidencia, por la interrupción electoral no hayamos podido dar toda la visibilidad que quisiéramos, por ejemplo con la presentación de las prioridades por parte del presidente del Gobierno ante el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo. No obstante, hay un trabajo de fondo muy bien hecho en cuanto a los equipos ministeriales. Europa sigue avanzando con o sin elecciones, pero las grandes orientaciones estratégicas y el papel de anfitrión que puede jugar una Presidencia, son más difíciles de visibilizar cuando el Gobierno está en funciones.

Uno de los objetivos de la Presidencia ha sido reforzar las relaciones con nuestros colegas latinoamericanos y reforzar así la posición de la UE en el mundo. ¿Qué papel tiene aquí la comunicación?

Profundizar las relaciones con Latinoamérica ha sido un empeño muy español dentro de las instituciones europeas. Siempre hemos puesto el acento en actuar de puente y lo hemos hecho muy bien, pero con el contexto geopolítico cambiante, LATAM dejó de ser un actor político prioritario. Esto cambia con la pandemia del COVID-19, necesitamos buscar aliados con países con los que podamos compartir ciertos valores y aquí América Latina resurge como actor y socio fundamental. La pregunta es si es de­masiado tarde para recuperar esos lazos porque, mientras nos hemos despistado, China nos ha ganado mucho terreno en la región.

Si lograr un relato común entre 27 países ya es difícil, ¿cómo incluir todas las sensibilidades de un continente tan amplio y diverso como el latinoamericano?

Encontrando puntos de encuentro. El ciudadano sueco, por ejemplo, se puede sentir más lejos de la cultura latinoamericana, pero le importa mucho la lucha contra el cambio climático, sumar aliados a esa causa y trabajar con otras regiones del mundo para extraer recursos. Desde el punto vista de la comunicación era necesario escenificar ese acercamiento y por eso fue fundamental retomar, ocho años después, una cumbre UE-CELAC. Eso es ya un éxito en sí m­ismo, pero además nos da una percha en el plano comunicativo para relanzar la importancia que tienen las alianzas UE-LATAM.

“Era necesario escenificar el acercamiento con LATAM y por eso fue fundamental retomar, ocho años después, una cumbre UE-CELAC”

Es usted un ejemplo de mujer en puesto de responsabilidad y en las instituciones europeas encontramos muchos nombres. Roberta Metsola en el Parlamento, Ursula von der Leyen en la Comisión… son caras muy visibles, pero ¿hay un cambio profundo detrás o es mero maquillaje?

Sí, hay un cambio detrás, pero los efectos más profundos llevarán tiempo. Llegarán del todo cuando consigamos cambiar los sesgos inconscientes y la distribución de roles que todos tenemos interiorizada. Ver a mujeres ocupar cargos de poder a nivel europeo nos ayuda a normalizar el relato de que las mujeres también toman decisiones, pero necesitaremos toda una generación para que la sociedad lo asuma como algo natural y no trate diferente a la persona en un puesto determinado por ser mujer u hombre. Eso sigue ocurriendo, a una mujer se le pregunta por la conciliación antes que un hombre o se le hacen más juicios de valor por su imagen. Al romper techos de cristal, estas mujeres están marcando el camino. El problema es que se ven presionadas a actuar y liderar del mismo modo que sus colegas masculinos.

Lo que hay que hacer es luchar por cambiar el concepto de liderazgo. Liderazgo no es asertividad, hostilidad o saber imponer un criterio; también es escuchar, acompañar, delegar, crear equipos. Y para interiorizar eso -un nuevo modelo de liderazgo inclusivo- me temo que necesitamos todavía otra generación. Mis hijas están mucho más empoderadas de lo que yo lo estuve a su edad. Ellas toman como normales cosas que yo no hacía. El elefante en la habitación en este caso son la conciliación y los cuidados, que siguen recayendo mayoritariamente en las mujeres. ¿Cómo consigo llegar a todo en casa y a la vez en el trabajo? A día de hoy, nosotras continuamos sintiendo esa presión para ser eficaces y llegar a todo, dentro y fuera, caminamos con una mochila mucho más pesada.

“Hay que luchar por cambiar el concepto de liderazgo”

¿Y cómo lo ha conseguido María Andrés?

Mi único mérito es saber rodearme bien, tener un buen equipo; saber qué perfil o persona voy a tener trabajando conmigo y qué es lo que necesito. Escuchar, delegar, complementar, acompañar. En cuanto a la batalla por la conciliación, solo hay una manera de liderar, y es con el ejemplo. Solo así se logra crear nuevos modelos, cambiar el entorno.

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