Sansón, humorista gráfico

«Los políticos prefieren la chanza diaria de aparecer en la viñeta a dejar de hacerlo y sentirse ignorados»

Por Ignacio Martín Granados, @imgranados, vicepresidente de ACOP

Rafael Vega (Valladolid, 1967) se licenció en la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid y se especializó en Historia Medieval antes de dedicarse al periodismo y la edición. A su empeño diario como humorista gráfico bajo la conocida firma de Sansón, se añade su actividad profesional como editor de prensa y literario en los sellos editoriales Nuevo Cuño y Multiversa, este último, Premio Fray Luis de León a la mejor labor editorial en 2004.

En 1995 comenzó a publicar sus trabajos en El Norte de Castilla como articulista, editor de suplementos y libros coleccionables, así como dibujante y humorista gráfico. Sus viñetas, al principio, se cobijaron en páginas de información local pero pronto dieron el salto a la sección de Castilla y León, hasta que en el año 2005 se alojaron en las páginas de opinión. Y desde 2009 en los diarios regionales que el grupo Vocento distribuye por la geografía española y a través de la agencia Colpisa.

Rafa Vega fue galardonado con el Premio de Periodismo ‘Francisco de Cossío’, en la modalidad de humor gráfico en 2006. Hasta la fecha ha publicado tres libros recopilatorios en 2002 y 2011, a los que se añade un tercero que en 2020 ha editado El Norte de Castilla con motivo de su vigésimo quinto aniversario y que ha acompañado con una exposición antológica que está recorriendo varias ciudades.

¿Cómo acaba un licenciado en Filosofía y Letras haciendo humor gráfico?

A mí, en cierto modo y pasados los años, me parece un recorrido natural. En primer lugar hay que tener en cuenta que no existe una carrera para convertirse en humorista gráfico, igual que no la hay para ser poeta o novelista. Por supuesto, uno estudia disciplinas que le son útiles de algún modo, pero a nadie se le ocurre pensar, por ejemplo, que la carrera de Miguel Delibes como novelista es sorprendente tratándose de alguien que estudió Comercio y Derecho, o que Gustavo Martín Garzo haya estudiado y ejercido como psicólogo durante décadas antes de dedicarse exclusivamente a la literatura.

Solemos creer que la preparación universitaria ha de adiestrarnos para ejercer una profesión y en ocasiones muy concretas y fácilmente reconocibles debe ser así. Pero cuando la creatividad y la interpretación son ingredientes fundamentales de un trabajo las cosas no están tan claras. Se tiende a pensar que el humor gráfico debiera ser una disciplina derivada, o una profesión, proveniente del ámbito de las bellas artes, del dibujo, del diseño o de la ilustración. Y, en efecto, hay grandes humoristas gráficos que han llegado a ella por ese camino. Sin embargo, el humor gráfico también es un género literario.

El humor gráfico también es un género literario»

En algunas ocasiones esto lo demuestra el hecho de que hay grandes parejas de autores en el terreno del humor gráfico donde la tarea se divide: una de las partes se encarga de la literaria y otra de la gráfica. En otros casos, ambas recaen en la misma persona para poner de manifiesto cuál de las dos es su punto fuerte. En este sentido, y ahora que puedo valorarlo con cierta perspectiva, creo que mi etapa universitaria pudiera considerarse bastante coherente con alguien tan disperso y curioso como yo que a diario compagina el trabajo de humorista gráfico con tareas editoriales, artísticas, literarias y periodísticas. Hay obsesiones tan amplias que, por suerte o por desgracia —honestamente creo que por suerte— ni siquiera el actual plan de Bolonia es capaz de compartimentar y entontecer con su inacabable catálogo de grados.

Hasta el momento ha publicado alrededor de 10.000 viñetas y tiras cómicas. Confiese, ¿alguna noche, ante el síndrome del folio en blanco, se ha visto en la obligación de reciclar alguna viñeta?

Francamente, no. Lo que ocurre a menudo cuando llevas más de cuarto de siglo arañándole ocurrencias a todo es que algunos temas se convierten en recurrentes y uno, sin querer o intencionadamente, acaba desvelando sus obsesiones, sus puntos débiles y fuertes. Por un lado están los temas costumbristas, que a mí me agradan especialmente y con los que me encuentro a menudo y que provocan, eso es cierto, un tipo de angustia diferente: ocurre cuando pretendo dibujar un año más una viñeta sobre, por ejemplo, la Semana Santa, y una vez entregada me invade la incertidumbre: «¿No habré dibujado este chiste alguna vez?». Confieso que en alguna ocasión me he visto revisando en las viñetas de años anteriores por si me hubiera podido ocurrir algo semejante.

Tras 25 años analizando al ser humano a través de sus dibujos, ¿qué es lo que más le sigue sorprendiendo de nuestra sociedad?

La sociedad es alucinante, maravillosa, trágica, monstruosa, pueril, paranoica, responsable, sanguinaria, intolerante, incongruente, generosa, indulgente, trabajadora, tierna, timorata, solidaria… ¡Cómo no habría de sorprender nuestra sociedad! Es el gran caldo primordial del que todo sale, ahora y siempre, la fuente de la que han manado las grandes ideas y las tonterías más bochornosas. A fin de cuentas, la sociedad, como concepto y como realidad, es la manifestación de esa criatura gigantesca que formamos todos los seres individuales cuando nos concertamos para algo. Somos animales sociales, cada vez más y mejor comunicados, que continuamos experimentando con nosotros mismos sobre los efectos que esa comunicación instantánea y global nos producen, tanto a título individual como colectivo. Concibo pocas cuestiones más sorprendentes y más interesantes que esta.

El tópico de que el humor es algo muy serio ya se ha dicho en infinidad de ocasiones, pero no por ello deja de ser menos cierto»

Es consciente de que para muchos lectores, el consumo de prensa se limita a echar un vistazo a los titulares, ver las fotografías y detenerse en la viñeta. ¿Le puede la responsabilidad?

Y aunque no sea así, la responsabilidad siempre está mirando, por supuesto. Incluso me atrevería a decir que la responsabilidad es aún mayor cuando uno es consciente del inmenso privilegio que supone tener la oportunidad de expresar sus opiniones a diario en tribunas tan destacadas como las que a mí se me brindan. El tópico de que el humor es algo muy serio ya se ha dicho en infinidad de ocasiones, pero no por ello deja de ser menos cierto. Por otra parte, tampoco creo que debamos caer en la trampa de las cantidades. Como bien comentas, muchos lectores consumen la prensa superficialmente, sí. Pero aunque esto no deje de propiciar la llegada de la viñeta a un número considerable de personas, dada su facilidad para ser consumida en comparación con una columna, por ejemplo, a mí me interesa la minoría que lo hace concienzudamente, y no me refiero a aquella que hace gala de sentarse ante la mesa de un café durante tres horas para leerse un periódico de cabo a rabo, sino al lector crítico capaz de picar en varios medios de comunicación de vez en cuando, de seguir el trabajo de determinados columnistas, humoristas y periodistas para formarse una idea propia de cuanto ocurre. Puede que sean pocos quienes hacen esto, pero aun así son miles y yo los tengo muy presentes cuando me siento ante el folio en blanco porque respeto y siento como mía esa predisposición.

Si, como suele afirmarse, una imagen vale más que mil palabras, ¿es una buena viñeta el mejor análisis político?

No siempre, claro. Porque tampoco es cierto que una imagen valga más que mil palabras. Entiendo que puede parecérnoslo porque las imágenes nos entran como un cañón, y porque parece que la verdad es más auténtica sin intermediarios. Al tópico del «si no lo veo, no lo creo» se le puede rebatir fácilmente con otros, como «si no lo entiendes jamás lo creerás», «si se opone a tus ideas tiene que ser falso», etcétera. A todos los humoristas gráficos nos apasiona el reto de sintetizar una realidad y sacarla de quicio; voltearla, distorsionarla y diseccionarla hasta ser capaces de hallar sus pliegues y sus costura­s.

A todos los humoristas gráficos nos apasiona el reto de sintetizar una realidad, voltearla, distorsionarla y diseccionarla hasta ser capaces de hallar sus pliegues y sus costuras»


A veces, es cierto, eso lo consigue la imagen, pero también lo consigue a menudo esa parte literaria de la que hablamos antes. Ambas se complementan. Incluso en el caso de humoristas gráficos más volcados en la imagen, puede comprobarse que para ellos es importante el juego de los códigos, de los vericuetos que culebrean por nuestra mente para relacionar significantes y significados. Algunas de sus viñetas mudas no son más que poemas visuales.

Tiene perfil en Twitter (@sanson__) donde difunde sus viñetas. En su caso, ¿las redes sociales le sirven como canal de retroalimentación e incluso le sugieren ideas o son motivo de disgusto por críticas a sus dibujos?

Las redes sociales son un instrumento más. No solo se han incorporado a la forma de difundir nuestro trabajo diario sino que también han propiciado el contacto con los lectores. En este sentido son útiles, aunque confieso que yo apenas me entretengo en ellas. Suelo difundir por Twitter y Facebook los enlaces a mis viñetas y poco más. Aun así, claro, he sido testigo —y a veces objeto— de esa especie de auto de fe que se produce a menudo contra alguien o algo por una declaración, una ocurrencia, un disparate… ¡Qué sé yo! Las redes lo magnifican todo hasta extremos absurdos. También la ofensa. Antes de que este mundo virtual nos arrollara, los humorista­s gráficos apenas recibíamos respuesta de nuestros trabajos. Tus amigos, conocidos y familiares te hacían saber qué les parecía; también alguna carta airada de un lector ofendido -mucho, claro, para tomarse la molestia de hacerte llegar sus exabruptos por correo ordinario-. Ahora es tan sencillo, tan anónimo, tan gratuito, que de las diatribas en las redes sociales parece que se ha hecho cargo la parte de nuestro cerebro más primaria. Así que, en cualquier caso, procuro no tomarme demasiado en serio todo lo que llega por ahí, aunque me fascine este experimento colectivo al que nos hemos sometido con la comunicación directa, espontánea y global. A ver cómo sale.

Si algo puede y debe hacer el humor es sortear intolerancias»

Una de las críticas a nuestra sociedad actual es la corrección política y la autocensura, sobre todo en asuntos que conllevan una doble lectura, como el humor, y más si se trata desde el análisis político. ¿Le ha llegado a afectar de algún modo? ¿Cree que hoy en día peligra la libertad de expresión?

La libertad de expresión, como el resto de nuestros derechos, siempre está en peligro. Y creer lo contrario es un error. Siempre que damos por hecho el asentamiento de nuestros derechos y bajamos la guardia para su defensa los ponemos en peligro. Además, la libertad de expresión no es un objeto que se disfruta o no se disfruta. Es una temperatura, con máximos y mínimos de habitabilidad. Siempre hay cierto grado de libertad que pudiera aumentar o disminuir dadas las circunstancias.

Por eso, creo yo, apenas somos capaces de ponernos de acuerdo en el asunto sobre si gozamos o no de libertad de expresión. Siempre hay un grado que puede parecernos insuficiente o no igual que hay gente más friolera y otra más calurosa que siempre está a la gresca con el termostato de la oficina.

La libertad de expresión, como el resto de nuestros derechos, siempre está en peligro»

Legalmente no hay discusión. Vivimos en una sociedad en la que se defiende una libertad de expresión que mantiene ciertos límites legales, acaso un tanto ambiguos. Pero lo que me preocupa es el grado de tolerancia que ha ido menguando. En este sentido procuro hacer mi trabajo diario del mejor modo posible. Si algo puede y debe hacer el humor es sortear intolerancias.

¿Qué humorista gráfico le ha inspirado o se siente admirador? A qué viñetistas nos recomendaría.

A pesar de que el listado de los autores que admiro es enorme y de que en él muchos de ellos ejercen y son colegas y amigos, siempre digo que yo me crié a los pechos de dos humoristas gráficos. No sería humorista gráfico sin su influencia. Uno es Domingo Criado, artista plástico del grupo Simancas que durante el fin de la dictadura y los primeros años de la transición publicó sus viñetas en El Norte de Castilla, y otro es Chumi Chúmez, genio absoluto que me hizo ver, precisamente, que su magnífico estilo en el dibujo maridaba de forma sublime con su estilo literario.

La clase política no sabe comunicar (…) porque ha perdido dotes de oratoria y cintura para fajarse en el debate»

La Revista de ACOP aborda la comunicación política. Desde su óptica, ¿cómo considera que se comunican los políticos? ¿Qué deberían hacer y qué evitar?

Creo que no digo nada nuevo si afirmo que la clase política no sabe comunicar. Primero porque ha perdido dotes de oratoria y cintura para fajarse en el debate. La posible brillantez de un político se ve minimizada por el peso en la transmisió­n de su mensaje con una suerte de consignas repletas de marketing. Segundo, porque le han perdido respeto al ciudadano. Si no, no se explica esa extrema obsesión por huir de los matices, por parapetarse en medias verdades, en hacer uso de acusaciones rayanas en la calumnia… No sé si esto forma parte del juego político pero en no pocas ocasiones da vergüenza ajena.

En relación con la anterior pregunta, ¿le facilitan el trabajo o son competencia? (Porque hay mucho político que acaba siendo una caricatura de sí mismo).

La política forma parte de nuestro día a día como humoristas gráficos, son el bosque donde ir para recoger leña. Y aquí, a título personal siempre he preferido simplificar un poco las cosas. Concibo la troupé política como una sucesión de personajes que se relacionan entre sí. Durante todos estos años mis viñetas han sido teatrillo de muchos que recuerdo con afecto de dibujante: Aznar, Juan José Lucas, Javier León de la Riva, Zapatero, Rajoy, Rubalcaba, Pepe Blanco, Soraya Sáenz de Santamaría, el Rey emérito… En este momento el plantel es impresionante. Creo que profesionalmente todos los humoristas gráficos estamos encantados.

¿Les falta humor a los políticos?

A lo largo de estos años he tenido oportunidad de encontrarme con políticos con mucho sentido del humor, es la verdad. Pero lo más relevante que he descubierto en este sentido es que prefieren la chanza diaria de aparecer en la viñeta a dejar de hacerlo y sentirse ignorados.

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