Rafael Sánchez Sánchez  

@rsanchezsa

Doctor en Periodismo UCM

En los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a que se califique como crispación lo que es simplemente estrategia política o, en el peor de los casos, un mal síntoma de la sociedad actual. En este marco -vamos a admitirlo- de confrontación, el agravio se ha convertido en una herramienta para el enfrentamiento político. Sin embargo, este uso de los insultos hace necesario un detenido y reposado análisis porque, por decirlo de una forma simple, hay insultos e insultos y, en consecuencia, diferentes objetivos, fundamentalmente mediáticos, cuando se recurre a los improperios para desgastar al adversario político.

El insulto ha estado siempre presente en nuestra democracia, pero es en los últimos años cuando ha adquirido una mayor dimensión e importancia en la actividad política. Aunque el recurso al improperio afecta en mayor o menor medida a todas las formaciones políticas, parece adecuado centrar la atención en el peculiar y frecuente uso del insulto por parte del Partido Popular. Se pueden diferenciar dos etapas, la que protagonizó Pablo Casado como presidente del partido, caracterizada por un papel activo en el uso del insulto, y la etapa actual, liderada por Alberto Núñez Feijóo, que utiliza una estrategia perfectamente planificada para aparecer como víctima de los agravios de Pedro Sánchez y su Gobierno, y rentabilizarlo mediáticamente.

Pablo Casado y sus 37 insultos

Aunque la lista de insultos de Pablo Casado a Pedro Sánchez no es baladí -este récord de 37 improperios está contrastado- destacan especialmente tres de ellos: ‘felón’, por su originalidad terminológica, ‘ilegítimo’ y ‘mentiroso compulsivo’. El escenario principal donde Casado profería esta colección de insultos al presidente del Gobierno fue el Congreso de los Diputados y especialmente durante el COVID–19. Fue entonces cuando acusó a Sánchez de forma reiterada de mentir en el número de muertos de la pandemia. En ese momento Casado consiguió erosionar la figura del líder socialista al cuestionar su gestión de la pandemia, ya que sus improperios tenían eco en los medios de comunicación y en las redes sociales. Por otra parte, el entonces líder del PP activó una estrategia clásica en los populares cuando gobierna el PSOE, la de considerar ‘ilegítimo’ el gobierno de Pedro Sánchez.

En cuanto al efecto mediático de estos insultos, no va más allá del natural desgaste o deterioro de la imagen del presidente del Gobierno. No hubo por parte de Pablo Casado planificación ni mensajes encubiertos o subliminales, a diferencia, como veremos más adelante, del actual presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Hay que añadir que la respuesta parlamentaria de Sánchez a los insultos de Casado tuvo en su día una fuerte carga irónica, con la que criticaba la supuesta moderación que en ese momento quería representar el líder del PP.

Feijóo: insultar sin insultar

Si antes decíamos que los insultos de Casado eran directos, claros y sin circunloquios, en el caso de Alberto Núñez Feijóo la situación es muy diferente. Poco después de asumir la presidencia del partido puso en marcha una estrategia mediática para a­parecer como v­íctima de los insultos de Pedro Sánchez y de sus ministros. Feijóo, al no poder intervenir en el Congreso -no era diputado- aprovechaba sus actos públicos y apariciones en medios de comunicación para alcanzar la máxima repercusión. En sus mensajes combinaba con mucha habilidad la denuncia de los insultos, que según él recibía del Gobierno de Pedro Sánchez, con el calificativo de vagos -no incluía el término- dirigido a los miembros del ejecutivo. De alguna manera, con una técnica prácticamente subliminal, el líder popular conseguía insultar sin insultar.

Veamos un ejemplo, con ocasión de un mitin en Galicia, afirmó: “le pido a Sánchez que, si no quiere volver a cambiar completamente su estrategia de ataque al PP, ponga a un solo miembro del Gobierno a insultarme todos los días y que el resto se ponga a trabajar, haga alguna propuesta y, si es capaz, hable con nosotros”. En otra ocasión, en el programa ‘El Objetivo’ de La Sexta, utilizó otra versión, quizá más sofisticada, de esta misma técnica. Argumentó que él estaba “solo”, mientras que el presidente del Gobierno tenía 22 ministros para insultarle. Con esta frase tan breve Feijóo aparece de nuevo como ‘víctima’ de los insultos del Gobierno, pero además destaca su ‘soledad’ frente a la poderosa maquinaria gubernamental, de forma que conseguía un efecto mediático claramente planificado. Prueba de esta planificación es que el líder del Partido Popular hizo esta afirmación después de que, minutos antes, la presentadora de ‘El Objetivo’, Ana Pastor, ofreciera un escaparate de declaraciones suyas en las que atacaba al gobierno socialista y al propio Sánchez con bastante dureza. De alguna manera Feijóo envuelve sus insultos; no los lanza de forma directa como antaño hizo Casado. Hay que reconocerle en este sentido una gran habilidad y eficacia al utilizar esta técnica. Técnica que usa en la actualidad en sus intervenciones políticas con temáticas ajenas a esta de los insultos que nos ha ocupado.

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