Sanna Marin se convierte en la primera ministra más joven del mundo, a sus 34 años

Por Susana Moreno, @Susamoreno, Periodista

Es una millenial, muy activa en redes sociales, preocupada por la ecología, y firme defensora de la igualdad. Este retrato podría ser el de cualquier viajera del metro que se sienta a tu lado absorta en un video de YouTube que mira en su móvil. Pero en Finlandia es el de su primera ministra, la joven que, a sus 34 años, va a decidir sobre el futuro de 5.500.000 de habitantes, gracias a una sociedad más meritocrática y liberal que la media del resto de países.

Es la historia de Sanna Marin, la primera ministra más precoz del mundo, la primera de su familia que pudo ir a la universidad y la primera que ha conseguido liderar una coalición de centroizquierda de cinco partidos totalmente dirigida por mujeres. Acaba de llegar a la jefatura del gobierno finlandés con la cartera llena de medidas en pro del bienestar, la conciliación, el medioambiente y los jóvenes.

Sanna Marin

El resto del mundo no se había recuperado aún de su sorpresa por la juventud de esta mandataria cuando ella desveló la primera propuesta de su gobierno, la jornada semanal de cuatro días. “Creo que las personas merecen pasar más tiempo con sus familias, seres queridos, pasatiempos y otros aspectos de la vida, como la cultura”, defendió la joven Marin el día en que hizo pública su declaración de intenciones. A su favor juega que gobierna un país con uno de los niveles más altos de cobertura sindical de Europa (el 91 % de los finlandeses están adscritos a convenios colectivos que garantizan tiempo de trabajo, salario y condiciones, frente al 60 % de la Unión Europea) donde la flexibilización de horarios es una práctica habitual. Ya en 1996 el denominado Pacto de Horas de Trabajo permitía por ley que los empleados pudiesen empezar su jornada hasta tres horas antes o acabarla hasta tres horas más tarde en función de lo que necesiten. En su contra, arrecian las críticas que aseguran que reducir el horario sin mermar el salario será una ruina para las empresas. Pero Marin se muestra firme en su propósito y esgrime el ejemplo de Japón y de grandes empresas como Microsoft donde la jornada de cuatro días ha logrado un aumento de la productividad de sus trabajadores de un 40 %.

El otro pivote sobre el que se apoya la política progresista y verde de Sanna Manin es la igualdad. En su blog un día cuenta que habla finés, sueco e inglés y que chapurrea el alemán, y al siguiente nos desvela que reside a las afueras de Tempere, en un barrio tranquilo de estudiantes y jubilados. Pero nunca se olvida de la lucha femenina por la igualdad. Dice la primera ministra que «los techos de cristal no se rompen si las mujeres ceden o se rinden». Sí. En su Ejecutivo las mujeres copan doce de las 19 carteras ministeriales, y la paridad salarial de género alcanza al 83 % de la economía (solo por detrás de Islandia y Noruega), pero en la calle queda mucho por hacer. Cada año 50.000 mujeres sufren violencia sexual, según un informe de Amnistía Internacional, y sin embargo las leyes anticuadas impiden que estos delitos sean llevados ante la justicia: en el año 2017 solo se dictaron 209 sentencias condenatorias. Manin quiere reformar las leyes que favorecen la impunidad de los agresores sexuales.

El medioambiente y los jóvenes son otros desafíos que la primera ministra de Finlandia afronta con determinación en este gobierno que acaba de estrenar. Se ha empeñado en descarbonizar la economía finlandesa en el año 2035, aumentar el gasto social en 1.230 millones de euros hasta 2023, subir los impuestos, generar empleo, proteger la sanidad y mantener el sistema educativo finlandés a la cabeza del ranking de calidad en Europa.

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