Carlos Samitier, @casamitier

Consultor de Asuntos Públicos

Llevamos poco más de un mes de 2023 y ya tenemos dos grandes hitos mediáticos: la venganza de Shakira a través de una canción llena de indirectas muy directas y la explosión de la inteligencia artificial generativa a nivel usuario con ChatGPT-3. Que los fans del corazón y los rumores me perdonen, porque en este artículo me centraré en las ventajas y desventajas que la utilización sistemática de la inteligencia artificial puede arrojar en el día a día de los profesionales de los asuntos públicos.

Primeras experiencias de lobbying con ChatGPT-3

ChatGPT es un sistema de chat basado en el modelo de lenguaje por Inteligencia Artificial GPT-3. Utiliza un modelo con más de 175 millones de parámetros y ha sido entrenado con grandes cantidades de texto para realizar tareas relacionadas con el lenguaje, desde la traducción hasta la generación de texto. Con cada interacción que un usuario le lanza, como cualquier tipo de inteligencia artificial, el sistema se va ‘entrenando’ y recopilando información que mejora el proceso.

En el caso de ChatGPT, esta inteligencia artificial ha sido entrenada para mantene­r conversaciones con cualquier persona. Sus algoritmos son capaces de entender lo que le estés preguntando con precisión, incluyendo adjetivos y variaciones que añadas en tus frases, y de responderte de una manera coherente. Lo sorprendente, y en consecuencia viral en redes, es la capacidad que tiene para dar respuestas muy acertadas y completas. Se expresa de manera natural y con información muy exacta, lo que complica distinguir si el texto ha sido escrito por una máquina o un humano.

La academia ya ha comenzado a identificar cuáles son las ventajas y desventajas de la utilización de esta herramienta para el lobbying. Un investigador de la Universidad de Stanford publicó un artículo en el que sugiere un futuro en el que los grupos de presión podrán automatizar el proceso de redacción de legislación y envío de comunicaciones formales a los decisores públicos.

Para probar su teoría, introdujeron proyectos de ley en ChatGPT y pidieron que determinara si cada proyecto de ley era relevante para una empresa en base a una serie de criterios y que determinara un nivel de confianza para la respuesta. Si el sistema consideraba que el proyecto de ley era apropiado, se le pedía que escribiera una carta a los impulsores del proyecto de ley abogando por los cambios pertinentes en la legislación.

Pues bien, la inteligencia artificial acierta tres de cada cuatro veces a la hora de identificar si un proyecto de ley es relevante o no, según datos de la investigación. Utilizaron, por ejemplo, normativas en relación al sistema sanitario de Estados Unidos, particularmente las que afectaban al sistema de Medicare, atención sanitaria enfocada a ancianos, personas discapacitadas y enfermos crónicos.

ChatGPT señaló qué proyectos de ley casaban con la actividad de la compañía farmacéutica usada como referencia; propuso una narrativa que subrayaba el interés de la empresa en que los usuarios del sistema tuvieran acceso a medicación a un precio razonable (la que producían ellos, evidentemente) e incluso llegó a proponer enmiendas que incluían, entre otros, incentivos adicionales para las compañías farmacéuticas.

Ventajas de incorporar la inteligencia artificial al lobbying

Esta investigación, aunque pionera y limitada, permite ya distinguir algunas ventajas de la aplicación de la inteligencia artificial al lobbying, sobre todo centradas en la eficiencia y anticipación.

Es una herramienta muy potente para generar rápidamente nuevas narrativas y perspectivas diferentes, adaptarlos argumentos a audiencias específicas, identificar patrones y tendencia. En concreto, entre estas ventajas se incluyen:

• Rapidez: la inteligencia artificial puede generar ágilmente un gran número de argumentos y perspectivas diferentes, permitiendo una mayor eficiencia en el lobbying al poder identificar incluso los argumentos del adversario y preparar una respuesta.

• Adaptación a audiencias: crear los mensajes específicos que un partido político o un decisor público desea escuchar, identificando sus prioridades y generando los argumentos precisos, es mucho más fácil con herramientas como ChatGPT-3, aumentando la probabilidad de persuasión.

• Identificación de patrones: permite identificar tendencias dentro de un gran volumen de datos que pueden ser útiles para anticiparse a qué temas aparecen en la opinión pública y posicionar los intereses de manera previa a la ‘explosión’ del issue.

• Automatización: la inteligencia artificial puede automatizar algunos de los aspectos más tediosos y lentos de nuestra actividad, como la investigación sobre un tema en concreto o la recolección y análisis de datos.

• Rentabilidad: al sistematizar parte de este trabajo, permite reducir costes y reenfocar la actividad de los profesionales de los asuntos públicos, pasando de la táctica a la estrategia y generando un mayor impacto económico para sus clientes o compañías.

• Escalabilidad: la inteligencia artificial permite manejar grandes volúmenes de datos y realizar análisis complejos en cuestión de segundos, por lo que permite llegar a horizontes más amplios que solo con inteligencia humana.

Riesgos y desventajas de un uso excesivo de la inteligencia artificial

Pero no es oro todo lo que reluce. Como cualquier avance tecnológico, la inteligencia artificial es un arma de doble filo que presenta algunos riesgos. En concreto, podemos encontrar que existe:

• Falta de autenticidad: las narrativas generadas por la IA puede­n percibirse como menos auténticas o menos fiables que las mismas desarrolladas tradicionalmente, lo que las haría m­enos eficaces para persuadir a los responsables de la toma de decisiones.

• Probabilidad de sesgos: no debemos olvidar que quien programa una máquina, decide su ideología. Los sistemas de IA pueden ser entrenados con datos sesgados y perpetuar determinados sesgos de raza, género, procedencia… que pueden dar lugar a narrativas engañosas o discriminatorias.

• Falta de creatividad: las narrativas pueden ser demasiado predecibles o utilizar siempre los mismos argumentos para un mismo público objetivo, lo que las hace menos atractivas en el largo plazo.

• Excesiva complejidad: en ocasiones, el lenguaje utilizado puede ser difícil de entender e interpretar sin intervención humana, lo que dificulta que los decisores comprendan plenamente el argumento propuesto.

• Pérdida de capacidades en la plantilla: una excesiva dependencia de la inteligencia artificial para la generación de narrativas puede perjudicar la creatividad de los lobistas para crear estos mensajes sin tecnología de por medio.

• Falta de contacto humano: la inteligencia artificial no puede sustituir el toque humano, la capacidad de comprender el contexto emocional y los matices de la situación, que pueden ser cruciales para el éxito de la persuasión.

Como se puede comprobar, las bondades de este avance se pueden resumir desde una perspectiva puramente operativa: la inteligencia artificial ayudará a los lobistas a ser más rápidos, a estar mejor preparados y a ser más eficaces haciendo su trabajo. Sin embargo, las desventajas apuntan a la línea de flotación moral, pueden existir sesgos y ausencia de humanidad que, si no son corregidos, perjudicarán al proceso de elaboración de normas legales y a la calidad democrática de nuestras sociedades. Por eso, tengo una buena y una mala noticia a la vez: hacia dónde inclinemos la balanza depende de nosotros, los profesionales del lobbying.

Conclusión: usemos el sentido común

Decía Aristóteles que la virtudestá en el término medio. Esta misma concepción aristotélica, como en otros muchos aspectos de la vida, bien podría aplicarse al uso de la inteligencia artificial a la hora del lobbying. Por eso, es justo reconocer las ventajas y desventajas de su utilización desde una perspectiva intermedia, sin ceder a los argumentos del optimismo tecnológico utópico ni de la visión apocalíptica de la rebelón de las máquinas.Es más, este mismo artículo es fruto de una conversacióncon ChatGPT-3que arroja resultados satisfactorios, aunque ni mucho menos perfectos.

Serán las personas que trabajan en los asuntos públicos las que decidirán el grado de penetración de esta tecnología en su actividad profesional. Automatizar determinados procesos de poco valor añadido y muy intensivos en tiempo permitirá democratizar una actividad que hasta ahora ha estado reservada a grandes industrias u ONGs. Generar un posicionamiento en segundos y una carta que mandar a diputados y senadores con los argumentos adecuados no es una actividad de lobby muy sofisticada, pero acerca a las pequeñas y medianas empresas al regulador.

Pero al igual que un brazo robot en una cadena de montaje está sujeto a la supervisión humana, es indispensable que la IA generativa aplicada al lobbying tenga unos profesionales a la altura, que velen por su adecuación al contexto y por la integridad de su trabajo.

Y es que la inteligencia artificial hace más completo al lobista, pero en ningún caso le sustituye.

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