Mitos, arquetipos y metáforas en el storytelling de los cuatro grandes partidos nacionales (PP, PSOE, CIUDADANOS Y PODEMOS).

Miguel Candelas@MikiCandelas. Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales.

Las elecciones generales en España se aproximan y, tras la irrupción de dos nuevas formaciones políticas de ámbito nacional, nos encontramos con una posible batalla electoral entre cuatro grandes partidos: PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos. Los dos primeros han conformado el sistema bipartidista imperante en nuestro país desde los años ochenta, situados respectivamente en el centro-derecha y en el centro-izquierda del arco parlamentario. Los dos últimos eclosionan con motivo de la reciente crisis económica e institucional y, aunque tratan de ubicarse en un espacio transversal que huya del clásico eje ideológico conservador-progresista, de alguna manera ambos terminan ocupando los espacios abandonados por PP y PSOE tras la pérdida de sus respectivas hegemonías. Por ello, los comicios de diciembre son aún toda una incógnita para los analistas, ya que resulta muy difícil para la demoscopia realizar pronósticos fiables.

Ante esta aparente igualdad a cuatro bandas, los partidos políticos tratan de maximizar sus opciones a través de la elaboración de un mensaje político coherente, renovador e ilusionante que permita influir decisivamente sobre el grupo de indecisos que presumiblemente determinarán el resultado de los comicios. Ante ello, una nueva (o no tan nueva, como veremos) herramienta discursiva se torna de vital importancia como una de las mayores tácticas de persuasión en la actual era de la comunicación política: el storytelling o arte del relato; metafóricamente calificado por el investigador francés Christian Salmon como la ‘estrategia de Sherezade’. Pero ¿qué es exactamente el storytelling?

El storytelling o arte del relato: una aproximación teórica

El relato es una de las armas discursivas más poderosas. De hecho, si buceamos a lo largo de la historia de la humanidad, descubrimos que los relatos siempre han sido utilizados como estrategias de comunicación y propaganda en todas las épocas y sociedades, desde los cuentos alrededor de una hoguera en el seno de una tribu paleolítica hasta los cantares de gesta medievales entonados por los juglares. Sin embargo, la nueva sociedad de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) ha provocado el auge de este arte milenario ya que tanto empresas, como partidos políticos, grupos de presión o movimientos sociales, comienzan a utilizar el relato como recurso estratégico para lograr la atención de los destinatarios de sus campañas y mensajes. Y es que el relato tiene la ventaja de ser lúdico, sensorial y emocional, estar cargado de sentido, tener un carácter didáctico y nemotécnico, y favorecer la cohe­sión, participación e interactividad de los receptores.

Su sistematización científica a través de los estudios psicológicos y neurolingüísticos se ha producido en la actualidad debido a que supone todo un revulsivo ante la nueva realidad que muchos sociólogos han denominado como “era de la economía de la atención”. Esta se produce ante el hecho de vivir en una sociedad bombardeada por infinitos mensajes a través de todos los canales que los nuevos medios de comunicación permiten, lo que provoca que los ciudadanos cada vez seamos más escépticos y desconfiados ante los emisores, y sobre todo, que tengamos menos predisposición a mantener nuestra atención durante más de unos segundos. Por ello, las estrategias de comunicación del siglo XXI deben tener en cuenta esta nueva realidad, regida más por la demanda que por la oferta, y ahí es donde justamente resurge el relato como arma, ya que su carácter conflictivo y secuenciado permite al emisor sortear dicho escepticismo social y destacar por encima del resto de mensajes propagandísticos, proponiendo un tipo de mensaje que capta y mantiene la atención del receptor.

A su vez, el relato se compone de tres ele­mentos principales que son los que le dan forma y permiten que éste sea atractivo y cautivador, marcando así la diferencia con la monótona y fría comunicación racional basada en la relación de datos. Se trata de recursos que transfieren magia, leyenda, heroicidad, conflicto, identificación, asimilación y dinamismo, y que, por decirlo de algún modo, son los que terminan otorgando vida al relato. Estamos hablando de los mitos (con sus respectivos ritos), los arquetipos y las metáforas.

Los primeros, los mitos, son secuencias idea­les que otorgan un carácter de epopeya a nuestro relato. El mito en la antigüedad clásica era sinónimo de comparativa, que servía para explicar lo desconocido a través de lo conocido, pero en la modernidad adquiere un sentido diferente: el de una historia sagrada, ejemplar y significativa que ha dado sentido a la existencia del hombre. Así, proporcionan modelos de conducta y otorgan significación a nuestro contexto actual. Por ello, el mito tiene, ante todo, un uso eminentemente social y político. Los mitos más universales a lo largo de la historia han sido los de origen, renovación y fin del mundo. Los ritos, por su parte, son ceremoniales que escenifican el mito, permitiendo así que el receptor se implique y lo asuma como parte de su vida.

En segundo lugar, nos encontramos con los arquetipos. Los arquetipos son patrones anclados en el inconsciente colectivo, y por ello, actúan siempre dentro de los relatos al margen de la sociedad, la cultura o la civilización en la que se enmarquen. El guerrero, el sabio, el seductor, el libertario… son imágenes enclavadas en lo más profundo de nuestro cerebro y que obedecen asimismo a contradicciones muy importantes que los relatos generalmente tratan de resolver (la belicosidad del guerrero, el aislamiento del sabio, la ingenuidad del romántico). Por ello, resultan herramientas de persuasión tan útiles y poderosas, ya que captan la atención de los receptores y los hacen partícipes de dicha significación, dando al relato la conflictividad necesaria para que resulte más estimulante.

Finalmente, la metáfora supone la última poderosa arma en la construcción de un buen relato. Una metáfora sirve para, de algún modo, descodificar abstracciones desconocidas a través de imágenes muy comunes en la cultura popular, pero en ningún caso inocentemente, sino que muestran la parte de dicha abstracción que queremos resaltar. En el universo político, por ejemplo, las metáforas irrumpen generalmente a través de los medios de comunicación y dan lugar a expresiones que la gente después asume como parte del sentido común, pero que en ningún caso son imparciales.

PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos: mitos, arquetipos y metáforas en sus relatos

Siguiendo esta compleja estrategia y atendiendo a los tres recursos que acabamos de describir, las principales formaciones del panorama político español han ido hilvanando sus respectivos relatos de cara a las inminentes elecciones generales. Recu­rriendo a mitos ya existentes en el imaginario popular o creando otros nuevos, edificando liderazgos en base a arquetipos enclavados en el inconsciente colectivo y construyendo poderosas metáforas que permitan transitar de la abstracción teórica a la realidad práctica sobre la que se desea llamar la atención. En este sentido, se puede hablar de cuatro ejemplos claros de storytelling en PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos.

Desglosando dichos relatos para analizar las distintas armas de storytelling que hemos planteado, nos encontramos en primer lugar con los mitos. En el PP, como partido conservador, sobresalen los mitos de origen y, en particular, podría destacarse el “mito de la transición”, según el cual los españoles nos reconciliamos modélicamente en 1978 y dimos paso a un régimen de estabilidad y concordia cuyo espíritu mantendrían vivo solo los populares; y el “mito de la Antiespaña”, que amenaza con el peligro de una te­rrorífica coalición de socialistas, populistas e independentistas que conspira para destruir la patria.

En el PSOE, en cambio, se combinan los mitos de origen y de renovación, destacando principalmente el “mito del progresismo”, como glorificación de las dos etapas de gobiernos socialistas (Felipe González y Rodríguez Zapatero) en los que España salió de su atraso histórico, fundó el Estado del bienestar, se renovó políticamente y se situó a la vanguardia mundial en materia de derechos civiles y sociales; y el “mito de la España plural”, una imagen geográfica difusa que sirve para defender el programa federalista y descentralizador del partido, y en ocasiones también para justificar sus propias disputas internas.

En Ciudadanos, por su parte, destacan sobre todo los mitos de renovación, como es el “mito de la transversalidad” que sostiene que, a través de la victoria de esa tercera España “no-alineada”, los españoles al fin superarán las diferencias sectarias entre derechas e izquierdas y darán paso a una verda­dera unidad nacional.

Y finalmente, en Podemos nos encontramos con los mitos de renovación, y en esta oca­sión, también con los de fin del mundo. Un ejemplo del primer tipo es el “mito del cambio” con la constante apelación a que la ciudadanía puede ser al fin dueña de su propia libertad, si se organiza y moviliza, y quedaría sintetizada en el eslogan “sí se puede”. Por su parte, un ejemplo del segundo tipo sería el “mito de la gran noche”, que aparece en ese lenguaje revolucionario y apocalíptico que sitúa próxima la llegada de la lucha final entre el bien y el mal, entre el pueblo y la casta, donde la ciudadanía si se une resultará vencedora y podrá inaugurar el nuevo gobier­no popular (en clara simonía con las teorías milenaristas cristianas de redención y de liberación de las almas en el juicio final). Por último, los mitos podemitas tomarían vida a través de varios ritos como el del “círculo”, organizando a los militantes bajo cláusulas espaciales que proyecten la imagen de democracia horizontal (en clara alusión además a la mitología artúrica y a los caballeros de la mesa redonda, que era circular precisamente para que ninguno de sus miembros pudiese tener preponderancia sobre el resto) y el de la “marcha”, ejemplificado en la multitudinaria concentración por el cambio que tuvo lugar el 31 de enero de 2015, y que asume el papel de rito de movilización, haciendo marchar a la ciudadanía en un acto litúrgico y simbólico de conquista del poder, claramente con reminiscencias de otras grandes marchas populares que dieron lugar a cambios políticos en el mundo (la “Marcha sobre Roma” de Mussolini o la “Larga marcha” de Mao Tse Tung).

Arquetipos

Seguidamente encontraríamos los arquetipos que asumen los principales líderes de los cuatro partidos. En el PP, Mariano Rajoy encarnaría perfectamente el arquetipo del “prudente”, el gestor moderado que no brilla por sus cualidades guerreras o carismáticas, pero que es capaz, mediante un bajo perfil político, de garantizar la estabilidad institucional y de dirigir al pueblo adecuadamente hacia la recuperación económica, siendo por ello la sensatez su principal fortaleza. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, se adecuaría claramente al arquetipo del “seductor”, el candidato atractivo, joven y moderado que viene a modernizar la socialdemocracia española y las anquilosadas estructuras de su envejecido partido pero, al mismo tiempo, conservando todo su legado de moderación y capacidad de gobierno.

Por su parte, Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, encajaría en el arquetipo del “honesto”, un líder equilibrado, pausado y sin excesivas extravagancias pero que a ojos de los votantes transmite confianza y credibilidad, lo que le convierte en la proyección perfecta del ideario de su partido, cuyas piedras angulares son la lucha contra la corrupción y los extremismos ideológicos. Y, finalmente, Pablo Iglesias resulta sin duda el perfil más épico, ya que encarnaría el arquetipo del “héroe”, el líder ungido por el pueblo, el guerrero que combatirá contra el poderoso ejército de la casta y saldrá victorioso; de ahí la exaltación de su carácter espartano y en cierto modo redentor (se sacrificará para liberarnos al resto de ciudadanos oprimidos).

Además, en el caso de Iglesias, contaría con la colaboración de dos aliados complementa­rios: Íñigo Errejón, que asume el arquetipo del “sabio”, el teórico frío y meticuloso, el astuto general que proporcionará al héroe poderosas armas y planificará concienzudamente el asalto a los cielos (por ello sus tácticas no deben cuestionarse, aunque lleguen a veces a parecer poco éticas a ojos de la militancia más contestataria), y en contraposición, Juan Carlos Monedero, que representa el arquetipo del “romántico”, el poeta idealista, el profesor rebelde que necesita volar, y que por ello, resulta a veces incómodo y contradictorio, ya que su rebeldía choca con el pragmatismo del sabio, aunque al mismo tiempo, supone una especie de voz de la conciencia para el héroe, cuando las circunstancias de la aventura le alejan de los valores nobles. Como observamos, el sabio y el romántico se encuentran a ambos extremos del hilo, y de algún modo reflejan la tensión existencial del héroe, que debe debatirse constantemente entre el rea­lismo y el idealismo.

Metáforas

Y para concluir, las metáforas permiten a los cuatro partidos simplificar su doctrina ideológica y hacer más fácil su asimilación por parte de los votantes, así como la obligada transición de la teoría a la práctica. En el caso del PP podemos señalar la idea del “juntos ganamos”, que transmite la noción de que los españoles haciendo sacrificios y permaneciendo unidos podremos finalmente derrotar a la crisis y salir triunfadores de nuestra particular odisea. Con respecto al PSOE, es conveniente señalar el eslogan “una España diferente”, con el que los socialistas tratan de recuperar la idea nacional, rompiendo lo que siempre ha sido un tabú para la izquierda española, y disputándole así este concepto a sus rivales conservadores, en consonancia también con la idea federalista que defienden para resolver la crisis territorial.

En el caso de Ciudadanos, es muy inteligente, a la par que potente, el mensaje “Podemos es la venganza, Ciudadanos la justicia”, en el que la formación naranja trata de situarse como el cambio tranquilo y proporcional, en contraposición a la deriva revolucionaria y radical de su rival morado. Por último, en el caso de Podemos merece destacarse la noción de “la casta”, vocablo que hace alusión al jerarquizado sistema social tradicional hindú, y con cuyo uso Podemos logra simbolizar el abismo existente entre la élite político-económica y el resto de la ciudadanía oprimida, a la que se define metafóricamente como “la gente”. Igualmente, los conceptos de “arri­ba” y “abajo” visualizan en el eje de coordenadas la dialéctica de clases antagónicas de la teoría marxista. También es muy original la identificación de la lucha política como “juego de tronos”, en la que o ganas o mueres, aprovechando esta gráfica metáfora que da título a la popular serie de fantasía épica. Y últimamente, el argumentario del partido ha incorporado las ideas de “cambio” y “recambio”, para mostrar la diferencia que Podemos desea marcar con Ciudadanos, erigiéndose ellos como únicos representantes de la ruptura con el orden existente, y situando a Ciudadanos como un caballo de Troya de la clase dominante.

En resumen, como observamos se trata de todo un elenco de mitos, arquetipos y metáforas con las que los distintos partidos nacionales han edificado sus respectivos relatos propagandísticos para así tratar de adueñarse de conceptos de amplio espectro, diseminándolos en las mentes de la ciudadanía bajo su propia perspectiva y generando respuestas pasionales. Por ello, para comprender en términos estratégicos la campaña electoral que se avecina dentro de dos meses en España, es necesario abordar su estudio también desde la teoría del storytelling. Y es que si en las pasadas décadas parecía que los enfoques racionales y economicistas eran la llave para lograr el apoyo de los “ciudadanos-clientes”, hoy en día asistimos a un regreso de las emociones, de los relatos mágicos y de los hechizos de Sherezade para embaucar y seducir a los “ciudadanos-creyentes”.

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