Por Alberta Pérez, @Alberta_pv

Continúa la mayor parte del mundo encerrado en su casa, y el que no, sale a la calle respirando a través de una mascarilla (en el mejor de los casos) y oliendo a desinfectante. Nuestros hábitos cambian para adaptarnos a esta nueva realidad, que, a día de hoy, todavía no sabemos hasta donde calará. Los estudios de consumo reflejan información interesante durante este periodo de incertidumbre, aburrimiento, ansiedad y reinvención. Al igual que hemos descubierto que uno de nuestros mayores miedos ante el colapso mundial parece ser el quedarse sin papel higiénico, estudiarnos en estos momentos ayuda a conocernos un poco más como sociedad.

En el caso de los medios de comunicación, un sector clave que continúa ayudado a hacer el aislamiento un poco más cercano, estamos descubriendo que muchos de nosotros hemos hecho las paces con la televisión, retomando antiguos lazos. Todo apuntaba a que internet continuaría ganando terreno a la pequeña pantalla hasta convertirla en un simple reproductor audiovisual bajo demanda, y sí, es cierto que el consumo de internet en las televisiones ha alcanzado récords históricos en España durante esta cuarentena, pero las cifras publicadas por CARAT España confirman un aumento drástico del consumo de TV. Ahora que tenemos menos inputs en nuestras vidas, hemos retomado viejos hábitos y nos dejamos mecer con la programación que nos ofrece la “caja tonta”.
A ver quién convence ahora a tu jefe de que el teletrabajo es igual de productivo que estar en la oficina.

Sin embargo, esto no implica una situación positiva per se. Paradójicamente, los ingresos por publicidad en la pequeña pantalla se desploman. El informe La publicidad durante el Estado de Alarma en España elaborado por Dos30 registra un descenso del número total de horas dedicadas a publicidad de hasta el 22 % en las cadenas generalistas. Además, se ha podido observar una gran polaridad en el éxito y fracaso de los programas. Aunque la adaptación a los nuevos requisitos que nos exige el convivir con el COVID-19 deja pocas opciones a los programas de televisión, que ahora se ven obligados a realizar la retransmisión desde sus casas, o manteniendo distancias de seguridad en plató y conectando por videollamada con los colaboradores, algunos han visto un incremento notable en su audiencia, mientras que otros han fracasado rotundamente pese a seguir un formato similar. El programa de Jordi Évole, Lo de Évole, ha obtenido audiencias superiores a especiales anteriores del programa, para los que sin duda invirtieron mayor presupuesto; y Todo es mentira de Risto Mejide, ha obtenido una audiencia histórica superando el millón de espectadores. Puede que ante estos nuevos formatos más íntimos, los telespectadores busquemos caras conocidas. O quizás sea el morbo de saber cómo son los salones de casa de aquellos que vemos siempre impolutos en un plató.

La radio revive días gloriosos viendo sus esfuerzos para llegar a los oyentes, recompensados. Algunas teorías achacan este éxito a que veamos un oasis de credibilidad en los transistores, teniendo en cuenta que las redes sociales e internet se han convertido en un campo de batalla difícil de gestionar, donde abunda a día de hoy una cantidad de bulos abrumadora. Este tiempo da una oportunidad a la radio para seducir de nuevo a sus audiencias, llenando nuestras estancias con su calidez y expresividad. Los podcast, hijos milenials de la misma, triunfan como la alternativa más cómoda y adecuada para servir de acompañante durante estos días en los que todo lo hacemos desde casa, ya que exige menos atención que el audiovisual, ofrece un amplio espectro de temáticas y proporciona la flexibilidad de funcionar bajo demanda.

Pero no todo va a ser consumir, también necesitamos compartir. La app Tinder revela que las conversaciones desde que se decretó el estado de alarma en España han aumentado su duración un 26 % y el número de matches ha aumentado un 30 %. La plataforma ha eliminado restricciones geográficas recientemente, permitiendo conectar a personas que se encuentran en países distintos, algo que previamente solo era posible con las versiones premium. Shar Dubey CEO explicaba con qué objetivo: “Compartir, aprender y escuchar a otros que están en la misma situación”. Un gesto interesante que a mi parecer difumina la diferencia que remarca el término, un tanto rancio, “app para ligar” frente al de redes sociales. Según un estudio de Smartme Analytics, por debajo de los 35 años las descargas de esta aplicación han aumentado un 94 %, sin embargo a partir de esa edad en adelante, las descargas han caído en picado. Imagino que llega un momento en el que quieres las cosas claras, el chocolate espeso y que empleen el tiempo en dar conversación a desconocidos los que tengan paciencia para soportar los bulos.

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