Iago Moreno

@goMoreno_es

Un fantasma recorre las grandes campañas de nuestro entorno: el fantasma del pop coreano y sus oleadas de fans. Son muchos los candidatos que han sufrido su conjuro, desde Javier Milei a Donald Trump. Y en contra de sus rivales, de Gustavo Petro o Gabriel Boric, otros tantos candidatos lo han invocado en su auxilio. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Para entender cómo los fans del ‘K-pop’ han llegado a convertirse en un actor político hemos de remontarnos a 2020. El entonces presidente Donald Trump, ya inmerso en su carrera por la reelección, había emplazado a sus seguidores a abrigar su campaña abarrotando un estadio gigantesco de Tulsa, Oklahoma. Todo iba bien, las entradas se agotaron con rapidez. Sin embargo, al abrir las puertas del estadio, gran parte de las gradas quedaron vacías: el acto había sufrido un sabotaje. Sin embargo, los saboteadores Tulsa no eran hackers rusos, ni encapuchadas bandas de antifascistas, sino jóvenes tiktokers conectados por una pasión compartida: movilizarse para dar a conocer al mundo sus bandas favoritas de pop coreano.

¿Cómo llegaron a ello? En sí mismo, este género no tiene un carácter reivindicativo: a diferencia de los grupos punk o los viejos cantautores, no es su mensaje lo que motivó el evento. En este caso, la clave estuvo en la relación de estos fans con las redes sociales, en la forma en la que estos usuarios acostumbran a conectarse entre sí, en el tipo de actividades que llevan a cabo en común y la forma en la que suelen movilizarse.

A principios del año pasado, Soo Yoon, una investigadora coreana del prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT), entrevistó a varios fans de este movimiento con creciente influencia política. “Tenemos el poder de hacer populares a ídolos y grupos y deberíamos usar ese mismo poder para reivindicar nuestras causas políticas”, le explicó una joven chilena. Si había una clave detrás del fenómeno, para esta activista era evidente: si uno cuenta con el respaldo de años de experiencia creando campañas y movilizándose en redes ¿qué más da cuál haya sido el gimnasio?

Durante los últimos procesos electorales que ha vivido América Latina, esta cuestión se ha visto con claridad. En las elecciones argentinas del p­asado mes de noviembre, varias publicaciones de la número dos de Javier Milei, en las que comparaba al K-pop con enfermedades de transmisión sexual, desataron poderosas campañas digitales contra Milei, demostrando lo tupidas y efervescentes que son las redes de esta comunidad. Por otro lado, en las elecciones chilenas de 2021, el candidato ultraderechista Antonio Kast intentó ganarse la simpatía de estos grupos con su ‘K-ast pop’, unos jingles de pop coreano que al final solo nutrieron la campaña de su rival, abrigada por un grupo independiente llamado ‘K-popers con Boric’.

Resultaría imposible recorrer en estos párrafos todo el conjunto de tácticas con las que las campañas electorales más recientes han afrontado este fenómeno. No obstante, es importante quedarse con una idea fundamental de fondo: si tantas campañas recientes se esforzaron por hacer guiños a ‘swifties’, ‘k-popers’ y otros enjambres de fans no fue por seguir una simple moda, sino por querer aspirar a nutrirse de su ejercitado músculo para la movilización digital.

Los fandoms de hoy en día se asemejan a nuevas formas de militancia online. De hecho, sus seguidores, a menudo, tienen un sentimiento de pertenencia y una capacidad de acción colectiva mucho más fuerte que la de los activistas online más politizados. En este sentido, para entender la fuerza comunicativa con la que estos enjambres de fans intervienen en la discusión electoral, conviene atender a dos cuestiones: por un lado, que es la tupida red que los conecta en su día a día la que los hace actuar con tanta rapidez cuando se sienten interpelados, desafiados o molestos. Por el otro, que es el conjunto de actividades cotidianas que realizan -como viralizar hashtags, recaudar fondos o producir contenido viral- lo que las hace efectivas, y no una moda o un abstracto clima cultural.

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