Por Tamara Gorines, @TamaraGDP, Psicóloga, Consultora Política.
Hasta hace escasos días, Eslovaquia venía siendo una excepción dentro del Bloque de Visegrado por la mayoría socialdemócrata de su parlamento, en este pequeño país de Centroeuropa.
Se llegó a acariciar la idea de que la conquista del populismo, triunfador en otros países de Europa Oriental, podía debilitarse con personalidades como la de Zuzana Čaputová, con una dimensión de la política más próxima a democracias occidentales.
Zuzana Čaputová, llegaba al círculo de la política como una rara avis por un discurso repleto de matices y con un manejo extraordinario de la oratoria, consiguiendo romper el statu quo y alejarse así del arquetipo populista.
Pero quién es Zuzana Čaputová. Es abogada de formación, novel en política pero dotada de otras capacidades como un apasionado activismo hacia el medioambiente, que en 2016 le otorgó el premio Goldman por su campaña contra un vertedero ilegal de residuos tóxicos en Pezinok, su lugar de residencia.
Me parece interesante hacer un alto aquí y recordar, que los ideales que impulsaron la Revolución de Terciopelo en 1989, que pusieron fin al comunismo de la entonces Checoslovaquia, auparon a esa sociedad en busca de la democracia, encontrando sin embargo a una nueva bestia, de múltiples caras, con la que luchar: la corrupción en la esfera política; la falta de transparencia, y una escasa decencia política. Zuzana Čaputová tenía entonces 16 años, aunque supuso un momento de inflexión en su desarrollo personal.
Al grito de “luchemos entre el diablo”, que nada tiene ver con el título del ensayo de parecido nombre del magnífico Stefan Zweig, Čaputová construiría con gran sensibilidad política el escenario ideológico con el que arrancaría su campaña en las elecciones presidenciales del pasado mes de marzo del 2019. Eslovaquia Progresista, el partido de Čaputová, de corte social-liberal, surge en 2017 con una clara preocupación por el medioambiente, muy dirigido al fortalecimiento del Estado de Derecho y sin esconder su orientación europeísta.
Con las elecciones presidenciales del 2019, Zuzana Čaputová se convertía en la primera mujer en ganar la Jefatura de Estado de Eslovaquia. Conquista el cargo con dos tercios de los votos (58,40 %) en una segunda vuelta y con un nivel de participación muy bajo (40,71 %), inferior al de la primera vuelta, frente al candidato respaldado por el partido gubernamental socialdemócrata Dirección-Socialdemocracia (Smer), Maros Sefcovic.
Las denuncias del periodista de investigación Ján Kuciak, sobre la connivencia del poder político con los intereses de la mafia, acabaron en su asesinato y el de su prometida, Martina Kusnirova, en 2018, impactando en la sociedad eslovaca y marcando un nuevo rumbo de inquietud social por la corruptela en las instituciones.
Un nuevo devenir político parecía dar comienzo tras la muerte del periodista, que desencadenó en la forzada dimisión del hasta entonces primer ministro Roberto Fico y en una posterior moción de censura al actual, Peter Pellegrini, en septiembre del 2019, que supo aguantar aunque perdiendo la mayoría parlamentaria.
Las expectativas de un cambio social y político que desembocaron en la elección de Zuzana Čaputová en las presidenciales del 2019, se vieron cercenadas los meses previos a las elecciones, por el protagonismo creciente del ultraderechista Partido Popular Nuestra Eslovaquia (Kotlebovci-LSNS), liderado por Marian Kotleba, cuyo ascenso preocupaba para la cita electoral del pasado 29 de febrero.
Las elecciones legislativas del pasado sábado, con un nivel de participación que ha llegado al 65,83 %, aumentando respecto a los anteriores comicios del 2016 que fueron de un 59,8 %, han tenido un claro ganador en un parlamento muy fragmentado: el partido OLaNO (Gente Corriente y Personalidades Independientes), de corte conservador y populista de centroderecha, dirigido por el empresario de medios de comunicación Igor Matovic, logra, con el 25,02 % de los sufragios, coger la delantera del hasta entonces partido de gobierno, SMER, que se queda con un 18,29 % de los votos (perdiendo algo más de 10 puntos con respecto a los anteriores comicios de hace cuatro años). Se pone así fin a la hegemonía socialdemócrata, fuertemente desacreditada por sus relaciones con la mafia y el asesinato del periodista Ján Kuciak. El voto de castigo y una campaña muy centrada en la lucha contra la corrupción, han sido el éxito del partido ganador.
En tercer lugar ha quedado el partido nacionalista y xenófobo “Somos una familia”, liderado por Boris Kollár, con un 8,24 % de los votos y muy cerca el partido neonazi Kotlebovci-LSNS de Marian Kotleba, que alcanza el 7,97 % del sufragio. La formación liberal Libertad y Solidaridad (SaS) de Richard Sulík se queda con el 6,21 % de los votos y el partido del expresidente Andrej Kiska (Por la gente) obtiene el 5,77 %.
La gran sorpresa ha sido el resultado de la nueva coalición centrista Eslovaquia Progresiva-Unidos, donde militó Zuzana Čaputová, que no logra superar la criba el 7 % que se exige para las alianzas, al conseguir sólo el 6,96 % de los votos.
Pasen y ven el juego de las negociaciones y alianzas. De momento, la caída de los dioses ya ha empezado.
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