Por Jimena Giraldo, @jimenagiraldocp, Consultora política y empresarial
Hacer política debería ser sencillo. Unos candidatos comparten sus valores, opiniones y plan de gobierno con la población y reciben los votos de quienes se sienten identificados. El candidato una vez elegido cumple con su mandato y con los objetivos prometidos. Siempre manteniendo una comunicación abierta y sincera con sus ciudadanos. Pero si en principio las reglas parecen simples, ¿por qué tantos políticos fallan desastrosamente?
La época actual requiere políticos que generen un impacto positivo en la vida de las personas. Líderes con vocación y con gran sentido de la responsabilidad, dispuestos a velar por el bien común. Como decía Max Weber en su libro La política como vocación, “existen dos modos de hacer de la política una profesión, o se vive para ella o se vive de ella”.
La sociedad vive un exceso de saturación y hartazgo por la política. Es necesario cambiar la forma de hacer las cosas. Pero para lograrlo debemos dejar la apatía a un lado.
La participación en política es un mecanismo que nos implica a todos; a los Gobiernos, a los políticos y sus partidos, a los ciudadanos. Un Estado democrático se mantiene estable cuando todos sus componentes, sin excepción, se involucran activamente en él.
¿Cómo pueden los Gobiernos contribuir a esta transformación? Los Gobiernos modernos deben ser eficientes, pero con total transparencia. Involucrados y en sintonía con la realidad de su población. Abiertos a renovarse y a mejorar sus políticas públicas. Gobiernos solidarios, del lado de las personas. La ciudadanía debe sentir seguridad por quienes los gobiernan.
Desafortunadamente en la mayoría de países esto no ocurre. Es muy común ver a presidentes en una burbuja hermética siendo exclusivamente asesorados por su entorno más cercano. Cuando en realidad deben mantener la conexión y tender puentes que faciliten una acertada comunicación con la población.
Una buena comunicación es vital para el progreso de los Gobiernos. Los partidos políticos deben entrar en la era de la conciliación, del respeto y de la no violencia verbal en los debates. En países como España, es agotador ver como en las sesiones de control, las intervenciones de los parlamentarios en el Congreso de los Diputados se han convertido en un campo de batalla y de insultos.
Nos interesa que en estos discursos abunden las buenas ideas y soluciones que nos beneficien a todos.
Debe haber una renovación desde las entrañas de los partidos. Sin esta regeneración, la política toma distancia y esto puede ser el comienzo de graves consecuencias. Es evidente que necesitamos construir una democracia más representativa y conectada con la gente.
Los gobernantes de esta década tendrán que desmarcarse de viejas costumbres. Deberá predominar un liderazgo inclusivo en donde la humanidad, la empatía y la igualdad sean el eje central de sus planes de gobierno.
Líderes con sensibilidad y temple para llevar las riendas del nuevo mundo que nos espera.
El político no solo debe estar en sincronía con su equipo de asesores y partido, la conexión más importante es la que tenga con el ciudadano. Este es el mayor éxito que puede tener.
Y por último, desde la consultoría política, los asesores tenemos la responsabilidad y la oportunidad única de contar una nueva historia. Incentivando el respeto, la no violencia política, la competencia sana. Hagamos campañas políticas innovadoras, que marquen la diferencia por sus ideas y no por sus continuos ataques.
Sentimos la necesidad de abrir camino a una nueva era política que ayude a la transformación de la sociedad y siembre esperanza en el corazón de las personas.
Nota:
“Cuando los políticos entiendan que no son los partidos, son las personas; no son las promesas, son los hechos; no son las peleas, son las ideas, ese día, la política volverá a renacer”.
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