Por Irene Núñez. @Irenuqui,

Asesora de comunicación política en el Ayuntamiento de Alcobendas

Cada vez está más en boga el concepto del liderazgo femenino. ¿Cómo es?,¿quién y cómo lo ejerce?, ¿facilita el diálogo y las negociaciones? El liderazgo, como cualquier otra habilidad, no entiende de género. El liderazgo va de inspirar y transformar, y se puede practicar y construir con el tiempo. Ahora bien, es indiscutible que las mujeres tienen más dificultades para que su liderazgo sea reconocido.

En política se empiezan a entrever nuevas formas de liderar o, lo que es lo mismo, surgen lideresas que apuestan por un estilo y presencia completamente diferentes al instaurado por el imaginario colectivo. Es un liderazgo que no oculta lo femenino y para poder analizarlo debemos situarnos en la misma casilla de salida: la política asume rasgos predominantemente masculinos. Esto no es casual. La mujer sigue infrarrepresentada en el tablero político.

Según datos de Naciones Unidas, en 1975 las mujeres representaban el 10,9% de los parlamentarios de todo el mundo. Diez años más tarde ese porcentaje solo había aumentado un punto. Y aunque en los últimos cuarenta años la presencia de la mujer se ha incrementado de forma paulatina, sigue siendo aún muy escasa su representación. Como consecuencia, es comprensible que las pioneras en el ámbito de la política, como las que encabezaron el movimiento sufragista del s. XIX, eligieran una actitud corporal y atuendos masculinizados, pues carecían de otros referentes.

Con el paso del tiempo más mujeres han pasado a primera línea de la política apostando por su propio estilo de liderazgo, ya sea más masculinizado (sobra mencionarlos de Ángela Merkel o Margaret Thatcher) o más femenino. Una vez reconocidas y validadas ambas formas, vamos a poner el foco en el denominado “liderazgo femenino”, ese que dirige desde la serenidad, que descarta la agresividad o la competitividad extrema y que se visualiza en una presencia menos rígida y más armónica. Un liderazgo en el que hay espacio para la gestualidad y la elegancia, y que se apoya inteligentemente en la moda como elemento transmisor de ideas y mensajes. Pasamos a verlo con ejemplos:

1. Alexandria Ocasio-Cortez (El Bronx, Nueva York, 1989). Hizo historia al convertirse en la congresista más joven de EEUU con 29 años. Ha sabido conectar con la población joven y latina a través de una imagen fresca y desenfadada en las redes sociales, donde la hemos visto bailando (recordemos que algunas dirigentes han sido cuestionadas por ello) y apelando a sus seguidores con vídeos autograbados en los que explica sus posicionamientos políticos. También ha roto esquemas en su comunicación “off line”: en la Gala MET lució un reivindicativo vestido que decía “impuestos a los ricos”.

2. Camila Vallejo (Chile, 1988). En diez años ha pasado de ser un icono de la revuelta estudiantil a diputada y, posteriormente, ministra en el actual Gobierno de Chile. Ha sabido mantener su estilo y esencia, adaptando su comunicación tanto al medio como al moment­o. Su imagen y contenidos digitales refuerzan una de las principales características del ejecutivo: la juventud viene pisando fuerte. Además, la mayoría de sus prendas provienen de diseñadores nacionales, un gesto que transmite su orgullo por la marca chilena.

3. Yolanda Díaz (España, 1971). Desde su nombramiento como vicepresidenta del Gobierno de España en 2021, su liderazgo e imagen han evolucionado de forma contundente hasta marcar su propio estilo y forma de liderar, muy diferentes a las que transmitía su anteceso­r. La hemos visto salir de arduas negociaciones con una sonrisa por delante y una imagen dulce, pero firme. Transmite los mensajes con un tono claro y conciliador y apuesta por una vestimenta de tonos pastel y blanco predominante para transmitir confianza y serenidad.

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