Tras una década de crecimiento económico, los latinoamericanos mejoran la opinión sobre sus propias democracias

Melvin Peña, consultor de comunicación. @mpena

Está llena de sorpresas la evaluación que hacen los ciudadanos de Latinoamérica de la calidad de la demo­cracia en sus propios países, las de sus vecinos latinoamericanos, las de algunas potencias mundiales y las de vecinos culturales como España. Para los latinoamericanos, en estos momentos, la democracia tiene mucho más que ver con las condiciones económicas de existencia que con valores democráticos como la libertad, la seguridad jurídica y la fortaleza de las instituciones. Desconcertante es el calificativo que se puede aplicar, cuanto menos, al resultado del estudio del Latinobarómetro “La imagen de los países y sus democracias”.

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«La imagen que los pueblos (latinoamericanos) tienen de la democracia en sus países y en otros países nos dice claramente que la democracia de la que hablan los ciudadanos no es la democracia de la que hablan los expertos, los técnicos de la democracia, la ciencia política y la sociología política», afirma el informe “La imagen de los países y sus democracias”, publicado en julio de 2014, a partir de encuestas realizadas en 2013, con muestras de 1.200 personas en cada país de Latinoamérica, 18 en total, excluyendo a Cuba. Es posible que algunas de las conclusiones de ese estudio dejen con la boca abierta a quienes conocen o creen conocer Latinoamérica.

“Esa democracia que está en la mente de la gente está ligada a los vaivenes de la economía, al desempeño de los gobiernos, a los avances que han hecho los pueblos en la lucha contra la desigualdad, mucho más que al estado de derecho, a la separación de poderes o al funcionamiento de las instituciones de la democracia. La democracia de las instituciones no es lo que se evalúa al res­ponder esta pregunta (¿Cuán democrático es el país?) sino más bien pareciera ser los grados de inclusión social de los pueblos”.

Más adelante, la investigación avanza esta conclusión:
“El dilema persiste en la medida que las personas se comportan por lo que perciben, es decir las percepciones se vuelven realidad e influencian los acontecimientos individuales y colectivos en una sociedad. Con todo el mensaje de la región es claro, es un mensaje positivo, con una buena imagen de si misma y una visión crítica del mundo. Esta visión se cristaliza en la caída de la opinión sobre los países y las potencias, así como en la caída de la relaciones entre ellos y el país de cada cual”.

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En una escala del 1 al 10, en la que 1 significa que el país no es “para nada democrático” y 10 que es “completamente democrático”, Uruguay se autoclasifica en 7.6, el más alto grado de democracia percibida en la región. No sorprende este dato, pero sí si lo comparamos, por ejemplo, con la auto­percepción de República Dominicana (6.4), un país de alto conservadurismo, donde ni remotamente se puede hablar del matrimonio de parejas del mismo sexo o del derecho al aborto, entre otras conquistas alcanzadas por el pequeño país de Mujica.

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La imagen promedio que los latinoamericanos tienen de la democracia en Estados Unidos, también en la escala de 1 al 10, ha venido bajando desde 2009, cuando estaba en el 7.7, hasta llegar a 6.9 en 2013. El país de América Latina en que se cree que EEUU es menos democrático es Costa Rica, con un 6.3, y el que cree que es más democrático es República Dominicana, con un 7.8.

Opinión de otros países: Japón, China, España.

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En términos porcentuales, la opinión sobre Japón cae 9 puntos entre 2001 (66%) y 2002 (57%). En el año 2003, la valoración de la democracia nipona alcanza 63%, recuperando 6 de los 9 puntos perdidos.

Después de Estados Unidos, Japón y Brasil ocupan el segundo lugar con mayor porcentaje de buenas opiniones entre los latinoamericanos, con 61% ambos países.

El país que mejor opinión tiene de Japón es Brasil, con un 75%, y la peor opinión la encontramos en República Dominicana con un 49%. Como se ve, hay 26 puntos de distancia entre el país que lo evalúa mejor y el peor. Este es un dato sorprendente, en lo que respecta a República Dominicana, país que ha sido beneficiario de numerosas ayudas técnicas del gobierno japonés y donde, por lo menos de forma empírica, se percibe un alto respeto por los ciudadanos, la cultura y los productos japoneses.

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La opinión sobre China tiene más volatilidad, eso sugiere la influencia de la agenda informativa. Las buenas opiniones de China fluctúan entre un 48%, que fue el momento más bajo en el año 2003, y el 65%, que fue el punto más alto en el año 2011. En 2013, China alcanza un 53% de opiniones positivas, el punto más bajo desde que se empezó a medir, en 2001.

La mejor evaluación de China la tiene Venezuela con el 67% y la peor República Domi­nicana con 43%. Sólo seis países de la región tienen menos de la mitad de su población con opinión positiva sobre China.

Alguien podría argumentar que hay una fuerte influencia ideológica en la evaluación de los venezolanos de China, así como la de Ecuador hacia esta potencia que alcanza 60%. Veremos más adelante el impacto de la ideología en la imagen de los países, pero antes detengamos en la evaluación que los latinoamericanos hacen de “la Madre Patria”.

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La imagen de España cae a lo largo de la crisis que ha estado sufriendo ese país en los últimos años, de 7.4, en 2009, a 6.3, en 2013. Es decir, la valoración del modelo español, que antes fue un referente mundial impulsado por la transición, está apenas a una décima por encima del promedio latinoamericano (6.2).

El país más crítico de España es Uruguay, que otorga 4.3, mientras los otros países la sitúan entre el 5.6 y el 7.2. Los centroamericanos son los que mejor la evalúan.

Llama la atención que cuando algunos paí­se­s autoclasifican su democracia, se sitúan así mismos mejor que España, como son los casos de Uruguay, Venezuela, Argentina, E­cuador, Nicaragua y República Dominicana, con valoraciones que van de 6.4 a 7.6.

Tratándose de una encuesta de 2013, no es absurdo suponer que si se repitiera ahora, cuando los escándalos de corrupción política de España han amplificado su eco, es posible que la imagen saliera incluso peor parada.

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Brasil ha sido medido como el “país más amigo” de los países de la región, no obstante, en 2013 es la primera vez que se mide la opinión de los países de la región sobre Brasil. Un 61% de los latinoamericanos tienen buena opinión sobre Brasil, desde un 77% de su país vecino Uruguay hasta un 45% de Panamá.

Los 6 países con mejor opinión sobre Brasil son sus vecinos del Sur. En esa lista encontramos a Uruguay (77%), Paraguay (75%), Venezuela (74%), Argentina (70%), Perú (67%) y Chile (65%).

Los países que menos porcentaje de opi­niones positivas tienen sobre Brasil están encabezados por Centroamérica, entre ellos están Panamá (45%), República Dominicana (46%), Nicaragua (47%) y Costa Rica (49%).

Parece haber una relación de distancia/cercanía en la opinión sobre Brasil, que aparenta estar influida por interacción, toda vez que la pendiente de diferencia entre el país que mejor lo evalúa (Uruguay) y el que peor lo evalúa (Panamá) alcanza los 32 puntos porcentuales.

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Con respecto a la percepción que se tiene de la Unión Europea, Chile y República Dominicana son los países con mayores discrepancias entre izquierda y derecha, con 20 puntos porcentuales de diferencia y una tendencia de más opiniones positivas a la derecha. Un 45% de quienes se posicionan a la izquierda en Chile tienen buenas opi­niones de la Unión Europea, mientras en la derecha estas buenas opiniones bajan a un 66%. Entre los dominicanos de izquierda un 37% tiene buenas opiniones frente a un 57% de los de derecha.

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Lo que sí es de extrañar, son los casos de República Dominicana y Ecuador, cuando se evalúa Venezuela. En República Dominicana un 57% de los que se autoclasifican en la derecha tienen buena opinión de la patria de Simón Bolívar, mientras que entre la gente de izquierda sólo el 35% valora bien a Venezuela. Esta diferencia de 22 puntos porcentuales puede explicarse (¿o no?) por los precios y condiciones preferenciales para la compra de petróleo que el gobierno venezolano otorga al país caribeño y a otros países latinoamericanos, a través del Acuer­do de Petrocaribe.

También llama la atención que en Ecua­dor, un país liderado por un gobierno amigo de Venezuela, por un presidente sumamente popular proveniente de la llamada nueva izquierda latinoamericana, la dife­rencia entre los ciudadanos de izquierda y derecha sea de apenas 10 puntos y más aún, repartidos de una manera sorprendente: un 40% de los ecuatorianos autoclasificados de izquierda tiene buena opinión de Venezuela, mientras que el 50% de los auto­percibidos de derecha tiene una positiva opinión del país gobernado por el régimen chavista.

El estudio del Latinobarómetro pone en evidencia, como resultado colateral, no sólo que ser de izquierda o de derecha no es una cosa que tengan claro los latinoamericanos. En todo caso, crean lo que crean sobre estar a un lado u otro del espectro político, esa percepción nada tiene que ver con las percepciones que se tienen de izquierda y derecha al otro lado del Atlántico.

 

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