Entrevista a Ben Wikler, director y presentador del programa The Good Fight

Entrevistamos a Ben Wikler, ex director de campañas de Avaaz y actual director y presentador del programa de radio y podcast The Good Fight. Patrocinado por Moveon.org, organización progresista de referencia de Estados Unidos con más de ocho millones de simpatizantes, The Good Fight relata cada semana cómo movimientos ciudadanos y activistas están cambiando el mundo.

Por Luis Aguado

Repasando su currículum, supongo que usted se encuentra entre los que piensa que Internet y las nuevas tecnologías han contribuido a equilibrar la balanza de poderes en favor de los ciudadanos.

Totalmente. Si te fijas en el porcentaje de la población que tiene acceso a Internet, por ejemplo en España, o en el porcentaje de la población que actualmente participa en la toma de decisiones políticas, puedes ver cómo no hace más que crecer. Lo que ha ocurrido es que han desaparecido los gatekeepers que tenías que superar para llegar a millones de personas, como podía ser un gran periódico o una gran televisión a la que tenías que convencer de que lo que querías contar es importante.

La comunicación ahora es persona a persona y, gracias a los canales online, es posible dirigirse a los poderes de forma mucho más sencilla que hace unos años.

Su programa de radio, The Good Fight, está patrocinado por MoveOn, una de las organizaciones progresistas más grandes de Estados Unidos. ¿Cuál ha sido la clave del éxito de esta organización, que ya cuenta con más de ocho millones de simpatizantes?

Básicamente, MoveOn creó el modelo para lo que llamamos people powered online campaings, es decir, campañas organizadas por ciudadanos comunes a través de Internet.

Fue la primera organización en contar con una herramienta de peticiones online con la que recolectar voces y apoyos ciudadanos para después pedirles mayor involucración en la defensa de todo tipo de temas. También demostró que es posible recaudar millones de dólares para causas políticas a través de Internet, así como organizar a millones de ciudadanos en el mundo off­line partiendo de lo online, y no sólo para una acción concreta, sino una y otra vez a lo largo de los años.

Otra de las claves del éxito de esta organización es saber escuchar. El organizing online funciona cuando tienes una visión clara de lo que quieres conseguir, pero también cuando escuchas. Saber qué preocupa a las personas y proporcionarles formas de participar, de conectarse, en torno a esas preocupaciones.

Las campañas de Obama en 2008 y 2012, de las que tanto se ha hablado, se cons­truyeron a partir de los métodos que los pioneros de MoveOn pusieron en práctica a comienzos de la década pasada.

Hablando de movimientos grassroots, ¿cuál fue la clave del éxito del Tea Party? ¿Cómo logró conectar en muy poco tiempo con millones de ciudadanos estado­unidenses?

Lo que ocurrió con el Tea Party fue que apeló directamente a ideas y sentimientos que muchos estadounidenses tenían dentro desde hace mucho tiempo. Además, tuvo desde el principio el apoyo de grandes e influyentes medios de comunicación: cadenas de televisión como Fox News y, sobre todo, las radios más conservadoras, que tienen gran capacidad para influir en política, ayudaron a validar ante la opinión pública el movimiento. Por último, el Tea Party recibió centenares de millones de dólares de personalidades como los hermanos Koch. Por lo tanto, fue una combinación de organización grassroots, con una enorme exposición mediática y mucho dinero.

Otro de los movimientos sociales más destacados recientemente en Estados Unidos ha sido el de Occupy Wall Street. Aunque sus manifestaciones no fueron masivas, su mensaje sobre la desigualdad parece haber calado entre la población estadounidense. ¿Cómo ha ocu­rrido?

En el momento de máximo auge del mo­vimiento Occupy, viajé por todo el país y en cada ciudad y pueblo podías encontrar protestas de activistas vinculados a él. Por lo tanto, sí que fue algo que se extendió por todo el país, a mucha gente con la con­vicción de que el sistema está diseñado para servir a los intereses de una élite.

Como en muchas otras partes del mundo, la desigualdad social está aumentando en Estados Unidos, especialmente a partir de la crisis financiera y económica. El movimiento Ocuppy supo cristalizar la indignación de los ciudadanos y le dio voz y mensaje. Entonces surgió el debate acerca de la desigualdad en Estados Unidos, un debate que mi país necesitaba desde hace décadas. Es una conversación no sólo sobre quién tiene el dinero, sino también sobre quién tiene el poder, y sobre cómo dinero y poder están conectados.
La gestación y la comunicación de los movimientos que hemos mencionado, incluyendo a la propia MoveOn, se rea­lizó y se realiza en su mayor parte a través de Internet. ¿En Estados Unidos es posible prescindir de los grandes me­dios tradicionales (como la TV, la radio, los periódicos) para influir en una mayoría social?

Creo que puedes crear una mayoría social sin tener que pagar por tener cobertura en los medios tradicionales. Lo que está ocu­rriendo, cada vez más, es que estos medios se fijan en lo que ocurre en la Red. Si mi­llones de personas se están preocupando y movilizando en Internet por algo en concreto, es muy probable que ese algo se convierta en una historia en los medios offline, amplificándolo. Los periodistas, como todos nosotros, pasan todo el día conectados a Internet. Por lo tanto, algo que explota en ese ecosistema llegará fácilmente a otros medios.

Aún así, el consumo de Internet varía mucho en función de la franja de edad. Normalmente, los estadounidenses de mayor edad se enteran de lo que ocurre en la Red a través de la radio y la televisión. Por lo tanto, si trabajas en el medio online, no puedes olvidarte de esos otros medios.

La principal novedad que aportan los new media es que puedes involucrarte en una causa de manera inmediata. Si escuchas una historia en la radio, tienes que informarte y buscar la forma de pasar a la acción. Es mucho más fácil amplificar contenidos y pasar a la acción en el medio online.

¿Al margen de la ideología de cada uno de ellos, cuál es la clave para que un mo­vimiento social conecte con la sociedad en Estados Unidos en este momento? ¿Cómo debe comunicar sus ideas?

El ejemplo actual más extraordinario en este sentido es el mensaje del movimiento de la lucha en favor de los derechos de los homosexuales. El mensaje tradicional de este movimiento solía basarse en la discusión sobre derechos legales y beneficios económicos, pero hace pocos años descubrieron que el mensaje más poderoso era el de la “libertad para casarse con aquella persona a la que amas”. Ese mensaje de amor, de conexión, es el que ha cambiado la mentalidad de toda una generación.

A la gente le gusta compartir aquello por lo que se siente orgullosa, pero no lo que le da miedo o le hace sentir pequeño. Por lo tanto, los mensajes que van a funcionar para construir movimientos sociales y ganar campañas son aquellos que inviten a la gente a vivir su vida como la quieren vivir, a dirigirse a otros con empatía y con la idea de conectar para construir un país y un mundo basado en valores compartidos.

Cada semana, usted cuenta en su programa The Good Fight historias de algunos de estos individuos que están tratando de cambiar el mundo. ¿Es optimista acerca del papel cada vez más relevante que los ciudadanos pueden tener en la política?

La razón por la que soy tremendamente optimista es que, incluso en aquellos temas o issues en los que parece imposible influir, la gente está encontrando la manera de luchar. A través de mi programa veo que siempre hay una forma en la que los ciudadanos pueden organizarse y ganar. Muchas veces me encuentro con individuos totalmente desempoderados que, con perseverancia y creatividad, pueden enfrentarse a grandes corporaciones o al establishment político y conseguir cambios.

Bill Gates dijo que solemos sobrevalorar los cambios que ocurren en uno o dos años, e infravalorar aquellos que ocurren en una década. Lo que yo veo es que cada década se producen X cambios impulsados por movimientos ciudadanos y que, gracias a Internet, ese número no deja de crecer, cada vez más rápidamente. Vivimos en una era muy emocionante.

Durante los últimos años se ha hablado mucho acerca de la revolución digital en las campañas electorales y la comunicación política. ¿Esta supuesta revolución tecnológica ha cambiado la forma en que los políticos estadounidenses se comunican con la ciudadanía?

Realmente los políticos tienen ahora más formas de dirigirse a aquellos que les apoyan y menos capacidad para dirigirse a nuevos públicos. Los ciudadanos emplean tantos medios para obtener e intercambiar información que un político no puede estar seguro de que si paga un anuncio en un programa de radio determinado podrá llegar a todo su electorado.

Por eso las campañas electorales se parecen cada vez más a los movimientos sociales. Para los progresistas estadou­nidenses, por ejemplo, las campañas se basan en contribuciones muy pequeñas y ya hay varios estudios que han demostrado que la mejor forma de emplear estas contribuciones es apoyar a lo que llamamos field organizers, organizadores que están sobre el terreno haciendo puerta a puerta y hablando directamente con los votantes.

Paradójicamente también se está produciendo lo contrario: cada vez hay más gente con mucho dinero que puede financiar a aquellos candidatos que sólo sirven a sus inte­reses. Por lo tanto, estamos viendo aumentar en número las movilizaciones grassroots, pero también la posibilidad de unos pocos de influir en los resultados electorales. Los ciudadanos, por un lado, y el poder económico, por otro, se están haciendo más fuertes. Lo que no sabemos todavía es qué bando ganará.

Para terminar, hablemos de su programa. ¿Cómo se le ocurrió producirlo y por qué pensó que la radio y el podcast eran los formatos más adecuados para él?

La idea del programa surgió tras la oportunidad de trabajar con muchos activistas en todo el mundo. Gente que está viviendo su propia lucha a lo David contra Goliath, con historias que podrían ser verdaderos blockbusters cine­matográficos. Estas historias rara vez se cuentan, porque los activistas suelen estar más centrados en trabajar que en contar cómo trabajan. Entonces pensé: hay mucho material e historias que cubrir y al mismo tiempo, esas historias pueden inspirar a otros ciudadanos a pasar a la acción. A la gente le encanta ser llamada para participar en cosas importantes y mi objetivo es dar a cualquier persona la oportunidad de formar parte de algo mucho más grande que ellas mismas.

Me decanté por el formato podcast porque comparte muchos de los rasgos de los medios emergentes: son portátiles, on demand -los puedes escuchar cuando quieras-, baratos y escalables. Aún así, esto es sólo el principio. Me gustaría que The Good Fight llegara a muchos otros medios, para que las historias que contamos alcancen a todo el mundo independientemente de cómo acceden a la información.

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