Por Alberta Pérez, @alberta_pv

A finales del año pasado, el partido ERC (Esquerra Republicana de Catalunya) reabría en España el debate sobre si el derecho al voto debería poder ejercerse hasta los 16 años, una medida que el Congreso rechazó hasta en tres ocasiones. Recientemente, la asociación Sumar, liderada por la vicepresidenta del gobierno Yolanda Díaz, recuperaba esta propuesta junto a la incorporación de la comunicación política e institucional en Tiktok -aparentemente su red social favorita- para conseguir involucrar a los jóvenes en el ámbito político. Me estremezco por mis propios prejuicios al darme cuenta de que paro de leer la noticia en seco, afectada por el hecho de que una persona de 51 años considere Tiktok como su red social favorita, cuando yo a mis 26 tengo problemas para comprender cómo utilizar los Reels de Instagram.

Siento una ansiedad social generada por lo que me parece una interminable -y un tanto ridícula- carrera de los adultos por comprender y formar parte de las cada vez más cambiantes modas -especialmente tecnológicas- que surgen entre los más jóvenes. Puede que los nuevos informes acerca del uso de redes sociales apunten que casi un 40% de las personas entre 18 y 24 años se informan a través de Tiktok, pero eso no es una llamada para que tú, con 45, abandones tu subscripción al periódico para convertirte en algo que no eres. Además, spoiler: ni lo vas a entender ni lo vas a ejecutar igual de bien. No está hecho para ti, ni vas a pasar desapercibido entre la juventud, como mucho serás capaz de no dar vergüenza ajena. Me gustaría expandir el concepto de que pueda existir la apropiación cultural, pero de forma intergeneracional. Dejemos de contaminar y respetemos las nuevas formas de comunicarse de los jóvenes como algo suyo. Aprendamos a generar nuestros propios espacios.

Sorprende que en ciertos asuntos seamos tan propensos a basarnos en la edad como argumento claro de segregación social y en otros nos cueste tanto aceptarlo. No es posible que consideremos como válido el razonamiento de que una persona con 16 años no pueda votar porque no está emocionalmente preparado para ello, pero sí que una persona que se acerca a los 50 tenga hábitos de consumo digitales similares. Esto no debería ocurrir ni a nivel de fuentes de información ni de contenido, y ello no supone ningún problema. Con la cantidad de alternativas que nos ofrece la tecnología hoy en día, ¿a caso no estamos coartándonos al tratar de pertenecer todos a las mismas plataformas? ¿Controlamos la herramienta o nos controla ella a nosotros?

Cierto es que cuando surgió Internet, los que no supieron adaptarse al que fue un escalón determinante, se quedaron prácticamente fuera de la sociedad desarrollada actual. Pero esa necesidad de adaptación al cambio ya no resulta tan urgente cuando los cambios suceden dentro de ese mismo entorno. Igualmente necesario es saber poner barreras, lo que no significa negarse a aprender o evolucionar, sino ir un paso más allá y tras comprender, decidir cómo aplicarlo a la realidad que nos pertenece, distinta para cada uno. ¿No somos nosotros mismos, tal vez, los que estamos generando esta inestabilidad vital de la que nos quejamos, al no ser capaces de asentarnos dentro de los entornos digitales?

A mi parecer existen altas probabilidades de que lo que necesiten los jóvenes para interesarse en política no sea contenido de Tiktok generado por alguien de la quinta de sus padres, sino precisamente lo contrario, darles espacio a ellos para que desarrollen su propia conversación. Así podríamos comprobar si realmente es cierto que hay una brecha de madurez intelectual tan evidente como creemos.

Deja un comentario