Por Israel Pastor@IsPast Politólogo

2016 es un año marcado por la campaña electoral en Estados Unidos, como sucede mecánicamente cada cuatro años. Lo que convierte cada campaña en especial y distinta es la personalidad de los candidatos. En 2008 fue el arrollador liderazgo de Barack Obama. Y en ésta, el arrollador (a secas) Donald Trump.

Mucho se está escribiendo del candidato no-republicano del partido republicano. Sus diatribas y sus valores xenófobos y racistas son bien conocidos. Pero lo que no teníamos hasta ahora tan presente es su relación con el establishment del rock, tan potente en aquel país. No cabe duda de que la movilización contra Trump solo se parece a la que se organizó contra George Bush desde 2002 (Rock the Vote). La forma más sencilla de resumir esa relación es subrayando el rechazo. Por el lado Demócrata, Hilary Clinton es una “candidata pop”, lo que la convierte intencionadamente en más insustancial.

Según el analista Andy Robinson, muchos fans de Bruce Springsteen votarán a Trump: blancos, trabajadores de fábricas y veteranos de guerra2. Por su parte, para el lingüista George Lakoff, este fenómeno se debería a que Trump exterioriza los típicos valores conservadores de “padre estricto” y de la familia tradicional. Son votantes que elaboran su criterio político sobre “causalidades directas”. Es decir, recurriendo a razonamientos simples para explicar la realidad social, política y económica, obviando interpretaciones más elaboradas y “sistémicas”, siempre siguiendo a Lakoff.

Bruce Springsteen tiene muchos seguidores en EE. UU. que encajan en ese esquema mental e ideológico. Ello a pesar de que desde la época de Bush, su activismo político a favor de Obama (la antítesis de Trump) se hizo mucho más manifiesta. Una parte de las canciones de Springsteen podría definirse, como hace Robinson, como “la triste melancolía del rock del Boss”. Hunden sus raíces en la música folk americana y recurren a marcos conceptuales propios del conservadurismo y la tradición. Temas de los 80, como Factory, Whitetown, Independence day, This Hard land, The River, The Price you pay o Reason to believe hablan de las dificultades del padre de familia para salir adelante, de su relación con el trabajo, de lo lejano que les queda a muchos el sueño americano y la necesidad de una cierta fe. Hay una cierta conexión con la nostalgia y el resentimiento de unos Estados Unidos más nacionalista.

No soy muy original al afirmar que la música deja traslucir en sus letras los valores predominantes en la sociedad. Pero quizás algo más al recordar que la música “liberal” (léase, progresista) tampoco renuncia a hablar del sueño americano o de la “tierra prometida”, en clara alusión a los valores religiosos de los “padres fundadores”. Metáforas que, como en la comunicación en general, condicionan la percepción de la realidad. Y es que muchos músicos estadounidenses usan estas referencias que calaron a partir del folk y el country, dando lugar a tradición y compromiso político. Por eso, este fenómeno podría estar sucediendo no solo a los fans de Bruce, sino a los de Neil Young, John Mellencamp o Tom Petty, artistas comprometidos (demócratas) de los que muchos candidatos republicanos han querido utilizar sus canciones3.

Así pues, ¿son los fans del Boss los que votan a Trump (causalidad directa) o debemos recurrir a una “causalidad sistémica”?: muchos americanos encuentran que la música y la actitud de Bruce (“el Jefe”) encajan en los valores del “padre estricto” de Lakoff. Esto les proporcionaría unos valores positivos en los que creer (reason to believe) y que la campaña de Trump está recogiendo ejemplarmente. Es decir, los votantes de Trump estaban ya allí cuando escucharon por primera vez a Bruce, solo que no sabían que un día su cabreo vital les haría votar a Trump. O quizás es que el público de Bruce, que el 27 de septiembre publica las memorias de más de 40 años de carrera, es los suficientemente heterogéneo para agradar a votantes republicanos y demócratas, aunque él se haya declarado progresista. O, incluso, ¿no será que simplemente a la gente le importa un bledo lo que digan las canciones que les gustan?

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1 Post inspirado en dos artículos de la revista digital CTXT:
“The Boss y el aprendiz”, de Andy Robinson
“¿Por qué Trump?”, del lingüista George Lakoff

2 Exención de responsabilidad intelectual: esta afirmación
no es más que una idea periodística que, en
su caso, habría que contrastar empíricamente.

3 Más sobre este fenómeno de la música pop-rock
comprometida en mi capítulo del libro “Con la música
a otra parte”.

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