Por Jesús V. Izquierdo, Chief Executive Leader de The Worldgate Group

La respuesta puede resultar sencilla, aquel que quiera dotar al proyecto país de una visión de impacto y profundidad con una mirada a largo plazo, que sea capaz de transformarlo, teniendo esta visión como meta, como guía, como gran filtro de decisiones estratégicas y que se inhiba de sus voluntades personales y partidistas ¿Y esto cómo se hace?

Para intentar responder esta pregunta acudo a mis raíces académicas de ciencias políticas y economía. Cuando me dirijo al mundo empresarial siempre me gusta utilizar el símil de los países o supra instituciones (Unión Europea) como ejemplos que muchas veces afrontan los mismos retos de gestión y liderazgo como cualquier otra organización, ya que no dejan de serlo. En esta ocasión creo que es importante que ese ejercicio comparativo lo hagamos de forma inversa.

Como para cualquier proceso de transformación organizacional primero deberíamos escoger un modelo conceptual probado y de éxito. El modelo del cambio de Kotter (Leading Change, 2012) es un buen ejemplo de cómo poner en marcha un proyecto de liderazgo transformacional. Este autor sintetiza en ocho pasos qué y cómo abordar un proceso de transformación, incluso en una sociedad como la española y una organización a nivel país.

En primer lugar, se ha de crear un sentido de urgencia que incluya en la agenda lo imperioso del cambio. Se ha de hablar de por qué y para qué se quiere este proceso. En España esta premisa ya ha calado en los medios de comunicación que incluyen desde hace tiempo entre sus issues la necesidad de un cambio en diversas esferas sociales.

Según Kotter el siguiente escalón consiste en formar una poderosa coalición. En este punto la realidad se empieza a contraponer a la teoría. Cuando hace algo más de un año se logró conformar un gobierno en España gracias al Pacto de Investidura entre PP y Ciudadanos parecía que la etapa del clientelismo político tocaba a su fin. Sin embargo, unos cuantos meses después, resultados del CIS mediante, el compromiso de apoyo para construir un proyecto de país comienza a cojear.

El modelo de Kotter se tambalea completamente al alcanzar el nivel tres. Este punto se centra en que es preciso crear una visión para el cambio. Hasta ahora ningún líder de la clase política ha conseguido diseñar y transmitir a la ciudadanía un proyecto de país que sea atractivo, entendible y de interés general. El gran hándicap al que se enfrenta este reto es la ausencia de miras a largo plazo por parte de los diputados y senadores, ya que el ciclo estratégico dominante en los partidos políticos es de tres o cuatro años, es decir, cada vez que toca ir a las urnas. Con unos tiempos tan limitados es imposible construir un proyecto de transformación para España como los que se han llevado a cabo en territorios tan dispares como Corea del Sur, que gracias a su apuesta por la educación consiguió salir de una coyuntura de posguerra, o Colombia, que dejó atrás una narco-guerra civil para alcanzar algunos de los mejores indicadores económicos y educativos de todo el continente latinoamericano.

El cuarto paso se focaliza en la necesidad de comunicar la visión establecida con fuerza y de manera frecuente. Aún estamos lejos de alcanzar este punto pues haciendo un símil del famoso diálogo entre Alicia y el Gato de Cheshire, por ahora no importa mucho qué se comunique porque no se sabe adónde se quiere ir.

Por último, los siguientes pasos solamente merecen una referencia, la realidad de nuestro país aún está lejos de alcanzar estas fases: eliminación de obstáculos, asegurar triunfos a corto plazo, crecer sobre el cambio ya generado y fijar el cambio de cultura.

Los cambios en cualquier tipo de organización pueden ser evolutivos o revolucionarios, la opción sana e inteligente es la evolutiva, pero para esto también debemos como sociedad civil posicionarnos finalmente para que se escuche nuestra voz clara y proyectar nuestra exigencia de finalmente tener un líder transformador con una visión país y sociedad de impacto y a largo plazo.

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