Por Ignacio Martín Granados @imgranados Politólogo. Director de La revista de ACOP
Las elecciones primarias como sistema para elegir al secretario general de un partido o candidato a unas elecciones es un procedimiento cada vez más habitual entre las formaciones políticas. Es tradición en Estados Unidos y también hemos asistido a procesos similares en Italia, Francia o Reino Unido.
En España, aunque recientemente se han incorporado otros partidos, es un proceso usual entre los socialistas desde 1997, ya sea para elegir a candidatos locales, autonómicos o a nivel nacional. No en vano, es una vieja práctica de la II República que da voz y voto a los militantes, cuyos designios no siempre comulgan con los deseos del aparato del partido. Hasta 1936 los puestos en la estructura del partido, los candidatos a cualquier proceso electoral e incluso los representantes socialistas en organismos públicos eran designados directamente por los militantes. Esta práctica se dejó en suspenso por la Guerra Civil y las luchas fratricidas que se vivían dentro del partido, por lo que se prefirió abandonar este procedimiento en favor de la lista cerrada.
Aunque son muchos los interrogantes que despiertan las primarias -y serían objeto de otros artículos-, podemos sistematizar las ventajas y desventajas de su uso en las siguientes:
• Legitimación democrática. Son los militantes quienes eligen frente a los cuadros de los partidos y la elección directa inviste al ganador de una legitimidad añadida, que le hace más indiscutible ante sus oponentes.
• Disminución de interferencias partidistas. Cualquier militante puede ser elegido y votar por un candidato, es decir, tiene un papel decisivo. La elección se produce en un plano horizontal y no en uno jerárquico en el que los ‘aparatos’ deciden entre ellos quién será el candidato, sin tener en cuenta la opinión de los afiliados.
• Transparencia y madurez democrática. Unas primarias permiten no sólo informarse de cada candidato y lo que proponen, sino que también, para el partido, es una magnífica forma de ofrecerse al resto de los ciudadanos y dar ejemplo de madurez democrática.
• Democracia interna. Reflejan el talante democrático del partido al abrirlo a los militantes y confiar en que entre todos optarán por el mejor candidato.
• Empoderamiento de la militancia. La mayor participación de los militantes en los procesos de toma de decisiones del partido repercute en una mayor implicación en la campaña y en el resultado, fortaleciendo el compromiso partidista, que será muy útil para las futuras elecciones activando al militante.
• Resetear al partido. Cuando en una formación política hay voces discordantes, problemas internos, debates ideológicos aplazados y desconexión entre las bases y las élites, las primarias son una forma saludable de aflorar estas cuestiones para abordarlas y relanzar y regenerar al partido.
• Es el mejor ensayo electoral ya que se elige, supuestamente, al candidato más preparado y conocemos cómo será su comportamiento en la campaña electoral, siendo también un termómetro del interés despertado entre la opinión pública por nuestro partido y candidato.
• Marca la agenda mediática. Durante el proceso se dan a conocer los candidatos, las propuestas de cada uno de ellos, se habla del partido… es decir, se posiciona y prepara al candidato entre los ciudadanos/electores. Eso sí, el «ruido» mediático debe ser positivo.
• Las primarias favorecen la circulación de las élites ya que, cuando los líderes de un partido se eligen directamente por los afiliados, se reduce la probabilidad de que se vuelvan a presentar; y cuando lo hacen, las primarias reducen la probabilidad de que los líderes en el cargo sean reelegidos.
Sin embargo, también nos encontramos con detractores de este sistema de elección en base a estas ideas:
• Personalización de la política. Se conoce a los candidatos por su nombre, pero no tanto por sus proyectos, que quedan a menudo escondidos, ya que al ser del mismo partido, las propuestas suelen ser muy similares.
• Las primarias sólo giran en torno a la elección de personas y no al debate de ideas, siendo un proceso electoral más en el que sólo importa quién gana, poniéndose el foco en el espectáculo en lugar de cuál es la mejor propuesta programática para alzarse con el poder.
• Los recursos de los que disponga cada candidato (humanos; financiación; ser cargo orgánico, público o militante de base; clientelismo territorial…), son un elemento de desequilibrio entre aspirantes y pueden determinar el resultado.
• Las primarias alimentan el faccionalismo y la división interna. Se corre el riesgo de que las rivalidades y luchas internas salgan a la luz o se potencien diluyendo las ventajas de las primarias y acaben dañando la imagen del partido y/o candidatos. Por ello es fundamental la gestión posterior del resultado que hagan los candidatos ganadores, aunque cuando la división interna de un partido ha superado un umbral determinado, ni las primarias impiden la ruptura.
Parafraseando a Winston Churchill, quien dijo en la Cámara de los Comunes en 1947 que la democracia era el menos malo de los sistemas políticos, puede que las primarias sean el método menos malo de elección de líderes.
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