Por Natali Becerra S. @nathybecerra, Consultora en Opinión Pública y Comunicación Estratégica
En un año de gran incertidumbre para el país, los ecuatorianos, además de sortear con el escenario pandémico, esperar vacunas, buscar empleos o aferrarnos al que tenemos, sufrir a diario con la delincuencia, lidiar con corrupción en diversos ámbitos y noticieros a tope de malas noticias; tuvimos que vivir una campaña de las más sui géneris.
La primera vuelta nos sorprendió con 16 candidatos a la presidencia de la república. Ciertamente, si bien el escenario no pintaba de lo mejor en lo político, sabíamos que esta campaña estaría llena de sorpresas. La accidentada candidatura de Álvaro Noboa, quien después de varias gestiones e intentos no logró su postulación, fue el anuncio. La campaña de la primera vuelta inició oficialmente el 31 de diciembre, entre los vídeos de un candidato disfrazado de viuda (personaje tradicional) a bordo de una scooter, los saludos y buenos deseos de parte de los candidatos presidenciales y más de dos mil aspirantes que buscaban un curul en la Asamblea Nacional. Así recibimos el 2021. La carrera arrancó con tres candidatos a la cabeza: Andrés Arauz, de UNES; Guillermo Lasso, de CREO y Yaku Pérez, de Pachakutik, seguido por los demás que dada la dispersión del voto no alcanzaban ni el 9% de votos cada uno.
Llegó el momento del debate que se realizó en dos grupos por la gran cantidad de candidatos, el cual dejo más memes y bromas que propuestas para los ciudadanos. Incluso con uno de los candidatos asegurando que había sido drogado con un café en uno de los recesos para justificar su comportamiento errático y sus desatinos en el mismo. Sin embargo, dos candidatos de los ‘desconocidos’ tuvieron una participación destacada, fueron Xavier Hervas y Pedro José Freile, quienes con un discurso sencillo y más aterrizado a responder las inquietudes de quienes los escuchábamos, lograron posicionarse en el imaginario ciudadano.
Desde ese momento, Xavier Hervas despunta con un entendimiento del sentir ciudadano, una campaña limpia de ataques y llena de propuestas. Asimismo, Hervas destacó en plataformas digitales y se alejó de las costosas campañas de los grandes partidos. Además, ser un empresario joven que nunca había participado de la política, lo que le llevo a capitalizar principalmente el voto joven que veía en él la personificación de los valores de la antipolítica.
El 7 de febrero, con mascarilla, alcohol, cédula, esfero y con miedo de pescar al virus, pero con el corazón lleno de esperanza, fuimos a sufragar. La jornada resultó bastante convulsionada debido al anuncio anticipado de resultados del exitpoll por parte Consejo Nacional Electoral, que dio lugar a impugnaciones de actas y a la demora de la proclamación de los resultados, que trajo una sorpresa. El cuarto lugar lo ocupó Hervas, quien arrancó la campaña con un nivel de conocimiento del 0% y la esperada segunda vuelta que se repetía por segunda vez Correísmo Vs. Lasso.
En la segunda vuelta vimos un cambio de equipos en los cuartos de guerra de ambos candidatos, lo que trajo, especialmente en la campaña de Lasso, un viraje de 180 grados.
El concepto de campaña fue ‘el reencuentro’ y mostró un candidato más cercano, que se atrevió a acercarse a grupos en los que tenía gran resistencia, como los LGBTI. Con la incorporación del equipo de Hervas a la campaña, Lasso irrumpió en redes como TikTok consiguiendo una exposición que nunca antes había tenido en el electorado joven. Mientras, la campaña de Andrés Arauz se veía cada vez más desdibujada y abordaba por el ataque directo al ‘banquero’ y con un Rafael Correa omnipresente. Sin embargo, Araúz seguía unos puntos arriba en las encuestas. El punto de quiebre se da en el post debate, no en el debate como tal. Este fue más un espacio para ataques y recriminaciones de un lado y de otro, entre los que sobresalió la frase repetida varias veces por Lasso: “Andrés no mientas otra vez”, que fue capitalizada en la discusión posterior y marcó agenda.
Las lecciones que nos dejó esta campaña fueron muchas. Entre las enseñanzas más importantes destacan: entender el ánimo ciudadano para dibujar una estrategia que identifique al candidato con sus electores, el triunfalismo es un mal consejero, un símbolo puede conectar y movilizar (zapatos rojos) y, sobre todo ello, que la estrategia no está escrita sobre piedra, siempre se debe revisar y ajustar.
Cierro este corto análisis con un consejo a nuestro presidente electo: no hay mejor comunicación gubernamental que el cumplimiento de las promesas de campaña.
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