La investigación se suma a la moda del big data

Por Javier Ruiz Soler, @jaruizso Investigador doctoral en el Instituto Universitario Europeo de Florencia y Francisco Seoane Pérez, @PacoSeoanePerez Profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid

En uno de sus célebres aforismos que, cual cuartetas de Nostradamus, tardarían décadas en comprenderse en toda su magnitud, McLuhan decía que “en la era de la sobreabundancia de la información, la clave para sobrevivir es el reconocimiento de patrones”. Reconocer patrones es lo que hace Google (nos ofrece un listado de enlaces ordenado según un algoritmo) y cualquier agencia gubernamental encargada de la seguridad (nuestros pasaportes pasan un control que en décimas de segundo detecta si pertenecemos a un patrón peligroso comparando distintas bases de datos). Reconocer patrones es también lo que hacen los consultores políticos (segmentando el mensaje según las audiencias de interés) y los investigadores en comunicación política, que necesitan de aplicaciones informáticas para obtener información significativa a partir del escaneado automático de millones de tuits y posts en redes sociales. redes sociales. El procesamiento estratégico de millones de datos (big data) y la utilización de tecnologías que aprenden procesamiento estratégico de millones de datos (big data) y la utilización de tecnologías que aprenden a reconocer patrones de nuestro interés (machine learning) cobran un papel protagónico, reivindicando la actualidad de McLuhan.

1. Comunicación Política Computacional

El uso de métodos computacionales se está extendiendo entre las diferentes disciplinas académicas, y la comunicación política no podía ser ajena a ello. Esta tendencia se plasma en cada vez más seminarios y conferencias donde las ciencias sociales y la informática quedan integradas y complementadas una con la otra. Este es el caso de la International Conference on Computational Social Sciences o proyectos como So Big Data. Potentes y complejos algoritmos usados para analizar cantidades enormes de datos. Estos datos, en gran parte, son los rastros que dejan los usuarios en Internet, consciente o inconscientemente, cuando interactúan, compran, navegan, etc. Internet se ha convertido en una gran base de datos sobre nuestro comportamiento y tendencias, incluidas las políticas. Compañías de todo tipo, organizaciones y también partidos políticos, hacen cada vez más uso de esos datos para su propio beneficio.

El análisis de datos a través del network analysis ha cobrado cierta importancia en los últimos años. No es que sea una metodología nueva, pero numerosos estudios se han beneficiado recientemente de la metodología para analizar relaciones y comportamientos tanto en temas políticos con los datos de las redes sociales, y haciendo uso de potentes ordenadores para mover los millones de datos. En ese sentido, Sandra González-Bailón, profesora en la Annenberg School for Communication de la Universidad de Pensilvania, y directora del grupo de Investigación Digital Media, Networks & Political Communication (Dimenet), acaba de publicar un nuevo libro, Decoding the social world (MIT Press, 2017), en el que explica cómo fenómenos sociales que antes solo se podían observar en sus consecuencias (por ejemplo, el “contagio” de una protesta, una moda, o una innovación científica) se pueden ahora entender, explicar y decodificar gracias al análisis de los rastros digitales de nuestra actividad que permiten las nuevas tecnologías computacionales.

Otro ejemplo más cercano es el análisis de la interacción sobre los datos generados en Twitter alrededor del referéndum catalán en numerosas noticias publicadas por El País. O también el del proyecto de investigadores Complexity Lab Barcelona de la Universidad Pompeu Fabra, y de la Asociación Heurística Barcelona. Usando network analysis realizan interesantes análisis sobre distintos aspectos de la interacción en Twitter sobre “el tema catalán”. Sus resultados se pueden encontrar en www.medium.com/@Enred10

Sin embargo, network analysis no es el único método computacional para el estudio de la comunicación política. Otro método que está cobrando fuerza es el de análisis del sentimiento. Voices From The Blogs, una start-up derivada de la experiencia del Departamento de Ciencia Política de la de la Universidad de Milán en el análisis del sentimiento en las redes sociales, ha realizado diversos estudios. En ese sentido los profesores Luigi Curini, Andrea Cerón y Stefano Maria Iacus han publicado Politics and Big Data (Routledge 2017), donde presentan un análisis comparativo sobre la importancia de las redes sociales en las campañas electorales, evaluando la evolución de las opiniones online.

Es solo cuestión de tiempo que veamos, si no lo hemos visto ya, investigaciones que usan cada vez más datos en el ámbito de las comunicaciones digitales, y analizadas a través de métodos computacionales. Es una rama en la comunicación política que irá adquiriendo cada vez más importancia.

2. Máquinas versus humanos: la rebelión de los bots

Bots, esos pequeños programas informáticos que efectúan automáticamente tareas como puede ser la publicación de tuits, han tomado el protagonismo este año. Diversos estudios analizan su impacto en la difusión de información. ¿Realmente son tan influyentes? Su nivel de sofisticación hace que cada vez sea más difícil su identificación. Brenda Moon ha escrito sobre ello en el artículo “Identifying bots in the Australian Twittersphere” (2017).

Con algoritmos cada vez más complejos, estos ejércitos de diseminación de propaganda, o de interrumpir conversaciones, están cada vez más presentes. Un caso reciente lo tenemos cuando El País publicó diferentes noticias sobre la injerencia de bots rusos en las noticias y conversaciones online sobre el referéndum catalán. Facebook, y especialmente Twitter, han tomado nota después de los casos en las elecciones americanas del 2016, y de la francesa y alemana del 2017. Estas dos plataformas ya están diseñando sistemas para la identificación de bots y su eliminación.

A pesar de eso, en un reciente artículo en The Economist, en su número de noviembre de 2017, se plasmaba la idea de cómo las redes sociales, que en un primer momento estaban llamadas a ser estructuras democratizadoras, han acabado por convertirse en diseminadores de propaganda partidista -y muchas veces falsa-. Hay numerosos estudios científicos que apuntan en la misma dirección: cómo los bots políticos están afectando de forma negativa a la democracia y a la comunicación política. En el artículo “From Liberation to Turnoin: Social Media and Democracy”, por Tucker Theocharis y Barberà (2017) se expone cómo los medios sociales son usados tanto para dar voz a aquellos que antes no la tenían, como para usarlos como herramientas pa­ra todo lo contrario. Otro ejemplo claro es el artículo académico “Bots without borders: how anonymous accounts hujack political debate”, por Katina Michael (2017).

Las citas electorales del próximo año alrededor del mundo van a ser estudiadas muy de cerca en el ámbito digital. El Computational Propaganda Project de la Universidad de Oxford ya está en ello. Es más, ya ha demostrado que en la campaña presidencial americana de 2016, estados clave en los que Trump ganó por un mínimo margen (Pensilvania, Florida y Michigan, entre otros) registraron una concentración de noticias falsas difundidas por Twitter superior a la media. Según Emilio Ferrara, investigador de la University of Southern California, uno de cada cinco tuits políticos sobre dicha campaña presidencial fue generado por bots.

Un investigador español, Javier Lesaca, publicó en el Washington Post los resultados de su estudio sobre la injerencia rusa en la conversación digital sobre el referéndum catalán (22 de noviembre de 2017). Tras analizar más de cinco millones de mensajes en redes sociales, Lesaca descubrió que los enlaces sobre Cataluña compartidos por webs pro-rusas como RT News o Sputnik que tuvieron más difusión en las redes sociales eran favorables a la independencia. Eso sí, los responsables de dicha viralidad no eran seres humanos, sino cuentas zombis o bots: solo 9 de las 100 cuentas más activas en el retuiteo de los mensajes de estas webs pro-rusas registraban un comportamiento que se pudiera considerar humano.

Pero los bots en sí no son malos. Existen bots que son herramientas muy útiles para ser informado sobre temas políticos. Politibot es un bot para la plataforma Telegram y Facebook Messenger. Este pequeño bot facilita información al ser preguntado sobre actualidad política, con encuestas y visualizaciones. Este tipo de bots son una ayuda que cualquier ciudadano puede acceder para consultar información. En el ámbito de la comunicación política, es un campo con enormes posibilidades de investigación para el futuro.

3. ¿Tiene impacto lo que investigamos los académicos? La lucha por la relevancia

En un reciente artículo publicado en el Journal Political Communication, el profesor Rasmus Kleis Nielsen se preguntaba por la irrelevancia pública de los académicos dedicados a la comunicación política. La atención mediática a sucesos que son claramente nuestro objeto de estudio (el populismo de Donald Trump, la sorpresiva victoria del brexit, la propaganda rusa de nuevo cuño) contrasta con la escasa presencia de los estudiosos de la comunicación política como fuentes expertas en esas informaciones. Nielsen, que ha sido nombrado recientemente como el primer profesor de Comunicación Política en la Universidad de Oxford, criticaba el ensimismamiento académico de los investigadores, habitualmente preocupados por escribir para sus colegas en revistas con revisión por pares. Nielsen sugiere que quizá haríamos bien en aprender de un pionero en nuestro campo, el vienés Paul F. Lazarsfeld, que investigaba sobre aquellos aspectos de la comunicación política que más interesaban a empresas y gobiernos.

Deja un comentario