Por Alberta Pérez, @alberta_pv

En Argentina le llaman desde el 2010 el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, en Bolivia -desde el 2011- se le conoce como Día de la Descolonización. Los Chilenos le llaman el Día del Descubrimiento de los Mundos y en Venezuela el Día de la Resistencia Indígena, según decretó el Gobierno de Hugo Chávez en 2002. En España recibe el nombre de Día de la Hispanidad, en México Día de la Raza y en EEUU, Día de Colón. Las caras que presenta la festividad del 12 de octubre son muy diversas e incluso cambiantes a lo largo del tiempo, según la posición desde la que los Gobiernos han interpretado la repercusión de un mismo hecho histórico, como fue el desembarco de Cristóbal Colón en América.

Allá por el 1492, Cristóbal desembarcaba en Guanahni o Guananí -tal y como la nombraban los indios de la zona-. Una isla a la que decidió llamar, porque debía de sonarle mejor, San Salvador, “en conmemoración a Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado”, tal y como explicaba el colonizador en una carta al Escribano de Ración Luis de Santángel.

No se ha llegado a un acuerdo acerca de la localización exacta de esta isla pero sí sabemos que forma parte del actual archipiélago de las Antillas, es decir, b­astante lejos de la India, que era el destino esperado. Cristobal Colón moriría sin saber que había descubierto un nuevo continente y no las Indias Orientales. El término ‘América’ no sería utilizado por primera vez hasta 1507, un año antes de su muerte, por el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller, en honor a Américo Vespucio.

Me imagino la Historia como a una señora mayor, encorvada y con mirada cansada, con aires de resignación y una media sonrisa, entre compasiva y sátira. Me la imagino en una mecedora, marcando con su vaivén certero el ritmo del paso del tiempo y mirándolo todo desde un ángulo picado, con la barbilla bien alta, callando pero implicando el reproche de quien ya te había avisado de lo que iba a suceder, sin un pelo de falsa modestia. Por otro lado, me imagino a la gente reinterpretando hechos históricos. Quiero decir, a todas esas personas que a lo largo de la historia de la Humanidad han dedicado parte de su tiempo a esta interpretación. En un esfuerzo por romper la concepción espacio-tiempo me los imagino a todos a la vez, llenando un edificio enorme farfullando argumentos y premisas. Y luego me vuelvo a imaginar a la vieja Historia resoplando y preguntándose qué sentirán los humanos cuando tienen un complejo identitario.

Como una madre que hace esfuerzos por e­ntender a su hijo adolescente, que en su reciente entendimiento de la realidad adulta se rebota por sus propios juicios del entorno e intenta aseverarse en sus acciones.

En este 2020 las distintas unidades del ejército de España han vuelto a desfilar por Madrid -aunque en contexto de pandemia- y Javier Ortega Smith, secretario general de Vox ha aprovechado para pedir a los españoles que se sientan “muy orgullosos y ser conscientes de su responsabilidad histórica”. En contraste, múltiples estatuas haciendo referencia a Cristóbal Colón han sido decapitadas y pintadas por todo el mundo desde España hasta Bolivia, pasando por EEUU. Reflejos de un odio político que a su vez, ayuda a resaltar los problemas que se generan a partir de la politización innecesaria de ámbitos que deberían aspirar a la objetividad, como la historia. La Historia, que sigue meciéndose cansada de las interpretaciones y los juicios de valor hacia ella por parte de las diminutas personas que la conforman, que patalean sabiendo que es imposible alcanzar una realidad común para todos pero siguen empeñadas en tener un mismo pasado.

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