Por Chema Molina, @chemamolinaa, Periodista y estudiante del Máster de Análisis Político y Electoral en la Carlos III

Los think tanks son organizaciones dedicadas a la investigación intelectual de multitud de campos y materias, especialmente, de las ciencias sociales. Estas instituciones —normalmente sin ánimo de lucro— se encargan de asesorar y fomentar ideas en el mundo de la política, la economía, el derecho, las relaciones internacionales o el medio ambiente. Son, por lo tanto, multidisciplinares y nacen de formas diversas y con naturalezas distintas.

Las tareas que llevan a cabo estos organismos apenas son conocidas por la mayor parte de los ciudadanos a pesar de que son agentes que participan activamente en las dinámicas que influyen en la toma de decisiones que ejercen los representantes públicos. Los cargos electos suelen recurrir a ellos para la elaboración y el desarrollo de políticas públicas: son una fuente de asesoramiento para los Gobiernos que buscan atender a los problemas y desafíos que surgen día a día.

Sin ir más lejos, el Gobierno de Pedro Sánchez nombró como presidente del grupo de trabajo para la reforma fiscal a Jesús Ruiz-Huerta, director del Laboratorio de Alternativas, un think tank muy cercano al PSOE. Por no hablar de la estrecha colaboración entre el Real Instituto Elcano, uno de los centros de pensamiento más importantes de nuestro país, y el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Aun así, en España, estas instituciones no tienen una gran capacidad de influencia a diferencia de otros lugares, donde sí son actores políticos relevantes, como en la cultura anglosajona. Hoy en día, el escaso protagonismo de los laboratorios de ideas españoles se explica mediante tres factores: su baja capacidad presupuestaria, que les impide desarrollar proyectos o llevar a cabo trabajos de investigación; la configuración de un sistema mediático polarizado, alejado de formatos sosegados y reflexivos, que contribuye a que apenas tengan visibilidad; y su vinculación a los partidos políticos, algo que reduce las posibilidades de presentarse a la ciudadanía como entes independientes.

No obstante, en los últimos años, el ecosistema español de laboratorios de ideas se ha incrementado. Según el informe Think tanks españoles: análisis longitudinal de su presencia en medios nacionales e internacionales (2004-2018), en 2018 había 66 laboratorios registrados. Desde ese año hasta 2020, la cifra de estas organizaciones ha aumentado un 43,93%, pasando a ser 95 los centros registrados, de acuerdo con el Observatorio de Think Tanks.

Aunque la influencia de los centros de pensamiento en España, en general, suele estar muy limitada, existen casos en los que el desarrollo de ideas y la creación de nuevos conceptos, que después se han difundido con el resto de actores sociales, han tenido un profundo éxito por su impacto social, que, además, ha perdurado con el paso de los años. Un ejemplo paradigmático de esto es el conocido informe titulado El fraude del buenismo, publicado en 2005 por la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES). Aquel trabajo popularizó el concepto ‘buenismo’ para ridiculizar la forma de gestión del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011).

El marco crítico que FAES reprodujo de la visión política de los socialistas cuajó en la opinión pública y en los medios de comunicación, consiguiendo generar rechazo en amplios sectores de la sociedad a las propuestas del expresidente.

En definitiva y a pesar de algunos éxitos, la labor principal de los think tanks en España, aunque tienen la intención de influir en los espacios de gestión de las políticas públicas y en la opinión pública, se sigue fundamentando en la investigación y la publicación de estudios para analizar los retos y desafíos del mundo contemporáneo. Además, realizan un trabajo intelectual muy valioso que aún no es considerado lo suficiente por las instituciones.

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