Por Juan Luis Fernández y Vicente Rodrigo
Ilustración: Alberta Pérez

La actualidad política en Venezuela ha consternado el mundo desde hace varios años, polarizando a la opinión pública y a los gobiernos de los distintos países. A la convulsa situación política, se suman una crisis social y económica que costará años de transición superar. Sin embargo, ha sido el auge de un nuevo líder, Juan Guaidó lo que ha provocado un vuelco en el statu quo, que hasta ahora bloqueaba la posibilidad de una alternancia en el poder. Aunque la situación no permite vaticinar mutaciones de calado en el sistema en el corto plazo, sí nos ha dejado reflexiones de interés para el estudio de la comunicación política.

Los esfuerzos de Guaidó en su reto a los poderes fácticos venezolanos responden a una gesta mayúscula que se ha vivido como un pulso: cada demostración de fuerza conlleva una respuesta similar del contrario, en una carrera por hacerse por el dominio de la situación y no ceder ni un milímetro. La lucha por el relato entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó es titánica y cada uno ha usado todas las armas comunicativas a su alcance.

En primer lugar, hemos observado cómo las calles han supuesto para el líder opositor Juan Guaidó su principal instrumento de legitimación: solo esas imágenes de calles desbordadas podían dar a la comunidad internacional razones suficientes en el reconocimiento explícito al joven líder. El movimiento social que generó la épica declaración de Guaidó fue un duro golpe a la imagen del régimen de Nicolás Maduro, que enseguida trató de sobrevenir con mucha agilidad comunicativa.

Maduro tiene una gran habilidad para desenvolverse ante las cámaras; tiene un control absoluto del mensaje y se siente cómodo delante de un periodista. Sabe responder a las críticas y su tono combativo le mantiene en una situación de confort. Frente a la reacción de otros líderes, que en situaciones similares optan por recluirse, bajar el perfil público y rodearse únicamente de un grupo reducido de fieles, Maduro supo que solo mantener un perfil activo evitaría un efecto dominó que provocase la pérdida de apoyos en cadena. Un claro ejemplo es la entrevista que concedió al programa de televisión español Salvados, a los pocos días de desatarse la crisis política que para él suponía el auge de Guaidó. Maduro hizo de anfitrión a un periodista que le iba a poner contra las cuerdas en una entrevista de la que, sin embargo, salió indemne.

Una entrevista así no iba a convencer a ningún indeciso, incluyendo a los medios de comunicación, cuyas reacciones, al fin y al cabo, ya estaban claras de antemano. Los medios han sido, en sí mismos, un grupo más de influencia tratando de incidir en la postura de los gobiernos y de los partidos políticos de los países en los que se encuentran. Al final, la situación en Venezuela ha polarizado tanto dentro y fuera del país que las posiciones de cada parte prácticamente están tomadas y son irreversibles.

El objetivo, en este caso, era lanzar un mensaje contundente y claro, y exportar una imagen de fortaleza en un momento delicado y ante una opinión pública concreta: la española. España representa, por sus lazos históricos y culturales, el país europeo en mejor posición para influir sobre la postura del bloque de la Unión Europea sobre Venezuela. Uno de los momentos más grotescos de la entrevista lo protagonizó el propio Maduro cuando manoseaba un ejemplar diminuto de la Constitución de su país, la cual tenía en versión de miniatura entre sus manos, apretándola, pasándosela de una mano a la otra, explicitando en una sola imagen lo pequeñas que se hacían las normas angulares y el estado de derecho, a merced de un líder robusto y de retórica dura.

Por su parte, Juan Guaidó también hizo de las entrevistas un instrumento de legitimación externa. Además, cada intervención que hacía tenía un relato propio: se realizaban en localizaciones secretas, lo cual mandaba un mensaje al mundo: “corremos peligro, es urgente vuestro reconocimiento y ayuda”. A esto se suma el uso de las redes sociales, medio que le sirvió para interactuar con otros líderes políticos de la escena internacional.

Otro rasgo de la comunicación empleada durante este momento crítico para Venezuela fueron las demostraciones militares utilizadas por los poderes fácticos controlados por Maduro, que mostraban a un ejército leal y motivado en la defensa del régimen.

En situaciones de crisis, el empleo de la comunicación de manera precisa y estratégica no solo legitima y da sentido a la acción de un líder, sino que puede inclinar la balanza a favor de uno o de otro dependiendo de su agilidad, de su olfato y de su capacidad de adaptación.

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