Profesor de la Escuela de Periodismo de Northeastern University (Boston, Massachusetts)
“Las televisiones son cómplices de Trump. Le han entregado las llaves del coche dejándole conducir a donde quiera”
Por Joaquín Marqués, @Quim_Marques, periodista, abogado y politólogo.
Alan Schroeder (@ProfASchroeder), nativo de Kansas, vive en Cambridge, Massachusetts. Es especialista en periodismo visual, con una especial dedicación a los debates electorales en televisión, tema en el cual ha centrado su foco de investigación. En esta área ha publicado diversos libros: Presidential Debates: 50 Years of High-Risk TV (Columbia University Press, 2008) que tuvo una versión previa: Presidential Debates: 40 Years of High-Risk TV (Columbia University Press, 2000). Otros títulos salidos de su pluma son Celebrity-in-Chief: How Show Business Took Over the White House (Westview Press, 2004) y Writing and Producing Television News: From Newsroom to Air (Oxford University Press, 2008). Su trabajo también ha sido publicado en revistas académicas como Harvard International Journal of Press/Politics y Creative Screenwriting.
Además, es columnista habitual de diversos medios (New York Times, Financial Times, Washington Post, Politico, Boston Globe, The Huffington Post y The Guardian) donde escribe sobre una variedad de temas relacionados con los medios y la política.
Es considerado un experto mundial en la materia y como tal ha sido citado por The Economist, The New York Times, Washington Post, Los Angeles Times y USA Today. Antes de ser docente, se desempeñó como periodista, productor de televisión, y diplomático.
Sus entrevistas en radio y televisión han sido difundidas por las cadenas ABC, BBC, CBS, CNN, C-SPAN, MSNBC, Sky News (Reino Unido), Canadian Broadcasting Company, Australian Broadcasting Company y numerosos programas de la radio pública nacional.
El trabajo de Schroeder en los medios de comunicación y la política se extiende a nivel internacional. Ha dado conferencias sobre el fenómeno de los debates televisados en Alemania, Colombia, Dinamarca, España, Holanda y Perú. Asimismo, ha declarado ante el Parlamento británico en relación con la estructura de los debates.
También ha formado a periodistas y productores de televisión en el Pacífico Sur y dirigió a periodistas de China, Afganistán, Uzbekistán, y varios países de América Latina. En 2012, fue reconocido como uno de «Los Mejores 300 profesores», por The Princeton Review.
Ha ganado tres veces premios Emmy por su trabajo como productor en Boston WBZ-TV. También fue el productor asociado y presentador de un documental de viajes (America with the Top Down) sobre un viaje por carretera a través del centro de los Estados Unidos que comenzó en la frontera canadiense y terminaba en la frontera con México.
Como experto en debates electorales, a partir de las últimas elecciones españolas, ¿cuáles son los formatos emergentes que considera pueden dar más juego y por qué?
Primero de todo, quiero subrayar que lo ideal es una serie de debates en una serie de formatos, porque cada formato tiene sus ventajas y sus desventajas. El cara a cara tradicional, por ejemplo, es una buena oportunidad para ver cómo los candidatos se tratan uno al otro. Aunque pueda parecer anticuado, este formato sigue siendo un vehículo valioso para informar a los votantes. Para mí fueron muy buenos los cuatro debates de las últimas elecciones españolas y aprendí mucho sobre los candidatos.
En cuanto a nuevos formatos, me interesa mucho el caso de Salvados en La Sexta, que representa una nueva versión de un formato clásico. Eso fue un debate, aunque no tuviera el aspecto tradicional. No sé si los lectores de La Revista de ACOP han visto el documento de 57 páginas que prepararon en Podemos para su candidato Iglesias. Fue increíble. Todos los detalles estaban bien reflexionados.
Yo recomiendo completamente la idea de que los debates pueden ser a la vez entretenidos y educativos. También me gustó el formato del debate digital de El País, en el que los ciudadanos hicieron algunas de las preguntas. Aunque no contó con la participación del PP fue un debate muy interesante, con mucha sustancia. Hay que recordar que los debates pertenecen a los votantes, aunque la “vox populi” no siempre se escucha.
¿Y qué opinión sacó del debate de Antena 3?
Creo que fue el más difícil para los candidatos por el diseño del plató, sin atriles, con mesitas en un costado y taburetes altos que no se usaron. Nadie quería ser el primero en sentarse y mostrar debilidad. Aprendimos mucho como televidentes.
Lo percibí como muy estadounidense, para bien o para mal. Una curiosidad que nunca había visto en ningún debate en 80 países que tengo analizados fue la transmisión de la llegada de los candidatos en sus coches. Cada uno llevaba una cámara en el interior mostrándolo todo. No puedo entender como los asesores aceptaron esa propuesta. Por ejemplo, vimos los nervios de Rivera cuando más necesitaba tranquilidad y recogimiento. Fue una idea de la cadena y, como tiene mucho poder, la aceptaron. Pero, ¿por qué los asesores lo aceptaron?
El peligro de los debates patrocinados por cadenas de televisión es que tienen más que ver con las necesidades y los deseos de las cadenas que con los intereses de los votantes. También hay que precisar que los periodistas televisivos saben hacer preguntas y pedir aclaraciones, y por eso un estilo agresivo (como el de Ana Pastor) tiene valor.
No me resisto a preguntarle por el cara a cara tradicional.
Sé que en España hubo muchas quejas y que a nadie le gustó mucho. Muy aburrido. Pero en realidad, ese formato, exige más por parte de los candidatos que el resto de formatos.
Todavía se siente el efecto con un Rajoy enojado con las palabras de Sánchez (ausencia de decencia). En mi opinión Sánchez ganó ese debate por su agresividad, aunque, personalmente, me pareció excesiva. Pobre Manuel Campo Vidal, tratando de moderar tanta violencia verbal. Fue algo casi físico. Todavía estamos esperando la respuesta a la pregunta que hizo el moderador sobre Cataluña. Si hay otro debate en junio espero que Manuel empiece con esa pregunta, más que nada para obtener respuesta.
Creo que será muy importante la mezcla de formatos en este país en el futuro. Ya se ha roto la tradición. Vamos a ver más formatos experimentales y eso es muy bueno. Este año, en España, con la presencia de cuatro partidos fue una novedad. En el futuro se va a pensar mucho más cómo manejar los debates multipartidistas.
¿Qué nuevos formatos experimentales prevé que puedan triunfar en los debates televisivos en el futuro?
Es probable que los debates se hagan más interactivos. Las empresas de medios sociales como Twitter, Facebook, Google, etcétera, están muy involucrados en los debates electorales a nivel mundial. Un experimento reciente, por ejemplo, permitió que los televidentes votasen, vía Twitter, sobre si un político había respondido satisfactoriamente a las preguntas. Y, como resultado, si una pregunta no obtenía la respuesta adecuada, el moderador presionaba al debatiente para que respondiera con mayor claridad.
También creo que es probable que los futuros debates incorporarán más extractos de vídeo como una forma para que los candidatos sean responsables de sus declaraciones anteriores. Ya estamos empezando a ver este fenómeno en los EE.UU. Los políticos lo odian, por supuesto, pero su falta de entusiasmo significa que es bueno para los votantes. Y el uso de videos tiene mucha importancia con candidatos mentirosos como Trump que dice una cosa el lunes, y lo contrario el martes.
Como profesor de nuevas generaciones de periodistas, y desde la óptica que los medios audiovisuales han renunciado al papel de watchdog, ¿qué tipo de enseñanzas predominan en sus clases?
Enseño principalmente en el área de periodismo visual, por lo que mi principal preocupación es enseñar a los alumnos que las imágenes tienen su propio idioma y que todos necesitamos aprenderlo. Consideramos cómo se usa este lenguaje en el periodismo, en la política, en los mensajes persuasivos, etc. Desglosamos la lengua en sus partes gramaticales y aprendemos cómo usar esa gramática visual en tanto que herramienta para contar historias. El reto para los periodistas televisivos es que los temas “watchdog” a menudo no son muy visuales, así que no tienen mucha importancia en la televisión. En mis clases discutimos enfoques creativos para visualizar contenido que no son inherentemente visuales.
También enseño un curso de ética periodística, en el que examinamos más específicamente cuestiones éticas en torno al reportaje, de varios tipos, incluyendo la cobertura política y la responsabilidad de los reporteros que cubren las campañas para servir a los votantes.
¿Vale todo por el rating en la información electoral? ¿Dónde está el límite para las televisiones?
Tenemos ahora mismo en los EE. UU. el fenómeno de Donald Trump, que básicamente se ha apropiado de los medios de comunicación políticos, especialmente en televisión. Por supuesto, las cadenas de televisión han sido cómplices. Han entregado las llaves del coche a Trump y lo han dejado conducir el vehículo a donde quiera.
Sin embargo, a pesar de mi crítica, me solidarizo con los productores de televisión que han tenido que tomar estas decisiones. Es evidente que no se puede ignorar a Trump, ya que tiene mucha importancia como figura política. La noticiabilidad de esta candidatura no se puede negar ya que el tema no solo es fascinante sino también significante. Y ciertamente los periodistas televisivos no le dan a Trump un trato preferencial. El problema tiene que ver con el balance -demasiado Trump significa que sus rivales reciben menos cobertura- y hay que mantener el equilibrio, a pesar de los ratings.
En relación con la hipertrofia de Trump en los medios, me preocupa la radicalización de los mensajes para estar siempre presente en la parrilla de los informativos. ¿Hasta qué punto los ciudadanos ‘compran’ esa práctica? Se puede aparecer mucho en los medios con ese tipo de actuaciones pero no sé si la respuesta ciudadana, en forma de votos, es consecuente. ¿El candidato no debería estar pensando más conseguir el apoyo electoral, y no tanto en crear un show y apostar por potenciar el infotaintment?
Buena pregunta, pero la respuesta correcta no la sabremos hasta que la nación vote. Lo que hemos visto hasta ahora es una serie de votos solamente de republicanos. Trump refleja mucho las opiniones de este colectivo, pero para la nación en general me parece que hay más negativo que positivo en su apelación. Hasta entre los republicanos hay mucho desacuerdo. Trump ganará la nominación, pero hay muchos republicanos a los cuales no les gusta ese candidato. Entre los demócratas, de ninguna manera. Tampoco tienen mucho entusiasmo con Hillary Clinton como candidata, pero odian a Trump.
Creo que va a ser muy importante la idea de cuánta gente votará en noviembre ya que eso determinará el resultado. La mejor manera de parar la candidatura de Trump va a ser un voto muy amplio de los colectivos negros, latinos, jóvenes e inmigrantes. Gente que Trump ha denigrado mucho. Mi opinión es que Trump tiene mucho apoyo entre una parte de los republicanos, muy conservadora y racista, francamente. Sus seguidores son blancos, poco educados, de ciertos Estados donde ha impactado fuerte la crisis, pero eso no es todo Estados Unidos. El país, en general, va a tener una reacción distinta que la de los republicanos que apoyan a Trump.
¿Cómo juzga usted el papel protagonista que, en ocasiones, juegan los periodistas en el proceso de la comunicación política?
Es inevitable que los periodistas se conviertan en protagonistas durante las campañas electorales, porque tienen más acceso a los candidatos que nadie. Sin embargo, no deben buscar intencionalmente ese papel, ni definirse a sí mismos como protagonistas, ya que no es su trabajo.
Los debates presentan un gran problema para los periodistas que actúan como moderadores, porque es un papel polémico y de alto perfil. Para cualquier moderador periodístico es muy difícil encontrar el equilibrio entre hacer preguntas y desafiar a los candidatos sobre sus respuestas. Los moderadores son criticados por ser demasiado pasivos o demasiado participativos. Moderar un debate es una tarea dificilísima para los periodistas, que se esfuerzan por mantener su neutralidad.
Por otra parte, al menos en los EE. UU., los candidatos intencionadamente representan a los periodistas como «el enemigo». Esto es muy incómodo para los periodistas, porque no les gusta ser parte de la cobertura. Y en realidad no pueden defenderse sin meterse en peleas con los candidatos.
En algunos casos, los periodistas tienen sólo una opción: hacer frente a los candidatos directamente, al igual que con Jorge Ramos, presentador de Univisión, y su némesis Donald Trump. Sin embargo, esto fue una situación extrema, no una interacción normal. Ordinariamente los periodistas deben resistir la tentación de contraatacar.
¿Cómo cree que debe actuar el moderador en un debate?
Es un papel que siempre hay quejas. Por un lado, fue demasiado pasivo. Fue el caso de Campo Vidal. Por otro lado, fue demasiado activo. El caso de Ana Pastor. Es muy difícil tener un adecuado balance entre los dos lados. En Estados Unidos lo que está pasando ahora, especialmente con Trump, es que hay muchas peleas de los candidatos con los moderadores ya que sus seguidores no tienen mucha confianza en la prensa y esa actuación es muy bien percibida. Los periodistas son enemigos y si yo ataco al moderador es muy bueno.
Espero que ese aspecto no llegue a España. Tengo mucho respeto para las personas que moderan. Los candidatos van a ignorar las preguntas, los límites que se hayan podido pactar, los tiempos. Van a luchar contra el moderador.
En alguna ocasión ha propuesto prohibir que los candidatos, en los debates, lleven papeles. En España es muy habitual, sobre todo en los cara a cara.
En Estados Unidos hay una prohibición, desde Kennedy-Nixon, portar documentos, u otras cosas, al plató. Los candidatos deben estar preparados mentalmente. Llevar notas es síntoma que no se lo sabe bien. Puede haber hojas de papel en blanco para realizar anotaciones. Además, para la realización televisiva es una complicación.
¿Por qué en Estados Unidos se prefieren candidatos septuagenarios (en España estarían jubilados) cuando la mayoría de la población se identificaría con candidatos más jóvenes?
Es verdad que ahora es así, en Estados Unidos, aunque en otras ocasiones no lo fue. Obama o Clinton en su primera elección tenían 46 años y Kennedy 43. Es un poco raro, especialmente para los demócratas, tener candidatos tan viejos. Normalmente son los republicanos los de mayor edad. El problema para los demócratas es que no hay mucho talento entre los políticos más jóvenes. Igual los hermanos Castro, pero no hay muchos. Lo hace problemático para ellos en el futuro.
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