Entrevista a Bruce Gregory, Profesor Adjunto en la George Washington University’s Institute for Public Diplomacy & Global Communication y en la Georgetown University’s Master of Foreign Service Program.

Bruce Gregory es autor de numerosos artículos y capítulos de libros sobre diplomacia pública, pero su aportación a esta área de investigación no se limita a su propia literatura: periódicamente ofrece a estudiantes y académicos una exhaustiva lista de libros, artículos y webs de Diplomacia Pública. Su vasto conocimiento de un amplio espectro de materias relativas a la diplomacia y su dilatada trayectoria académica le han acreditado con frecuencia como invitado conferenciante al Departamento de Estado de Asuntos Exteriores de USA.

Por Teresa La Porte y Joyce Baptista, Comunicación Política Internacional, Universidad de Navarra.

1. La diplomacia pública se ha convertido en una actividad dinámica en las relaciones internacionales, pero el concepto de “diplomacia pública” es bastante polémico incluso para los expertos que se dedican a ella, ya sean profesionales o académicos. ¿Cómo la definiría?

Siempre ha habido una dimensión pública de la diplomacia: desde la antigua Grecia, Egipto y Roma. Sin embargo, la diplomacia pública como término para denominar una conducta que es el centro de la práctica diplomática y un floreciente campo de estudio académico, es relativamente reciente. El término, que se originó en los Estados Unidos durante el siglo XX, se ha establecido como parte de una conversación global dentro de los gobiernos y la sociedad civil. A pesar de sus muchos conceptos y definiciones controvertidas, la diplomacia pública en el siglo XXI se ha convertido en un creciente campo multidisciplinar, con una amplia literatura académica sobre todo de Europa, Asia, y América del Norte.

La diplomacia pública es un instrumento utilizado por los actores estatales y no estatales para una amplia variedad de propósitos. La utilizan para fortalecer el desempeño económico a través del comercio, el turismo y la atracción de inversión extranjera. Otros actores, la utilizan para gestionar alianzas, apoyar una intervención militar, fomentar la resolución de conflictos, o gestionar la crisis. Las potencias pequeñas o medianas utilizan la diplomacia pública para aumentar su visibilidad y proyectar su identidad. Otros la utilizan para contrarrestar los estereotipos negativos o perseguir objetivos a más largo plazo, como ingresar en la Unión Europea o mitigar las percepciones negativas de su creciente poder.

Aunque la diplomacia pública, la marca país, y el poder blando son conceptos relacionados, hay diferencias significativas entre e­llos. En líneas generales, defino la diplomacia pública como un instrumento utilizado por los Estados, las asociaciones de Estados y algunos actores subestatales y no estatales para entender las culturas, actitudes y comportamientos, construir y gestionar relaciones, influir en el pensamiento y promover los intereses o valores propios.

2. Desde fuera, las estrategias de “Diplomacia Pública” (DP) se asemejan a las a­cciones de la vieja propaganda. ¿Cuáles son las principales diferencias que identifica entre la DP y la evolución de propaganda?

La propaganda es un término que se originó con la creación, en la Santa Sede, de la Congregación para la Propagación de la Fe, como medio para defender la doctrina de la Iglesia frente a la Reforma protestante del siglo XVI. En mi opinión, el término “propaganda” no es útil, en gran parte porque la propaganda tiene connotaciones negativas derivadas de su uso durante las guerras mundiales del si­glo XX como modo de influencia en la opi­nión pública de las masas.

Conceptualmente, hay muchas razones para entender la diplomacia pública y la propaganda como términos análogos. Ambas son actividades usadas por actores que desean persuadir a otros para cambiar sus creencias y que actúen en apoyo de las políticas de dichos actores y sus intereses. Ambos implican discurso verbal, el discurso no verbal, y mezclas de ambos. Ambos usan la retórica y los símbolos basados en la emoción y la razón. Ambos utilizan el “lenguaje persuasivo” que combina descripción y valoración. Sin embargo, además de sus diferencias en el contexto histórico, la diplomacia pública difiere de la propaganda en su mayor énfasis en el diálogo de doble vía, la construcción y el mantenimiento de relaciones, metas a largo plazo y medio plazo, y el grado de libertad para deliberar que da a los sujetos.

3. Las acciones de Israel o China por mejorar su imagen exterior, ¿podrían ser consideradas como “diplomacia pública” o sería mejor llamarlos “propaganda”?

Por las razones expresadas en mi respuesta anterior, no me parece que “propaganda” sea un término útil. Es peyorativo, y se utiliza a menudo para denominar las políticas de un actor más que su modo de comunicar. Los intentos de Israel y China para mejorar su imagen y lograr un apoyo público a sus intereses y objetivos pueden considerarse, con más acierto, como diplomacia pública. Dicho esto, hay que admitir que la eficacia de sus acciones de diplomacia pública plan­tean muchos interrogantes. Por ejemplo, con demasiada frecuencia, los argumentos de Israel acerca de los asentamientos de Cisjordania esgrimen razones que sólo persuaden a los previamente convencidos. Rara vez se enmarcan de forma que sean sugerentes y creíbles para los escépticos. Por su parte, China gasta grandes cantidades de dinero en su cadena de televisión en inglés CCTV -un modelo de radiodifusión “de uno a todos” en un mundo donde la comunicación de masas es “a la carta” (mass self communication)- casi sin evidencia de impacto significativo.

4. ¿Podría mencionar algunos ejemplos de “buenas prácticas” en la diplomacia pública?

Es difícil generalizar sobre las “buenas prácticas”. Varían con el tiempo y las circunstancias. Depende en gran medida de la inversión en diplomacia pública, los recursos destinados a planificación, formación y profunda com­prensión de los contextos en que se desarro­llan las acciones.

Una selección de ejemplos de “buenas prácticas” de lo que podría ser una larga lista serían los siguientes: los Centros Confucio de China; el Programa de Intercambio y Enseñanza en Japón (JET); el uso que el Embajador de EE.UU. en Siria, Robert Ford, ha hecho de las redes sociales; la reciente renovación de la “diplomacia del cricket” en la India y Pakistán; el programa de Embajador de la Juventud de EE.UU. en Brasil; el Servicio Mundial de la BBC; el programa cultural de la Unión Europea; la diplomacia médica de Cuba; la US National Aeronautics and Space Administration “Connect and Collaborate” en los medios y redes sociales; el programa de intercambio Erasmus o las becas Fulbright.

5. La práctica ha evolucionado significativamente desde que fue definida por primera vez por Edmund Gullion en 1965. ¿Cuáles son los principales cambios? ¿Cómo describiría la llamada “nueva diplomacia pública”?

El diplomático jubilado convertido en académico Edmund Gullion acuñó el término diplomacia pública como expresión aglutinante para describir lo que los profesionales estadounidenses habían identificado previamente a título individual, como los programas de información, intercambios educativos y culturales o la radiodifusión internacional. En contraste con la tradicional diplomacia gobierno-a-gobierno, los gobiernos en el siglo XX institucionalizaron estas actividades para influir en las opiniones de los ciudadanos y gobiernos de otros países. Aunque los intercambios a largo plazo de persona-a-persona y la diplomacia cultural ocuparon un lugar destacado en la “vieja diplomacia pública”, ésta se centró en el Estado y se basó en gran medida en envío de mensajes y mo­delos lineales de persuasión en la comunicación. La “vieja diplomacia pública” se modeló con las ideologías de la Guerra Fría, los medios de comunicación de masas, la relativa escasez de información, y las estrategias dirigidas a ganar los corazones y las mentes en una “guerras de las ideas”.

En el siglo XXI, los Estados siguen siendo actores importantes, pero la globalización, la difusión del poder, la multitud de actores no estatales, los medios sociales y las redes omnidireccionales provocan cambios fundamentales en el gobierno y la diplomacia. Para algunos estudiosos, estos cambios exigen una “nueva diplomacia pública”: un modelo relacional que dé preeminencia al diálogo, la colaboración y las conexiones en diversas redes globales. Estos estudiosos contraponen la “nueva diplomacia pública” a la “vieja”, caracterizada por su unidireccionalidad y su lamentable énfasis en la experiencia EE.UU. La “nueva diplomacia pública”, argumentan, es más eficaz y más creíble. Algunos incluso sostienen, problemáticamente, que es más ética.

El “nuevo” modelo de diplomacia pública enmarca las tendencias en la práctica diplomática que son congruen­tes con la generación del cambio en el entorno de la diplomacia. Sus principales defensores pertenecen a una nueva generación de estudiosos de la diplomacia pública que presentan importantes contribuciones a la literatura académica. Sin embargo, este modelo no está exento de limitaciones. Reduce al mínimo la intensidad y la omni­presencia de la competitividad política, y pone un énfasis desproporcionado en la política de colaboración. Su idea­lismo normativo puede ser aspiracional, pero no casa bien con una diplomacia en un contexto de conflictos intensos (a me­nudo con una excesiva carga emocional), generados por intereses controvertidos y precariedad de recursos. La “nueva diplomacia pública” se centra en la deliberación entre actores de confianza con un deseo mutuo de colaborar en la resolución de problemas comunes, cuando, a menudo, la mayor dificultad es conseguir individuos y grupos que sean bien intencionados.

6. Si observamos la aparición de actores no estatales en el ámbito internacional, percibimos una influencia cada vez mayor en términos de “configuración de la política” o de creación de nuevas normas para enfrentarse a las amenazas globales. Sin embargo, el poder de los actores no estatales se limita a su capacidad de persuadir. ¿Hasta qué punto podemos consi­derar como “diplomacia pública” las estrategias de estos actores para presentar sus propuestas?


Hay que tener en cuenta que muchos actores no estatales tienen poder para hacer algo más que persuadir. También pueden actuar. La Fundación Bill y Melinda Gates, que cuenta con un presupuesto más grande que la Organización Mundial de la Salud, proporciona servicios de atención médica para muchos que de otra manera no recibirían ningún cuidado. Esta Fundación satisface necesidades de una manera también posible para los gobiernos, suponiendo que estos tuvieran el deseo y los recursos para hacerlo. La Fundación Gates, Oxfam y otras organizaciones similares no son estatales, pero son actores válidos en diplomacia pública que desempeñan su labor de forma independiente y que también pueden colaborar con los gobiernos. Los actores no estatales pueden persuadir y dar credibilidad a los gobiernos cuando se asocian con ellos para desarrollar proyectos. Además, proporcionan servicios vitales.

Una difícil cuestión planteada por esta pregunta es dónde trazar una línea analítica entre los actores no estatales que son actores diplomáticos y aquellos que se dedican al internacionalismo transcultural, con independencia de la diplomacia. La mayoría de las organizaciones educativas, religiosas, científicas, periodísticas y demás agrupaciones de la sociedad civil, se comunican más allá de las fronteras. Pueden ser persuasivas dentro de sus dominios, pero también pueden influir en las ideas y significados de la esfera pública global. Ahora bien, esto no significa necesariamente que sean agentes diplomáticos, pero muestra la dificultad de distinguir entre la diplomacia y el internacionalismo intercultural, aunque no son idénticos.

7. Desde el punto de vista académico, parece que la diplomacia pública permite una estimulante y sugerente investigación interdisciplinaria. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Cuál podría ser la contribución de la comunicación política en este ámbito?

Estoy completamente de acuerdo con la premisa de la pregunta. La literatura académica sobre la diplomacia pública se inunda con las aportaciones de los estudios de comunicación, poder blando, estudios de diplomacia, ciencias políticas, relaciones interna­cionales, sociología, antropología, psicología, marcas país, estudios de seguridad, informática y otros campos. Los estudios de comunicación han hecho contribuciones signi­ficativas a la diplomacia pública, en particular sobre las cuestiones relativas a la estructura cognitiva y medios de comunicación, la investigación de la opinión pública, el análisis de la influencia social y la comunicación estratégica. En el futuro, los estudios de comunicación política pue­den contribuir mucho a la diplomacia pública. Ejemplos de una rica variedad de posibilidades incluyen la mejora de la comprensión de los efectos de los medios sociales, las opciones y usos de las herramientas de la web, la relevancia del análisis influencia social en diplomacia, las fortalezas y limitaciones de la marca país, y las implicaciones del poder cibernético.

8. Por último, ¿cuáles son las principales tendencias para el desarrollo de la DP en un futuro próximo?

Tal vez el hecho más interesante y atractivo para mí es el trabajo sobre “Diplomacia integrada” llevado a cabo por los académicos asociados con el Instituto holandés de Relaciones Internacio­nales (Clingendael). Algunos de estos eruditos han sido voces influyentes en la vanguardia de la “nueva diplomacia pública”. Ahora nos instan a ir “más allá de la nueva diplomacia pública”. En su opinión, es necesario un nuevo marco analítico para responder a preguntas básicas acerca de la diplomacia, ya que el ambiente diplomático está cam­biando rápidamente y de forma global. Su modelo es sintético. Se trata de integrar diferentes agendas y espacios de la diplomacia y los diferentes procesos diplomáticos y estructuras. En su mode­lo destacan cinco elementos clave:

1. los diplomáticos gubernamentales ahora interactúan con una amplia gama de grupos de la sociedad civil y actores del sector privado que actúan como agentes y partes interesadas en diplomacia.

2. Los “sistemas diplomáticos naciona­les” al completo, en los que la mayoría de los departamentos gubernamentales persiguen sus agendas diplomáticas, están redefiniendo los conceptos basados en procesos diplomáticos y los papeles de los ministerios de relaciones exteriores.

3. La desaparición de la mayoría de las diferencias significativas entre las cate­gorías nacional e internacional crea nuevos ámbitos diplomáticos, nuevas funciones para diplomáticos, y nuevas reglas para la diplomacia.

4. Los medios sociales son herramien­tas indispensables para todos los diplomáticos y todas las instituciones diplomáticas en todos los procesos diplomáticos.

5. Los nuevos temas globales y las complejas agendas políticas exigen enfoques interdependientes y soluciones. Por eso, se requieren diplomáticos con nuevas habilidades para funcionar más como facilitadores y emprendedores sociales/políticos.

La dimensión pública de diplomacia es central en este marco, como un denominador de la diplomacia concebida como un todo. Me parece que este argumento persuasivo. La diplomacia pública, como un “nuevo” o “viejo” subconjunto en el estudio y la práctica, se está convirtiendo en un legado conceptual y terminológico. g

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