Franco Delle Donne @fdelledonne Consultor en comunicación y doctorando por la Freie Universität Berlin, autor de eleccionesenalemania.com

Hasta el 24 de enero de 2017 una nueva reeleción de Angela Merkel como canciller alemana se daba por descontada. Sin embargo, la aparición de Martin Schulz como candidato por la sociademocracia (SPD) le devolvió competitividad a las elecciones alemanas al lograr que su partido suba 10 puntos de intención de voto en solo un mes.

La situación se ha estabilizado y ambos partidos mayoritarios, el SPD y la Unión Demócrata-Cristiana (CDU) de Merkel, se ubican en torno al 30% en los sondeos. Es posible testear un poco las posibilidades de los candidatos a partir de las tres elecciones regionales que tendrán lugar antes del 24 de septiembre, cuando se celebren las federales. Los comicios de fines de marzo en Saarland (Sarre) nos brindan dos elementos a tener en cuenta para evaluar las ventajas de Merkel sobre Schulz.

Por un lado, es preciso subrayar que el crecimiento de la participación electoral superó los ocho puntos. Al contrario de lo que venía sucediendo en las regionales de 2016 y 2015, esta subida no alimentó el caudal electoral de la ultraderecha alemana (AfD) sino que se concentró en los partidos mayoritarios. La mitad de ellos decidieron ir a las urnas a votar por los conservadores. Este movimiento anómalo de abstencionistas hacia la CDU está estrechamente relacionado con las manifestaciones públicas de posible trabajo conjunto en un futuro gobierno entre el SPD y el partido de izquierda Die Linke. En este sentido, un gobierno netamente de izquierdas ha despertado un miedo siempre latente en especial en aquellas regiones del oeste de Alemania, es decir, de la antigua República Federal.

Por otro, el partido de ultraderecha Alternative für Deutschland (AfD) se encuentra en una fase de luchas internas que no necesariamente puede perjudicarle en terminos de imagen hacia el electorado. Sin embargo, este estado de crisis interior ya lleva más de un trimestre y la consecuencia es una caída en sus competencias para instalar agenda y aprovechar temas de coyuntura tales como los atentados. Esto se traduce en un fortalecimiento de la CDU, ya que en el oeste ha sido el partido de Merkel el que más ha sufrido el crecimiento de la ultraderecha.

Las chances de los socialdemócratas radican en su capacidad para conquistar nuevos electorados. Su candidato, Martin Schulz, ha mostrado en sus primeros setenta días como candidato a canciller que posee un carisma especial y que ha podido recuperar algunas banderas socialdemócratas que para muchos parecían olvidadas. Su propia biografía lo ayuda a tener una cuota extra de credibilidad cuando habla de justicia social o de igualdad de oportunidades. Este discurso impacta en un público que puede ser clave para crecer los 4 o 5 puntos porcentuales que necesita para ganar: los jóvenes. El desafío es conseguir una movilización importante de este grupo, cuya participación se ubica históricamente 5 puntos por debajo de la media.

La ultraderecha (AfD), más alla de sus luchas internas, también tendrá un lugar protagónico en estas elecciones alemanas. Será la primera vez luego de más de medio siglo que un diputado de este signo político logre escaños en el Bundestag. Es esperable que logre alrededor del 10% de los votos. Por su parte, verdes y liberales también están en condiciones de superar el piso obligatorio del 5%, a partir de lo cual se dará algo inédito: el parlamento más fragmentado de la historia reciente de Alemania. Una fragmentación que reducirá el margen de los partidos para la formación de gobierno y aumentará la necesidad de conformar tripartitos con el consecuente impacto en su estabilidad.

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